Crece el número de voces de escándalo que exigen mesura en Egipto. Las viejas fuerzas reaccionarias claman por conciliación aunque notifican a los opositores de Hosni Mubarak que no admitirán elecciones anticipadas. Desde tiempos remotos la adivinación y la represión van de la mano en la praxis política de las élites gobernantes de Egipto. En los tiempos modernos, las pitonisas del óraculo del shock económico, Hilary Clinton y Angela Merkel pretenden conjurar con labia incendiaria los fantasmas de una transformación en el mundo árabe, los cuales restarian lonjas al abultado poder de occidente. La prótesis tardía de la diplomacia pacificadora -que no condenatoria-, está envuelta en un engañoso palio de reconciliación, pues en el fondo implica imponer reglas, candados y trampas, para que todo siga igual. No es necesario insistir que el fugitivo faraón que aún se aferra al gobierno en el Cairo, está siendo sostenido por los intereses estadounidenses, que no se irán de la zona sin cobrar un elevado peaje de control y sometimiento. Lo nuevo de éste contexto enrarecido es la nueva correlación de fuerzas que impera, en el que la pax norteamericana ya no es preeminente ante la emergencia de China y otras naciones. La intervención militar sería activar una revuelta mayor de incalculables costos estratégicos para USA, Israel y aliados. La difundida tesis del caos sin Mubarak provino directamente de las oficinas de la Sra. Hilary Clinton, con el visto bueno para iniciar una masiva represión encubierta.
Jorge Antonio Díaz Miranda
Sabado 05 de febrero de 2010.
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