Desde marzo de 20002 los grandes activos de los servicios de inteligencia de Estados Unidos habían informado lo que ahora es un hecho confirmado: la guerra contra el narcotráfico en México no tenía ninguna posibilidad de éxito. El fabuloso negocio de 30 mil millones de dólares al año y la ampliación de la red de negocios a escala internacional, demuestran con notable elocuencia el crecimiento comercial de este sector informal de la economía en México. La reducción de la preeminencia de los cárteles de Colombia a favor de un predominio de los cárteles mexicanos es también una evidencia del tipo de control, fuerza de penetración y eficacia operativa de la estructura de distribución y apropiación del mercado. Por otra parte, es evidente que una guerra que sostiene el Estado mexicano con el puro argumento de la fuerza y las supuestas alianzas con el vecino del norte, constituye una estrategia fallida de incalculables costos sociales. Estados Unidos conoce la historia reciente de México en la que la simulación y el doble sentido constituyen prácticas ampliamente arraigadas en la clase política mexicana, por lo que se entiende que la guerra contra el narcotráfico en nuestro país está llena de errores premeditados, leyes deficientes y una ingeniería de evasión de la ley al servicio de las élites. Estados Unidos sabe que el narcotráfico ha penetrado sectores estratégicos de la economía mexicana: el sector financiero, los monopolios empresariales, el fútbol, la alta burocracia estatal y las élites económicas, políticas, clericales, militares y policíacas. Estados Unidos sabe que la estructura de los distintos cárteles mexicanos está intacta y que la violencia constituye sólo un kit de distracciones para alejar la atención de las "estructuras funcionales"; por ello la CIA y el FBI concentran su interés estratégico en la línea fronteriza, las rutas de trasiego en el pacífico y el caribe, además de establecer con exactitud la logística a través de la cual se mueven las droga, las armas y el dinero. Estados Unidos no apuesta a una política de terror y sobrecogimiento, su intervención en México y centroamérica será prolongada, calculada y sistemática. Estados Unidos ha comprendido que el control de las fronteras es la única posibilidad de resguardar la seguridad nacional en tiempos en que la guerra contra el terrorismo se ha hecho peligrosamente silenciosa aunque visible y otra vez amenazante para su vulnerada y frágil seguridad.
A partir de febrero de 2003 Estados Unidos conoce el tipo de elementos de seguridad que compran los cárteles mexicanos, se trata de elementos de las fuerzas especiales del ejército, fuerza aérea y marina armada de México, mandos operativos y de información de la polícia federal preventiva, funcionarios de inteligencia de la secretaría de gobernación, polícias estatales y municipales responsables de operativos de ubicación y seguimiento de narcotráficantes... Así mismo la CIA conoce el número exacto de desertores y elementos de seguridad que se han dado de baja por motivos "personales", así como los cárteles donde están enrolados, las plazas en donde se ubican y las distintas funciones que llevan a cabo en sus "nuevos trabajos".
A partir de febrero de 2003 Estados Unidos conoce el tipo de elementos de seguridad que compran los cárteles mexicanos, se trata de elementos de las fuerzas especiales del ejército, fuerza aérea y marina armada de México, mandos operativos y de información de la polícia federal preventiva, funcionarios de inteligencia de la secretaría de gobernación, polícias estatales y municipales responsables de operativos de ubicación y seguimiento de narcotráficantes... Así mismo la CIA conoce el número exacto de desertores y elementos de seguridad que se han dado de baja por motivos "personales", así como los cárteles donde están enrolados, las plazas en donde se ubican y las distintas funciones que llevan a cabo en sus "nuevos trabajos".
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