No pretendo demorar al lector con un cómodo patrón discursivo, políticamente correcto o de desagravio de las víctimas...y ello porque muchos ríos de tinta ya se han gastado para lamentar los hechos recientes de la historia de Colombia cuando el último Pablo Escobar hizo sentir su músculo de violencia cimbrando los estamentos sociales, políticos y económicos de su país. Mejor sugerirle al lector que se acerque al documental de Jeff y Michael Zimbalist poniendo en perspectiva los testimonios de todos los protagonistas involucrados, considerando con escepticismo las declaraciones de los políticos que siempre se presentan como si ellos no fueran parte del problema. La propuesta del documental es poner en la misma perspectiva dos dimensiones que por desgracia confluyen por el tejido de intereses hacia un mismo campo sinérgico: el narcotráfico y el fútbol, entretejidos por los vasos comunicantes del poder, el dinero y la política. Todo comienza con la pobreza y se proyecta hacia frontera incierta de visiones oscuras y relaciones sociales obligadas, de leva y sometimiento, de una guerra no declarada pero que sin embargo arrastra en su vorágine los peores vicios de la sociedad, la paranoia de las armas, la hipocresía y los pontificados, que, a la postre, presentan escuderos e hidalgos para justificar lo que hicieron en el pasado. El problema es que en medio de todo está la miseria humana, el odio y las desigualdades de siempre. También la ignorancia y el mundo de las apuestas en el que la vida humana es moneda de cambio...y en donde las víctimas asumen un papel tan estúpido que ellas solas se ponen al alcance de las bocas furiosas de los fusiles.
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