ALGUNAS NOTAS Y APUNTES
By JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Noviembre de 2011
“Extraña es la suerte que corren algunos libros. Causas diversas – ajenas al interés o desinterés del público- los eliminan de la circulación y los archivan, condenándolos a un olvido injusto…”
Alfredo Varela, prologuista de la edición argentina de México Insurgente
México Insurgente escrito en 1914 para Metropolitan Magazine, fue publicado por primera vez en español, cuarenta años después, es decir, en el año 1954. La razón de ello no estriba en un olvido inintencionado, al contrario, se trató de una decisión política acordada por los gobiernos pos revolucionarios, acatada por los censores e impuesta a la naciente industria editorial del país. Dicha Decisión, cabe puntualizar, fue respaldada por los monopolios estadounidenses del papel, que, en aquella época, podían paralizar la impresión de libros, revistas y periódicos que atacaran, desde sus arbitrarios estándares, la existencia del libre mercado y el derecho a la propiedad privada. Fue precisamente el periodista John Reed, el primero en señalar a esos monopolios estadounidenses como responsables del fratricida baño de sangre en México: “Sí, México se halla sumido en la revuelta y el caos. Más la responsabilidad de ello no recae sobre los peones sin tierra sino sobre los que siembran la inquietud mediante envíos de oro y de armas, es decir, sobre las compañías petroleras inglesas y norteamericanas en pugna…”.
Volviendo al clima editorial del México Pos revolucionario, Renato Leduc, nos dice, en un artículo periodístico sobre el prosista, poeta, periodista y político John Reed, que la publicación de México Insurgente se pospuso deliberadamente porque “no era fácil que la delicada susceptibilidad (¿quizá vanidad?)[1], de los caudillos de la Revolución Mexicana tolerase las descarnadas descripciones que un extranjero –Reed- hace de la miseria de la peonada que formaba sus tropas, ni de la despiadada crueldad o el amoral (más bien inmoral) desenfado de algunos de sus jefes.” Por supuesto, los caudillos tampoco tolerarían escritos donde Reed, a diferencia de sus otros trabajos periodísticos, como el clásico The ten days that shock the world (1919)[2], se mostrara como un simpatizante activo de la situación de los peones o de las causas defendidas por los insurgentes agraristas como Francisco Villa o Emiliano Zapata.
La gestación de México Insurgente inicia en 1911 cuando el periodista es enviado a nuestro país desde los Estados Unidos, por la revista Metropolitan Magazine. Los relatos que componen México Insurgente fueron los primeros trabajos de Reed en el ámbito de la corresponsalía de guerra, por ello el tono crudo de sus disertaciones, por el privilegio de ocupar un lugar privilegiado en puestos de observación sangrientos como lo fueron los duros combates en las regiones desérticas de Chihuahua –Ojinaga, Jiménez, Las Nieves, La Zarca, Yermo, Gómez Palacios-, en donde, por cierto, el último bastión de los ejércitos porfiristas se desploma. La composición del libro en la edición norteamericana fue de tres volúmenes. Con un estilo sobrio, Reed trata de ceñir su narración a la veracidad de los hechos, por lo que sigue en tiempo real los acontecimientos, entrevista a los personajes y acude a las encrucijadas en las que se ven envueltos. En el primer volumen John Reed relata sus desventuras como corresponsal de Guerra en el convulsionado norte de México (1911-1914) entre las fuerzas al mando de Francisco Villa o de algunos de sus generales. En el segundo volumen la figura de Francisco Villa será el centro de la atención de Reed, quien lo encuadra en medio del gran trastocamiento social que introduce con violencia el movimiento armado de la Revolución. Un movimiento lleno de contradicciones, traiciones, luchas campales, estériles triunfos y derrotas simuladas, desolación y muerte, miseria y deshonor… hambre y sed. La personalidad de Villa se alza en medio de la miseria humana y se mantiene fiel a su origen humilde, y consciente de las necesidades de campesinos y arrieros oprimidos por hacendados, caciques y terratenientes. En el tercer volumen, los episodios militares de que nos da testimonio John Reed, se complementan con una serie de pintorescos reportajes que el periodista titulo “Noches Mexicanas” donde la fabulación de personajes anónimos bulle en medio de noches en vela esperando el ataque del amanecer.
[2] En el mismo, Reed realiza un opúsculo objetivo, desde la distancia de un observador imparcial, desapasionado, casi cerebral, que escribe la realidad de una revolución –la rusa- en donde no hay una delimitación clara de un marco justificativo y los bandos en disputa no son caracterizados desde un estilo de narrativa prescriptiva-ejemplar-épica.
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