LA SOSPECHA QUE PERDURA

LA SOSPECHA QUE PERDURA

Jorge Antonio Díaz Miranda

Sábado 22 de febrero de 2014

Enrique Peña Nieto le debe tantos favores a TELEVISA que le da la exclusiva de lo que su gobierno ha denominado con bombo y platillo, la re-captura del capo más poderoso de México, Joaquin Guzmán Loera (a) el Chapo. Hasta el oficio noticioso llega la ola del clientelismo traficado entre las élites políticas y las empresariales. Favor con favor se paga y la exclusiva no podría otorgarse de otra manera… Lo obvio es que no podría ser tratado de otra manera, por el filtro que la empresa impone a sus noticieros en el que se destaca la labor de inteligencia de la marina, la policía federal  y desde luego la sagacidad del gobierno de EPN para cerrar el cerco en torno al supuesto jefe del cártel de Sinaloa. A trece años del espectacular escape del penal de Puente Grande, durante los aciagos tiempos del foxi-martismo y lo que sobrevendría con el infame régimen fallido de Felipe Calderón Hinojosa y sus 150 mil muertos, con 15 estados con presencia firme de células de cárteles; pareciera que las acciones del Estado mexicano tuvieran una inercia burocrática que oscurece procesos, procedimientos y la aplicación de normas vinculados con la seguridad. Lo anterior adquiere dimensiones más estruendosas si se piensa en la agresiva expansión del cártel de Sinaloa con presencia en Estados Unidos, Europa, Asia Central, África, Medio Oriente, India y China…si se piensa que el crecimiento de ese cártel ha generado ganancias fabulosas equivalentes al tripe del tamaño de toda la economía de México. No se puede pasar por alto ninguno de los aspectos anteriores y Estados Unidos presiona para que se aclare por qué y cómo se llegó a esto, quienes participaron en esto. La captura de Guzmán Loera no es un fin en sí mismo, es el medio por el cual el gobierno puede entender estructuralmente el problema del narcotráfico, su conversión en una empresa multinacional, cómo operan los flujos de dinero y sobre todo dónde están las redes por donde corren los flujos de dinero que se lava para convertirse en capital de negocios y empresas “legales”. Pero Estados Unidos no quita el dedo flamígero y quiere a toda costa una extradición. Le urge. La está buscando. Porque sabe de la tremenda corrupción del sistema de justicia en México, más infiltrado que la marina iraquí antes de la segunda guerra del Golfo Pérsico. Estados Unidos sabe que Guzmán Loera puede plantear desafíos a la justicia mexicana para la que no está preparada. Sabe que el gobierno mexicano tiene una tradición añeja de dispersar incómodas implicaciones sociales, económicas, jurídicas y sobre todo políticas para evitar que los cuates paguen haber vendido su alma al diablo… La extradición será un duro examen para la administración de EPN poniendo a prueba sus verdaderas motivaciones, la trascendencia y alcances en la nueva aprehensión del Chapo Guzmán. Apenas comienza y se vislumbra un largo y tortuoso camino de tensiones y controversias judiciales. Este es el primer paso hacia la escalada de tensiones con el poderoso vecino del norte.  Por lo pronto, algunos panistas tendrán mucho que decirle a la opinión pública, para desmentir lo que es obvio. Lo que todo el mundo sabe: haber inclinado la balanza para combatir a todos los cárteles menos al cártel de Sinaloa. Seguramente vendrán a decirnos que la demora se debe a los procedimientos de inteligencia y que las propiedades del capo se iban incautando desde las anteriores administraciones, pero lo que es un hecho es que a pesar de ello el negocio de la droga y sobre todo la de ese cártel creció a un ritmo acelerado hasta convertir a Guzmán Loera en uno de los hombres más ricos del orbe, según la revista FORBES. Por lo pronto la cacería de brujas ya comenzó con policías estatales y municipales, funcionarios y ex funcionarios que se perfilan hacia el cadalso, pero se debe apuntar más alto pues sólo así se explicará la descomunal concentración de poder y dinero.