miércoles, mayo 07, 2014

EVIDENCIA



EVIDENCIA
Jorge Antonio Díaz Miranda
Mayo 2014



Los horrores de la aniquilación se presentan siempre con un sinnúmero de detalles técnicos, como en las antiguas pinturas del infierno de un Bosco, un Brueghel o un Durero: el rostro de la muerte apostada en la sombra, riendo de nuestras pobre ilusionas, saqueada la expresión, vacíos ojos, tristeza y horror en el rostro. Inexorable pérdida, implacable saña -a la que no le importa el honor, ni las promesas-, disolución y olvido que se agita violentamente en el pozo oscuro de las inquietudes.      
Variación sobre un cita original de Ernst Jünger

Toda la evidencia fue dejada ahí. A propósito. El aparente desorden era un libro de muchas páginas que podía ser leído por cualquiera... dispuesto a poner atención a los detalles. Impregnaba los pisos. Impregnaba las paredes. Fue llevada intencionalmente de la sala al baño, de ahí a la recámara, luego a la sala y a la cocina, los patios y el jardín. La danza macabra del horror. Los pobres cuerpos frágiles yacían desolados en el piso con expresiones de dolor. Las ropas ceñidas con primoroso cuidado contrastaban con los rostros bañados en su propia sangre y los cuerpos desmadejados. Un amanecer rojo. Sirenas y paramédicos, escuadrones uniformados  compuestos por policías y peritos, que se movilizaron tan sólo para corroborar que ya era muy tarde. Los marcos desprendidos de las ventanas, las chapas invioladas de las puertas de entrada, la gente que se agolpó en aquella casa para destruir la escena del crimen. La hoguera de las vanidades se propagó pronto en nombre del dolor. Pero ahí permaneció lo inexorable. La indómita evidencia. La sangre derramada, inútilmente. El golpe de una muerte repentina, masiva, contundente. Lesiones hechas con saña y barbarie. Cráneos hendidos, cuerpos torturados, arrastrados hacia el martirio. Hundidos en la oscuridad. Gravoso. Dantesco. Grotesco…


Toda la evidencia fue dejada ahí como un mensaje. Para enterar a los vivos quien había sido y cómo se hizo. Intencionalmente. En medio de un desorden aparente un libro abierto que entre líneas dice algo muy específico sobre la maldad de una voluntad oscura que se agita en la sombras, para anunciar que viene por cualquiera, uno de estos días… Salpicaba los pisos, las paredes. Inscrita en los espejos rotos, los marcos separados, los móviles aparentes y la certeza de dos ausencias cuya materialidad yacía quebrada por un suplicio cruel. El desorden aparente aguardaba páginas enteras de una oscura historia contada entre líneas. Un texto para quien quiera leer la impronta de augurios sombríos y tiempos aciagos, en la ciudad de pobres corazones, sacudida por el vendaval de la codicia más despiadada. Memoria que se desvanece en el frío. Túmulos y cirios. Flores y coronas fúnebres. Frías lápidas de mármol. Discursos de palabras huecas y dobles intenciones enquistadas. Inútil muro de lamentos. Lágrimas apostadas. Cálculos políticamente correctos. Hasta el dolor es traficado para seguir justificando por otros medios la simulación de la política. ¿Qui bono?

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