EVIDENCIA
Jorge
Antonio Díaz Miranda
Mayo 2014
Los horrores de la aniquilación se
presentan siempre con un sinnúmero de detalles técnicos, como en las antiguas
pinturas del infierno de un Bosco, un Brueghel o un Durero: el rostro de la
muerte apostada en la sombra, riendo de nuestras pobre ilusionas, saqueada la
expresión, vacíos ojos, tristeza y horror en el rostro. Inexorable pérdida, implacable
saña -a la que no le importa el honor, ni las promesas-, disolución y olvido
que se agita violentamente en el pozo oscuro de las inquietudes.
Variación
sobre un cita original de Ernst Jünger
Toda
la evidencia fue dejada ahí. A propósito. El aparente desorden era un libro de
muchas páginas que podía ser leído por cualquiera... dispuesto a poner atención
a los detalles. Impregnaba los pisos. Impregnaba las paredes. Fue llevada
intencionalmente de la sala al baño, de ahí a la recámara, luego a la sala y a
la cocina, los patios y el jardín. La danza macabra del horror. Los pobres
cuerpos frágiles yacían desolados en el piso con expresiones de dolor. Las
ropas ceñidas con primoroso cuidado contrastaban con los rostros bañados en su
propia sangre y los cuerpos desmadejados. Un amanecer rojo. Sirenas y
paramédicos, escuadrones uniformados
compuestos por policías y peritos, que se movilizaron tan sólo para
corroborar que ya era muy tarde. Los marcos desprendidos de las ventanas, las
chapas invioladas de las puertas de entrada, la gente que se agolpó en aquella
casa para destruir la escena del crimen. La hoguera de las vanidades se propagó
pronto en nombre del dolor. Pero ahí permaneció lo inexorable. La indómita
evidencia. La sangre derramada, inútilmente. El golpe de una muerte repentina,
masiva, contundente. Lesiones hechas con saña y barbarie. Cráneos hendidos,
cuerpos torturados, arrastrados hacia el martirio. Hundidos en la oscuridad.
Gravoso. Dantesco. Grotesco…
Toda
la evidencia fue dejada ahí como un mensaje. Para enterar a los vivos quien
había sido y cómo se hizo. Intencionalmente. En medio de un desorden aparente
un libro abierto que entre líneas dice algo muy específico sobre la maldad de
una voluntad oscura que se agita en la sombras, para anunciar que viene por
cualquiera, uno de estos días… Salpicaba los pisos, las paredes. Inscrita en
los espejos rotos, los marcos separados, los móviles aparentes y la certeza de
dos ausencias cuya materialidad yacía quebrada por un suplicio cruel. El
desorden aparente aguardaba páginas enteras de una oscura historia contada
entre líneas. Un texto para quien quiera leer la impronta de augurios sombríos
y tiempos aciagos, en la ciudad de pobres corazones, sacudida por el vendaval
de la codicia más despiadada. Memoria que se desvanece en el frío. Túmulos y
cirios. Flores y coronas fúnebres. Frías lápidas de mármol. Discursos de
palabras huecas y dobles intenciones enquistadas. Inútil muro de lamentos.
Lágrimas apostadas. Cálculos políticamente correctos. Hasta el dolor es
traficado para seguir justificando por otros medios la simulación de la
política. ¿Qui bono?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario