viernes, marzo 06, 2009

EL BARCO HACIA NINGUNA PARTE


JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA 2009
I. Esta semana y la anterior, me alcanzaron varias noticias que me provocaron un desmesurado gesto de esceptiscismo. en primerísimo lugar el informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en el cual se describe la condición que guarda la violencia en este lado de la frontera, no disociada de la guerra contra el narcotráfico que lleva a cabo con bombo y platillo el gobierno de México. Las punitillosas observaciones hechas por el gobierno estadounidense derriban el optimismo felipista pues señalan con datos específicos los errores de operación del gobierno mexicano, la impresión entre la población de que el ejército no tiene posibilidad de ganarle a los narcotraficantes, los atropellos en materia de derechos humanos y finalemente pero no menos importante, la corrupción al interior del poder judicial de la federación. Por supuestpo que es fácil constatar que, pese a los aciertos del citado informe, es manifiesto que, aún en el gobierno de Barack Obama, la posición analítica de la cual parte el gobierno estadounidense continúa en la línea de la anterior administración, es decir usando la doble moral y evadiendo su corresponsabilidad en el resguardo de la frontera. Esta impresión crece en dimensión y significación si recordamos dos aspectos: uno, que las armas que utilizan los cárteles mexicanos vienen desde Estados Unidos, y, dos, que el mercado final de consumo de drogas se realiza en el interior del territorio norteamericano. Ahora bien, el reporte del Departamento de Estado evade en todo momento cuestionar a la anterior administración del inefable George W. Bush, quien directa o indirectamente permitió ese trasiego descomunal de avíos para la delincuencia organizada mexicana, y más aún, la instalación de células operativas de los cárteles mexicanos en distintos estados de la unión americana. El reporte citado tampoco dice nada al respecto de la corrupción que hay en las dependencias del mismo gobierno norteamericano, lo cual, hizo posible llegar a la situación actual donde el Estado mexicano, pero también el Estado norteamericano, están rebasados por el problema. II. Por este lado, la reacción de Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de México, ante las afirmaciones del departamento de Estado norteamericano, nos hace pensar en un hombre que responde visceralmente, que revelan severos límites en cuanto inteligencia..como un hombre sorprendido en la mentira, la simulación o la negación de la realidad. Un hombre de Estado que apela a un argumento endeble de soberanía y no injerencia, ante un problema de naturaleza interméstica (es decir que rebasa un territorio o una nación). Un hombre que cifra todas sus esperanzas ilusamente en la ayuda incondicional del poderoso vecino del norte, sin que ese vecino cuestione, critique o denuncie las profundas equivocaciones que ha cometido el gobierno que él encabeza. Un aspecto delicado del informe norteamericano fue el concerniente a las violaciones de los Derechos Humanos perpetradas por las fuerzas de seguridad, tanto militares como policíacas, que tanto Felipe Calderón, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como los gobiernos estatales, panistas, priístas y, ¿cómo no?, perredistas, se han negado a reconocer reiteradamente. III. Por cierto y como un aspecto sospechosista adherido a la impresión de tremendos dislates calderónicos-empanizados, está el hecho de que muchos de esos errores estratégicos registrados en el despliegue del ejército hacia las calles, es premeditado, y obedece más bien a un no muy bien cálculado plan de represión e intimidación de la población si es que decide oponerse al rumbo de este barco cuyo capitán parece haber perdido el rumbo y lo único que se le ocurre es quemar las naves de forma premeditada. En esa lógica de la renuncia potestativa a dirigir el país en bien de las mayorías, Calderón apuesta a una intervención más directa del ejército en asuntos cada vez más lejanos de la tan cacareada guerra contra el crimen organizado, asuntos más cercanos a la contención del malestar social y la oposición creciente que puede sobrevenir ante la agudización de la crisis económica. Desde el final del gobierno -con votas- del matrimonio Fox ya estaba en curso tentativas de involucrar al ejército en actividades de contrainsurgencia, primero introduciendo a mandos de las fuerzas armadas en sitios clave del poder judicial y sobre todo en las formaciones federales de la policía, para hacerse cargo de operaciones especializadas. Un poco más tarde, la fórmula de contención para disuadir o desintegrar movimientos sociales, fue muy bien emplazada para reprimir el movimiento campesino en Atenco y al movimiento magisterial de Oaxaca. Y ya en los tiempos de caldera y cuchillo que corren hoy con esta segunda edición del pani$mo-franquicia all for sale, la directiva sigue en pie y ha sido utilizada en la represión del movimiento magisterial de Morelos, en el blindaje de la Cámara de diputados cada vez que aprueban reformas impopulares, y, tal vez, en contra el movimiento opositor de Andrés Manuel López Obrador. En suma tenemos el ejército en tareas que no le corresponden y ello por el abuso de un mandatario que se ampara mañosamente en sus facultades de comandante supremo de las fuerzas armadas. IV. Por si todo lo anterior fuera poco, esta misma semana el Procurador General de la República Eduardo Medina Mora pide a los medios masivos de comunicación, "auto regularse" para que, desde su perspectiva, no sirvan esos medios como ecos gratuitos al crimen organizado. Sin mencionar la lógica un tanto torcida que parece guiar este silogismo de premisas menores, pareciera que el poder ejecutivo y la parte operativa del judicial coinciden en que, en medio del desastre, es mejor fabricar una imagen que exige, como requisito de ser implantada, desde un dominio normativo y por el puro dictado del poder, coherencia y lealtad hacia la investidura presidencial, arguyendo además, bajo un matiz que tiene todo el sentido de una amenaza, que eso será lo mejor para todos: ciudadanos, empresarios y gobierno. Como se ve esta forma corresponde a una empobrecida visión gerencial de política fashión publirrelacionista, propaganda de supermercado o teletón en auxilio del gobierno; pero no a una política de Estado, ni está a la altura de lo serio de la situación. Como lo han señalado ya reiteradamente fuentes periodisticas de España, Inglaterra y Los Estados Unidos, la ciuda mexicana de Ciudad Juárez es el paradigma del fracaso de la política que en materia de seguridad despliega el gobierno de Felipe Calderón. Según se ve es más fácil lograr resultados efectivos con campesinos y maestros desarmados que lograr algún triunfo contra los cárteles equipados con tecnologías de última generación en ámbitos como las telecomunicaciones, armas, transporte, infraestructura y recursos financieros inagotables. V. La imagen es primero sobre todo lo demás, incluso sobre la misma realidad. Ese es ele pnesmiento de ediles de poca monta y visión cuasiempresarial, como la del mequetrefe Jesús Giles de Cuernavaca, quien se propone con su reforma al Bando de Buen Gobierno y Policía defender el santo grial del negocio a través de mostrar una imagen "decente" y "limpia", rescatando a Cuernavaca de los indígenas y los limpiaparabrisas. Puro Folclor local de quien pretende distraer a la ciudadanía con cuentas de vidrio y lajas de ínfimo valor. Tal vez por eso, el comedido Giles se apresta a poner una mini limpieza étnica mal simulada o expulsión de estratos marginados del sacrosanto centro de la ciudad de Cuernavaca: "porque Cuernavaca debe evolucionar de acuerdo con los deseos de los cuernavaquenses", dice en su paupérrima jerga el edil engallado.

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