JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Octubre de 2013
Por
azares de mi trabajo me dirigí al campus Chamilpa de la Universidad Autónoma
del estado de Morelos, el jueves 17 de octubre como a eso de las seis treinta
de la tarde. Una amiga me esperaba en la Facultad de Ciencias para acordar el
diseño de una página de internet especializada en tecnologías de iluminación
para jardines, salas de espera, zonas de descanso y vitrinas de exhibición. Por
razones de fuerza mayor no le fue posible atenderme y nos despedimos acordando
trasladar nuestra reunión para dentro de algunos días. Luego salí del campus
caminando por el circuito interior y pude observar directamente a varios
corillos de estudiantes –al menos eso supuse por la mochila, los libros o los
tubos de los portaplanos- que departían alegremente en los jardines o en las
zonas de descanso de las facultades o cerca de la torre de rectoría, en gran
jolgorio de alcohol y cigarrillos. Bajé hacia la zona de paraderos de
autobuses, rutas y taxis, atravesando el primer edificio donde aún se encuentra
la sala de rectores y las oficinas de la federación de estudiantes. Al llegar a
las escaleras encontré la misma escena pero un poco más disimulada, aunque más
allá, los estacionamientos pululaban de jóvenes que brindaban sobre sus coches, y lo mismo pasaba, por lo que pude mirar, en
las canchas de fútbol y baloncesto, a todo volumen la música “ranchera”. Me dio
curiosidad y seguí caminando hacia la puerta principal en donde está la estatua
de Morelos y otra de estilo moderno que representa la libertad del saber. Al
traspasar la reja amarilla de estilo carcelario estaban tirados tres alumnos, dos
hombres y una mujer jaloneándose pues querían levantar a otro de sus compañeros
(el cuarto) que recostado en el piso, lanzaba patadas y farfullaba. Seguí caminando
hacia la zona de las papelerías y los cibers
hasta llegar a la tienda del OXXO para comprobar que la Librería Bonilla ya
estaba cerrada. Arriba del OXXO hay un “antro” donde una multitud de
estudiantes cantaba a todo pulmón con una dicción inequívocamente ebria. En la
entrada del “antro” estaban cinco chavas llorando y dos de ellas habían
depositado recientemente sus jugos gástricos en el pavimento. Regresé cerca de
la entrada principal para tomar la ruta quince que baja por Chamilpa hasta la
Paloma de la Paz. Como no había ninguna en el paradero, me fui caminando por la
avenida Defensa Nacional. Vi el reloj y eran las 20:30 horas. La ruta no
llegaba y seguí caminando cerca del mercado. Ahí me encontré otros dos “antros”
llenos de “estudiantes” que lanzaban vivas a sus respectivas facultades,
Derecho, Humanidades, Contaduría y Administración, Ciencias Químicas... Afuera
de las cantinas había estudiantes en vivaques con todo y fogata bajándose unas
pintas de cerveza al aire libre, cantándole a la luna. En los patios alambrados
de las cantinas había éstudiantes tirados y algunos en sus coches con las
novias, las amigas o qué se yo. La gente del pueblo de Chamilpa que iba por las
calles murmuraban:
“y
eso que estudian”,
“la
Universidad es un burdel”,
“lo
único que van a aprender las señoritas es a abrir las piernas por un alcoholito
travieso”,
“ya
que los muchachos llevan lo suyo entre pecho y espalda se drogan y luego se
andan peleando”,
“la
universidad solo está en sus aulas, el resto es una cantina”
“¿No
que el rector es muy cristiano?, entonces por qué permite que sus estudiantes
den estos espectáculos”,
“luego
los maestros y maestras también andan con la bola. Todos son bien briagos”,
“Fijesé
señor – me dice una señora de sesenta años- no debería andar caminando por aquí
solo, porque luego hay gente de camionetas que se llevan a los muchachos a
seguir la fiesta a otro lado. Tenga cuidado”.
Y
en efecto el espectáculo que dan los universitarios es patético y eso que hoy
es jueves. Tal vez mañana se ponga peor. Aclaro desde ya una cosa. A mi
generación también le gustaba el alcohol y también hacíamos fiestas, pero la
verdad es que siempre faltaba el dinero y eran fiestas de cada que se podía y
solo en fines de semana. Lo que está pasando ahora es generalizado y da una
impresión desagradable y decadente. Nuestra generación tomaba alcohol sí, pero
fuera del campus y dentro de la casa de los amigos. Hoy se practica un
alcoholismo compulsivo y al aire libre. Tendríamos que preguntar a las
autoridades universitarias, a las autoridades del municipio de Cuernavaca y al
gobernador porque estos dispendios lamentables a cantinas que a leguas se ve
que operan irregularmente, invadiendo las calles y sin controlar la
disponibilidad de bebida que distribuyen a los estudiantes. Lamentable aire de
decadencia para la máxima casa de estudios cuya federación de estudiantes se
enorgullece en sus oficinas centrales de haber invitado a la “chupitos” (dato
verídico) porque “ese” es el tipo de “cultura” que tienen los federados.
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