EN EUROPA SOLO EL MERCADO IMPORTA
by JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Noviembre de 2011
En los bestiarios modernos un nuevo titán emerge de las profundidades para fagocitar países y devaluar la democracia. El moderno leviatán es voraz, se nutre del interés compuesto de deudas insolutas que crecen geométricamente desequilibrando sistemas políticos y rompiendo el tejido social de los países. Es el mercado y su dictadura de medidas austeras para países en problemas. En medio Oriente las revoluciones de primavera respondieron a un sentido de renovar dirigencias a abrir sociedades que por tradición estaban cerradas por una mezcla explosiva de religión y califatos tardíos. En América latina estalla la rebelión por los efectos directos de los programas de ajuste electoral, y, la violencia del Estado y los criminales con los que está coludido. En Estados Unidos los indignados rondan Wall Street para echarles en cara a los especuladores sus prácticas financieras abusivas donde todos ponen cuando hay pérdidas y unos pocos ganan cuando hay ganancias. En el lejano Japón, el terremoto de marzo y la crisis de las centrales nucleares hacen dimitir finalmente al mentiroso Naoto Kan. En Europa caen los gobiernos de Grecia, Italia y España, en una realineación hacia la tecnocracia que sigue ciegamente los mandatos del FMI y la desfalleciente zona Euro. En todos los casos enlistados, las presiones del mercado financiero deja una rúbrica preeminente, las presiones de los lobbies han hecho gran parte del trabajo sucio cortando cabezas y asegurando que en su lugar, quede una hidra que multiplique medidas de ajuste cambiario, restricciones de gasto social, contención de salarios y apertura a un mercado des regularizado. El atentado a las democracias, en este ámbito tumultuoso, es más que evidente, pues sus modificaciones siguen firmemente el dictatum financiero como si se tratase de la voz de dios. El tema que conecta todos los movimientos de resistencia es la privación de los derechos de las minorías frente al poder de los más ricos que introducen desestabilizaciones mundiales más allá de las capacidades de control gubernamental. El déficit democrático reside en el ejercicio de la representación sin equidad, en el que los gobiernos elegidos por elección ciudadana terminan gobernando para un 25% de la población más rica del mundo. Los poderes de facto suprimen en los hechos el gobierno del pueblo y para el pueblo, lo cual, define desde una perspectiva clásica a los gobiernos democráticos. La desigualdad que fomenta el mercado tiene como contenido millones de desempleados en un promedio sostenido no menor al 20%. Además de los jóvenes que en todo el mundo engrosan las poblaciones que no tienen una perspectiva de futuro por el nulo crecimiento de los próximos diez años. Para los ocupados de esos países tampoco las cosas están claras, con una contracción de salarios, prestaciones, intensificación de las jornadas de trabajo y la necesidad de trabajar compulsivamente (dos jornadas de trabajo en promedio), para sufragar gastos médicos y educativos. La falta de intervención gubernamental hace blanco en el abandono de sectores públicos como la salud, la educación, el desarrollo social y la ciencia aplicada al ámbito de las sociedades. En esta orientación se inscribe el sabotaje a los sistemas de pensiones, reduciendo arbitrariamente beneficios y beneficiarios, y eliminando de los contratos laborales la garantía de pensión por años de trabajo. Por último, los cambios de gobierno no significan un cambio en las políticas monetarias de austeridad impuestas a las sociedades, al menos no en países como España, Italia y Gracia donde el deterioro de las respectivas sociedades seguirá firme como estrategia central en la recomposición de los indicadores macroeconómicos y la conservación de servicios financieros del FMI. De ahí que el endurecimiento será la nota en crescendo para connacionales y migrantes.
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