viernes, febrero 25, 2011

LA DICTADURA Y EL INTERVENCIONISMO SE DEBEN LARGAR DE ORIENTE MEDIO

La gran melee de ineptitudes europeas contrasta con el aparente pasmo norteamericano, y ambas actitudes se entrelazan en una fallida y ambigua política, que día tras día derrama inútilmente ríos de tinta diplomática. Como ha sucedido en anteriores ocasiones los intelectuales han sido sorprendidos por los aires de renovación que galopan precariamente en las alas de una inmensa tormenta del desierto, dentro de la cual, es difícil aún discriminar tendencias de evolución a corto, mediano o largo plazo. Lo cierto es que, después de estas revueltas sociales, el mundo árabe no será más lo que ha sido y ello en detrimento de los intereses externos -europeos y estadounidenses- que danzan asustados en medio del tumulto y la sombra del desabasto petrolero. Sí bien es políticamente correcto anteponer los derechos humanos fundamentales a todo abuso de poder, este argumento ético se ha devaluado rápidamente pues quienes suelen erigirse como jueces -otra vez Europa y Estados Unidos- han sido, históricamente hablando, los mayores genocidas y conspiradores para suprimir con la barbarie bélica cualquier pretensión de respeto a esos derechos fundamentales. La matanza perpetrada por gobiernos no alineados al ordo mundi que impone el stablishment en escena, es transformada mediáticamente en un holocausto que recuerda las peores épocas desde las invasiones bárbaras hasta el nazismo, dejando de lado temas tan escabrosos como los abusos de la OTAN en la ex Yugoslavia, la carnicería rusa en Chechenia, la matanza de civiles inocentes de los hebreos en Beirut, las salvajadas norteamericanas en Irak y Afganistán, por mencionar sólo algunos ejemplos recientes. El problema central de Medio Oriente no es solo la presencia de los dictadores locales, sino la política intervencionista tanto europea como estadounidense, que ha desequilibrado la zona y la ha sumido en el atraso democrático, y esto desde el final de la segunda guerra mundial del siglo XX hasta nuestros días. Desequilibrio que provoca la carrera armamentista de Israel, el terrorismo, la pobreza y la contención social, la dependencia económica y el tráfico ilegal de todo tipo, en cuyo eslabón final de la cadena siempre encontraremos prominentes corporaciones trasnacionales, alemanas, británicas, italianas, estadounidenses, etc. La sangre árabe es un gran negocio para occidente, al igual que la guerra y la oscura producción petrolera. Sí bien Muammar el Kadafi debe hacer maletas e irse, el intervencionismo también tendrá que largarse con toda su cauda cleptocrática, mentirosa y anacrónica.
Jorge Antonio Díaz Miranda
Viernes 25 de febrero de 2011

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