AYER NO
TERMINA NUNCA
Jorge
Antonio Díaz Miranda
Mayo 2013
Llena de nostalgia y tristeza, esta película
registra el reencuentro de una pareja que años atrás, durante su fallido
matrimonio, se les muere su único hijo. Pero el nuevo acercamiento está lleno
de la sombra del pasado que se reedita desde una reflexión que ahonda en las
causas, las omisiones, la desesperanza pero sobre todo, en el fantasma de la
ternura que murió prematuramente: “Me daban ganas de lanzarme a la mirada de
sus ojos, como a una cascada de agua turbulenta…lo extraño tanto que mi corazón
añora otros días ya idos sin importar el momento del ahora”. Sin duda hay
muchos elementos narrativos que se repiten, citas y fragmentos de poesía
cinematográfica que ya han sido utilizados por otros directores y guionistas,
pero la nueva puesta en escena los traslada a una reinterpretación semiótica
más amplia, más compleja, y aunque suene a paradoja, más directamente humana.
El alegato de la culpa y la negación a la redención no son posturaciones
pasivas, antes bien, se trata de un nihilismo reactivo, intenso y eufórico, que
busca reconocerse y reactivar el sentido de la vida -si es que hubiere alguno-,
desde el dolor, negándose por otro lado a la comodidad del olvido. Pero no es
obsesión, sólo una reconstrucción de perspectivas en coexistencia con la
ausencia. No es un duelo que dura toda la vida, sólo nostalgia de esos días en
que una sonrisa o una mirada, era el llamado de la vida como una liberación.
Vale la pena sumergirse en esta visión del desencanto, pues de vez en cuando el
dolor, aunque amargo, también nos hace crecer y ser más directos, si después de
todo y en definitiva, esta es la única vida que tendremos en la perspectiva del
nunca jamás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario