LOS
JEFES
JORGE
ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Mayo 2014
Es imposible complacerlos. Nomás te
digo esto: nada los satisface. Hagas lo que hagas siempre estarás por debajo de
sus expectativas. Lo hagas bien o lo hagas mal, para ellos es lo mismo, no eres
más que un objeto, una marioneta de alambre… el papel con el que ellos se
limpiaran el culo. Si les caes bien vivirás un poco más. Si les caes mal,
cuidado. Si la cosa empieza bien, terminará mal. Si la cosa empieza mal,
terminará peor. Cuando se encabronan nada los detiene. Son perros rabiosos de
sangre caliente. Muchos días andan como si los intestinos los trajeran afuera.
Su ira parece i n e x t i n g u i b l e. Si por casualidad te cruzas en su camino cuando
está encabronados, tu pronóstico de vida se ve en riesgo de ser reducido a
escombros. O de dañar tu salud, cruelmente. Una bala en cada rodilla es igual a
envejecer de la noche a la maña treinta años. Lo peor es cuando estalla la
matanza por cualquier rumor. Cuando la sospecha se siembra. Cuando circula la
información de que algunos compas están tirando contra, entonces los patrones
no andan con medias tintas, pueden matar a todos los de esa célula o de varias.
Si pierdes la mercancía lo pagas con tu vida. Si te incautan, lo pagas con tu
vida. Si te atrapan, mejor que te maten. Si traicionas, lo pagas con tu vida.
Si te atreves a tener una vieja más guapa que la que tiene el patrón, lo pagas
con tu vida. Una vez que los patrones te identifican como indeseable, no hay
forma de parar la cacería. Ante su ira, el mundo pierde perspectiva, la visión
que ofrece es la de un plano con figuras amontonadas y rotas. Entonces La
persecución será terrible. El apresamiento. Las madrizas. Antes de caer,
suplicarás que te maten. No por el dolor que te puedan causar, sino por el
terrible pensamiento, aún más lacerante, de que eso se lo puedan hacer a
alguien de tu familia. Juras lealtad. Dices cosas que –supones- agradaran al
verdugo. Acabas admitiendo más de lo que en verdad hiciste, suplicas, pides
perdón, te humillas… lo intentarás todo para que paren y terminen de una vez.
Pero no. Eso no es así. No puede ser así. Si crees que el martirio tiene un
final feliz, entonces no has comprendido nada. Te pueden desollar, quemar o
mutilar, y aún no será suficiente. Cada herida en carne viva es una muestra de
desprecio. Es una muestra de que no eres más que basura. Y puede ser que en
ocasiones te den una muerte rápida pero lo que no puede parar es el show de la
humillación. La teatralidad de la reducción es terrible: te bajan los
pantalones, te cuelgan en algún puente o arrojan partes de ti en distintos
puntos de la ciudad para que los policías se vuelvan locos armando el macabro
rompecabezas. Si te cosen a tiros en la cara es porque eras un galán enamorado
de las mujeres equivocadas. Si desprenden tu rostro, es una burla profunda y un
recordatorio para tu familia de quién hizo eso. Si te cortan los huevos y te los meten a la
boca, es que eras un soplón o un traidor. Si te entierran boca abajo, quiere
decir que te odiaban de verdad. Si te dan un disparo en la cabeza y tu cuerpo
está intacto es una señal de respeto y amistad… En este negocio no importan los
motivos. Solo enviar el mensaje. No hay lógica, sólo hay órdenes. Las preguntas
de los subordinados, son la confirmación de su estupidez. No hay nadie a quien
acudir, una vez que te señala el dedo de la sospecha. El mejor colaborador es
el colaborador muerto.
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