Jorge Antonio Díaz Miranda
Noviembre 2013
Huella Ecológica (EFP, por sus siglas en inglés) es una herramienta de contabilidad
de recursos naturales y los distintos usos que les damos. Es decir, mide los recursos naturales
disponibles, define cuánto de esos recursos usamos, identifica los sectores que
los utilizan y pondera cómo son utilizados. Todo lo anterior para obtener una
correlación entre la bio-capacidad disponible y las distintas actividades
productivas (industriales, o agrícolas). Con esta herramienta se pueden hacer
proyecciones de vida media de los recursos naturales y escenarios para su
recuperación a mediano y a largo plazo. Esta herramienta fue presentada por
primera vez en el año 2003 y ha servido como soporte técnico para medir el
cambio climático a nivel global, regional y local, a partir de sus efectos en
la calidad de vida de las personas.
De acuerdo al Dr. Mathis
Wackernagel, presidente de Global
Footprint Network (GFN) y co-creador del concepto, durante el período que
va de 1961 a 2012 la bio-capacidad disponible por persona en México (que es una
distribución en términos reales de recursos naturales como agua, bosque, zonas
de cultivo, intercambio químico para la producción de oxígeno y especies
animales tomando como medida de área, una hectárea), se redujo en un 62%,
variando de 4.42 a 1.72 hectáreas globales por persona (GHA, por sus siglas en inglés). El consumo per cápita se incrementó
en un 38%, con la Huella Ecológica
fluctuando de 2.36 a 3.25 GHA por persona en el mismo período. De acuerdo con
la Directora de Iniciativa Estratégica de GFN,
estos resultados sugieren que México está incurriendo en un déficit
ecológico, es decir, gastando más recursos de los que tiene, sin considerar las
implicaciones a corto, mediano y largo plazo para las nuevas generaciones de
mexicanos. El sector industrial y el sector agroindustrial son los componentes
preeminentes en la huella ecológica de México con un residuo exponencial de 50
millones de toneladas de carbono.
Al comparar el déficit ecológico mexicano a nivel
internacional, se encuentra que es un patrón que se repite. De hecho el 81% de
la población mundial de 7 mil millones de personas viven países que incurren en
la misma deuda ecológica, con un exceso característico, falta de planeación
(administrativa), falta de prospección (visión a futuro), desigualdad, centralismo
consumista de las urbes, despojo, enajenación forzada, y, vacío jurídico para
proteger áreas naturales y mantos acuíferos. La solución de dependencia hacia
aquellos países que cuentan con abundancia ecológica es una solución parcial y
solamente paliativa que terminará por aumentar la presión y las tensiones
sociales, obligando a cientos de poblaciones a emigrar de sus lugares de origen
a otros dentro de sus propios países, o bien a cruzar las fronteras. Bajo esta
perspectiva es posible establecer prioridades para racionalizar el uso de
recursos que hoy están bajo una presión intensiva: el agua, los alimentos, los
recursos forestales (con una tasa elevada de erosión), la biodiversidad y el
petróleo.
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