viernes, agosto 09, 2013

PEMEX: SOBRA LA POLITIQUERÍA FALTA DEBATE


PEMEX
SOBRA LA POLITIQUERÍA FALTA EL DEBATE

JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
09 de agosto 2013

Los meses previos han sido de un tenso posicionamiento vocinglero en los medios por parte de la troika partidista, PRIPANPRD, para difundir a los cuatro vientos sus respectivos diagnósticos, escenarios de quiebra y alternativas de modernización para “salvar” a PEMEX de la inviabilidad financiera.

Al coro de la partidocracia se ha unido las voces “autorizadas” de “expertos”, analistas líderes de opinión y hasta el Consejo Coordinador Empresarial, para exigir la apertura de la paraestatal al sector privado.

El tono de las tensiones subió en las últimas semanas con entrevistas concedidas a los presidentes de los tres grandes partidos, líderes de las bancadas, senadores, etc., en los principales noticieros televisados y radiados, utilizados por estos actores como medios para “litigar” la validez de sus posturas ideológicas, y, auto conferir legitimidad a sus “propuestas”. El alboroto y el escándalo se abre paso entre la clase política por el manejo de tiempos impuesto por el gobierno de Enrique Peña Nieto que “parece” no tener prisa para presentar su propia iniciativa de reforma.

Pero la  verdad es que lo se ha dejado ver, lo que se filtra como “información” para el dominio público pone de manifiesto mucha paja y poco contenido. Discursiva y narrativamente se elude abordar los problemas y sus determinantes causales, las explicaciones de cómo PEMEX ha llegado a la situación actual, y la forma en que históricamente la empresa paraestatal ha sido utilizada para mantener la bonanza de la clase política y empresarial de este país. La uni direccionalidad mal intencionada con la que se señala de forma insistente al sindicato como principal responsable del despilfarro de los recursos petroleros, pretende hacernos olvidar capítulos históricos  recientes y no tan recientes en los que PRI y PAN han utilizado los recursos petroleros para financiar sus campañas políticas. Pretende hacernos olvidar que el régimen fiscal de PEMEX le obliga a entregar a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público más del 50% de sus ingresos, los cuales nunca se sabe a ciencia cierta para qué son utilizados y cómo han contribuido al desarrollo social o económico del país.

Por otro lado hay un consenso discursivo unívoco, de partidos, expertos y líderes de opinión,  el cual pretende hacernos creer que la única solución viable para la paraestatal consiste en “formalizar” la participación del sector privado en áreas clave como la exploración, la refinación y todos los sectores derivados de la petroquímica; alegando que en los hechos ya es así sin “menoscabo” de la soberanía nacional. El único problema con tal “sentido modernizador” es que se ha convertido en una trinchera transexenal que se evoca cada vez que sale a la luz el “esquema operativo retrogrado de la producción petrolera”. El golpeteo mediático con “debates” arreglados conduce a final de cuentas a la conclusión de que son los políticos y sus redes de intereses a quienes interesa privatizar los sectores clave de PEMEX. El asunto es que, justo esa visión piensan implantarla con la “mediocracia” del voto legislativo sin importar qué piense la gente o incluso si está en contra. Desgraciadamente esa es la piedra filosofal de la política a la mexicana, una pura simulación de representación de los intereses públicos  y una votación arreglada entre las cúpulas que después saldrán a decir, “generosamente” apoyados por las televisoras y medios masivos de comunicación, que lo que hicieron fue por el “bien” de México. 

Pero aún cuando se clarifique tal sentido en las propuestas de la partidocracia dominante, otra vez faltan las razones, las explicaciones, los argumentos de por qué precisamente “ese” camino sea el único que puede “eficientar” la producción petrolera y catapultar a la empresa hacia niveles de calidad internacional. Falta, además, legitimar el argumento de la privatización a partir del tipo de beneficios que la ciudadanía obtendría directamente, como por ejemplo, precios de gasolina más accesibles tal como correspondería a un país productor de hidrocarburos. Además, deben explicarnos los políticos por qué el marco regulador de la participación privada va después de la apertura de PEMEX a ese sector. Abrir PEMEX a la inversión privada es tanto como otorgar a los particulares un cheque en blanco. En todo el mundo se han tenido problemas con los consorcios petroleros privados precisamente por que la desregulación con la que operan los inmuniza de indemnizar a los países  por desastres en su forma de operar la extracción, y en prueba de ello baste citar el caso British Petroleum y el accidente con la sonda Deep Water Horizon. Las normas de regulación de Estados Unidos no alcanzaron para imponer a este gigante petrolero ni la mitad del costo de los daños provocados bajo el esquema de multas, y esto significa solo una cosa: el poder de las corporaciones petroleras sí alcanza para doblar a los gobiernos.

Falta en el debate de la apertura petrolera una comparación de vías: el camino de la privatización vs alguna otra alternativa. La repetición insistente de que privatizar es lo mejor pretende imponernos una sola visión, un solo camino, y en México sabemos hacia dónde conduce eso: por ejemplo a monopolios estilo Telmex o al duopolio de las televisoras o el abusivo esquema de CFE…
Un debate serio debe incluir una evaluación los más completa posible y eso significa comparar casos de países que han regulado a las compañías petroleras manteniendo la soberanía en la administración de su recurso, con aquellos otros casos -que por desgracia son mayoría- en que la regulación está ausente. Se necesita pues un debate más amplio que ponga en la mesa todas las alternativas y no tan solo la que la clase política defiende como “viable”: en ese sentido la impresión que nos deja su insistencia  es que justo el tipo de modernización que prefieren no les exige pensar ni trabajar. En tal sentido la sociedad debe exigirles hacer eso al gobierno y a los legisladores, “trabajar y pensar” y no sólo montarse en el sonsonete acostumbrado de las descalificaciones, las amenazas y el escándalo del nacionalismo ultranza.

Una buen comienzo para pensar otra alternativa pasa necesariamente por las siguientes condiciones: eliminar el régimen impositivo de PEMEX, invertir en una petroquímica propia con ayuda de las universidades públicas, automatizar la exploración y la producción, regular la participación del sector privado que no rebase más allá de un 30% del costo de la inversión total, tasar con multas equivalentes el impacto ecológico de las operaciones de exploración y producción, que los políticos saquen sus manos de la paraestatal y que se auditen las cuentas de la dirigencia sindical para redistribuir las ganancias petroleras hacia una inversión para el desarrollo social de nuestro país. Brasil, Noruega, Rusia e India nos indican que hay otras alternativas mejores que solo privatizar.     

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