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BY JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO, 2008)
Reconozcamos el hito histórico que la nación estadounidense ha logrado con el ascenso de un político de color a la silla presidencial. Pero recordemos que existen por lo menos dos antecedentes de políticos de color ocupando puestos clave dentro del gobierno norteamericano, Colin Powel y Condoleeza Rice, además de algunos miembros prominentes del senado. Por cierto, sólo el general multi condecorado Powel fue quien más hizo por que Estados Unidos se ciñera al Principio de Multilateralidad en el complejo ámbito de la Política Exterior. Otra historia fue la de la lúgubre "Condi" quien nada más al llegar como asesora presidencial se transformó en otro halcón más del montón que inflamó la guerra en el ya de por si enfermizo pensamiento bélico del junior Bush. Rn los hechos la inclusión de distintos grupos raciales en los niveles de gobierno no ha significado cambio de fondo en el modus operandi del imperio. Si bien la elección de Barack Obama es una escalada positiva en la peripatética democracia yanqui, esto no constituye en sí una revolución, como pretenden presentarlo comentaristas, analistas, politólogos y fans de todo el mundo. NO ES UNA REVOLUCIÓN. Y no lo es porque en la tierra del esfumado great dream denominado American Way Of Life, los contrapesos del sistema económico ya están fijados y amarrados a un orden viciado de corporaciones que lucran con la guerra, el hambre y la enfermedad del resto del mundo, incluyendo sus compatriotas. Si bien es cierto que las corporaciones, monopolios y emporios no tienen nacionalidad, también lo es que guardan muchas ligas con los Estados Unidos de Norteamérica, principalmente con su complejo militar-industrial. Desgraciadamente para los partidarios y entusiastas que han ofrendado su confianza al recién elegido presidente con la misma ingenuidad con la que se firma un cheque en blanco, Obama enfrenta una seria problemática que puede sumir en la inmovilidad cualquier intento de reforma social, política o económica. Las buenas intenciones de tres años no podrán hacer retroceder los efectos provocados por años y años de especulación financiera, quiebras fraudulentas, desconfianza, competencia desleal y proteccionismo, y todo desde un modelo económico inflado e inestable. La recesión mundial ya es una realidad en la que cualquier convenio multinacional corre el riesgo de convertirse en letra muerta. Ese es parte del gran desafío que enfrentará Obama y del cual no creo que salga bien librado. Por otro lado, el tan cacareado retiro de las tropas estadounidenses de Irak y Afganistán no se podrá concretar hasta dentro de dos años por lo menos, período en el que se tendrá que realizar un intenso trabajo diplomático para amortiguar el profundo efecto de las cicatrices bélicas, buscando acuerdos y negociar razonablemente la reconstrucción del tejido social. Sin embargo habrá que tomar en cuenta que el caos estadounidense introducido al delicado equilibrio de medio oriente dejará todavía una larga secuela de odios, confrontación y abusos.
Un escenario de urgente atención es la reconstrucción de la deteriorada imagen Norteamerica después de décadas de abuso imperial, después de una injustificada lucha contra el terrorismo con inexistencia de armas de destrucción masiva. Sólo que, llevar a cabo esta operación de tardía prótesis tiene como pre requisito insoslayable sentar en el banquillo de los acusados a George W. Bush. Tarea para nada sencilla, casi imposible, quizá irrealizable. Pero si Obama desea sentar un precedente real y no ideológico del liderazgo democrático norteamericano deberá procesar al aún presidente Bush por crímenes de lesa humanidad, abuso de poder, tráfico de influencias, corrupción, negocios ilícitos, quiebra fraudulenta de la economía mundial, obstrucción de investigaciones federales con respecto a los atentados del 9/11, omisión intencionada de responsabilidades en el desempeño de sus funciones. Y en la misma línea deberá de entablar juicios en contra de Donald Rumsfeld, Dick Cheney, Condoleeza Rice por los capítulos vergonzantes de abuso sistemático a los prisioneros de guerra con la violación eminente del Convenio de Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra, y además por el manejo irresponsable de la alarma terrorista que polarizó a la sociedad estadounidense y la sometió a un estado inducido de paranoia masiva. Todo lo anterior sería al menos un buen comienzo de una revolución real y no la repetición perversa de un período más de simulación. Barack Obama comienza de cero y posee en sus manos un instrumento de poder que ha sido capaz de subvertir el orden internacional, ahora ese mismo instrumento puede servir para construir un método de hacer política alejado de toda la inmensa corrupción del stablishment. De todo lo anterior se desprende la cautela y el escepticismo del autor de estas líneas porque se antoja que nada de esto realizará el Presidente Electo. Ojala que me equivoque.
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