TROPA DE ÉLITE
DE JOSÉ PADILLA
By Jorge Antonio
Díaz MIranda
Martes, o6 de junio de 2012
Las Guerras de Río de Janeiro se intensifican con la
expansión global del crimen y el crecimiento exponencial del desempleo y la
pobreza; pese a la jauja luliana, la belleza turística de Ipanema y la cadencia
sensual del samba. Ser negro en la capital turística sudaca es igual a ser
considerado un criminal y un proscrito. En cambio, ser rubio significa tener acceso directo a otro mundo,
es como tener las llaves de la ciudad. Según el último recuento (2011), hay como 550
organizaciones no gubernamentales (ONG´s) trabajando en las favelas de Río,
intentando, contra todos los pronóstico, reincorporar a los marginados en la
construcción participativa de la aún neo nata democracia brasileña. Aunque los
enfrentamientos de los últimos años, los escuadrones de la muerte y los
comandos de ejecución de las bandas armadas ilegales, aunado a la inmensa
corrupción del sistema judicial; detienen en muchos puntos está labor titánica
de las causas perdidas. Dice Andrés Ordóñez que antes del estreno de la
película de José Padilla, Tropa de Élite, el escándalo ya estaba en curso por
tratarse de un material altamente polémico, el cual podía tomarse por los círculos
conservadores y democráticos como una auténtica abogacía del diablo. En efecto, ningún sector del
diverso espectro político de Brasil podía sentirse a gusto con la versión del
cineasta Padilla, vamos, ni siquiera el sector progresista políticamente
correcto y menos aún el ala de los universitarios. En primer lugar, porque se trata
de un alegato que denuncia la impostura de los que denuncian. En segundo lugar, porque cuestiona desde dentro las entrañas de los cuerpos de seguridad, considerados como
otra organización criminal. En tercer lugar, porque pone sobre la mesa la duda
razonable de la labor humanitaria de algunas ONG´s, que, para desarrollar su
trabajo, deben pactar con las pandillas que controlan las favelas. Si la
película antes de estrenarse ya era objeto de una polémica acalorada, en su
estreno las voces del escándalo no se contuvieron en manifestaciones exageradas,
todas documentadas puntualmente por O´globo y otros medios importantes. Lo
menos que los “críticos” dijeron de la película es que se trataba de una
apología fascista, incitadora de la violencia, pesimista y tenebrosa; lo que en
definitiva contradecía la versión oficial de prosperidad y su utopía triunfalista marca economía emergente BRIC. En medio de este prurito efectista y la vocinglería de amables
apelativos dirigidos en primer instancia contra José Padilla (Director y Guionista),
un elemento fue constante, el consabido y muy recurrido recurso de mirar la
paja en el ojo ajeno, similar en bajeza a los vergonzantes elogios con los que las clases
altas de Río, celebran la ejecución de un habitante de las favelas (sin
importar que haya estado fuera de las bandas criminales). Pura hipocresía
reactiva pues que quiere poner en el centro, con el argumento de la
veleidad y la superficialidad. Porque al final de cuentas, la corrupción existe y el aumento de la criminalidad es posible a la colaboración no gratuita de
la policía, los agentes, jueces y ministros que administran el sistema de
justicia. Pero los ciudadanos de pie, los que padecen el impacto directo de la
criminalidad, si supieron reconocer el demoledor realismo que retrata la
película al poner en el espejo algo que es tan evidente en los últimos años: la corrupción
del cuerpo policíaco más extendido, el de la policía militar. Pero no
sólo. También revela el doloroso hecho de que algunos miembros universitarios de algunas ONG, crean ingenuamente que tan
sólo con leer a la Michel Foucault, Norberto Bobbio, Darcy Ribeiro o Eduardo
Galeano, estén en posesión de solucionar complejísimos problemas de la sociedad brasileña tan altamente estratificada. Enfoque cándido, ingenuo y
perverso (todo en uno), en el que no se ven ellos mismos, los jóvenes acomodados de
la clase alta, como parte de la maquinaria detonante de la violencia social. Como dice el mismo Padilla: "los bacanas bien intencionados piensan que pueden dedicarse a salvar negritos y
al mismo tiempo “rolar” entre ellos la bacha cannabis o la coca o el polvo
de ángel, en un gesto de aliviane y en buenísima onda y pasar como
revolucionarios, sin que pase nada". Idea más lejana de la realidad, pues como dice un miembro del BOPE (Polícia de Bloque o fuerzas especiales), dirigiéndose a uno de esos carilindos bacanas: “ustedes no tienen ni las más puta
idea de lo que pasa… por cada gramo que consiguen o cada porro que circula,
mueren niños y jóvenes de los barrios más pobres (las favelas); y el comercio sigue, y la
corrupción, y la mierda, y el horror. Y todo eso pasa mientras ustedes están sentados
en sus lujosos apartamentos masturbándose con la idea de ser los salvadores del
mundo”.
De modo que, amable lectora o lector, vea la
película de José Padilla, Tropa de Élite, y entérese de que México no es el
único país indeseable donde los políticos, los jueces, magistrados y la
policía, se hacen pendejos para no hacer lo que les corresponde, es decir, atender las
causas y no los efectos. Amén.
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