MI PRIMER CÓMIC
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Enero
2014
Fue en
1984, durante “el sexenio de la austeridad republicana” de Miguel de la Madrid
Hurtado cuando leí mi primer cómic. No recuerdo quien me lo regaló ni por qué,
pero fue algo que desde la primera página me atrapó. Se trataba de un número de
los SUPERMACHOS escrito y dibujado
por Eduardo del Río mejor conocido como RIUS. En él número que comento Rius
ilustra de forma sencilla cómo funcionaba el Dedazo Municipal en el año 1973,
operación de imposición de presidentes municipales ejecutada por el Partido Revolucionario
Institucional (en adelante PRI) y orquestada desde la presidencia de la
república, en los tiempos oscuros donde el país era (¿es?) gobernado por lo que
Mario Vargas Llosa identificó como dictadura perfecta y la democracia mexicana
era (¿es?) pura entelequia (algo
perfecto que no existe). En efecto, el número de los SUPERMACHOSque
cito fue publicado el 20 de diciembre de 1973, en el año X de la revista
semanal. En los tiempos en que lo leí ya era un número muy atrasado pero no
obstante mantenía y mantiene (como pasa con casi todoslos libros que el decano
caricaturista ha elaborado), su actualidad y sentido. Véanlo si no:
“La autoridad que más directamente siente y sufre
el mexicano en toda la República es la de los presidentes municipales. El Gobierno
Federal es algo lejano, mientras que la autoridad Municipal es lo inmediato, lo
cercano, lo que cotidianamente se debe aguantar.
Lo menos que podría esperarse es que el pueblo
eligiese como la ley manda, a las autoridades municipales; sin embargo, esto no
ocurre jamás.
En tiempos de Don Porfirio los caciques estatales
designaban a su antojo a los jefes
políticos de cada lugar, verdaderos señores feudales que imponían su voluntad
con el auxilio de los tristemente célebres rurales. En la actualidad los
jerarcas del PRI, sin auscultar la opinión de los priistas locales y menos aún
del resto de los ciudadanos, designan a los elegidos por obra y magia del “dedazo
municipal”.
Este procedimiento provoca gran descontento que ha
culminado muchas veces en forma muy violenta, debido a que con bastante
frecuencia los favorecidos con el “dedazo” resultan nefastos para sus
municipios. El pueblo se ha sublevado contra ellos en ocasiones, pero el
ejército interviene –como los rurales de Don Porfis- y deja las cosas en su
sitio: es decir, a los munícipes bandidos en la presidencia municipal, y al
sufrido pueblo rumiando su rabia e impotencia.”
La
historia de este número de los SUPERMACHOSse
desarrolla en el mítico pueblo rural de San Garabato, gobernado por siempre jamás y de forma
alternada por los caciques locales: don Perpetuo y don Plutarco, epítomes del
autoritarismo ranchero, rapaz y pre-tecnocrático del primer priismo, aquel que
acuñaron los “cachorros de la revolución”. Rius denuncia de forma directa la
injerencia “legal” de los dirigentes priistas y de los gobernadores de los
estados (afiliados a ese instituto político), en el marco de una peculiar
democracia donde el Estado es juez y parte, centro y periferia, juez y norma.
Además de describir los detalles de la imposición con sobornos, acarreo,
trinquetes, transas, adulteración de resultados, exageración de padrones, y
represión de la policía secreta, en Puebla, Veracruz, Michoacán, Estado de
México, Guerrero, Yucatán y Morelos, en los mismísimos tiempos en que el Estado
mexicano desplegó la guerra sucia para apagar los focos de la insurgencia y la
oposición. Lo paradójico de la situación de esos años es que caciques,
gobernadores y dirigentes del partido en el poder desplegaban con cinismo su
poderío para atrasar o adelantar los procesos electorales, los resultados o
presumir quien era el bueno para presidir los poderes locales aunque el elegido
ni siquiera viviera en el municipio o conociera la problemática local.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario