GRACO RAMIREZ Y
EL DESMANTELAMIENTO DE LA CIUDADANÍA
By Jorge Antonio
Díaz Miranda
Martes, 17 de JULIO de 2012
Al sumar, restar,
multiplicar o dividir, el resultado de la politiquería siempre será la des - ciudadanización.
Los profesionales de la política cero se instalan cómodamente en la
reproducción social que les confiere su derecho de sangre – no sometido al
mandato popular-, para parasitar el presupuesto hasta que sus desdentadas
quijadas harán gala de seniles babas, y pasaran la herencia a sus hijos,
sobrinos, nietos o amantes, habilitados como arietes de lobbys de presión para
perpetuar sus privilegios. Fue en septiembre y octubre del año 2011 cuando la reforma
política se instaló en el cinismo, denegando a los ciudadanos de este país el
derecho de participación política. Los
tres grandes partidos, PRI, PAN y PRD acordaron convenientemente que la
participación social sólo era posible a través de los partidos políticos, fuera
de esos institutos la vía estaba cancelada. El giro de inequidad estaba
zanjado, la antidemocracia sembrada, la tela de la corrupción y el clientelismo
emplazadas. Si bien en sexenios anteriores el desmantelamiento de los espacios
ciudadanos era un proceso sistemático, en el último se consumó como un hecho inexorable
y ni siquiera el reclamo de las familias
de las 85 mil víctimas de la violencia fue escuchado. Desde luego que, este cerrojo fue pensado con
dos propósitos específicos. Primero, suscribir a lentos y burocráticos cauces
institucionales las quejas ciudadanas, acotando con barandillas judiciales
cualquier intento de salirse de esa línea trazada. Segundo, garantizar a los
grandes partidos políticos el monopolio de las elecciones, dejando a sus
cúpulas la responsabilidad de la administración de los recursos financieros
para las campañas políticas en puerta. Y fue precisamente en este año electoral
que los efectos deseados de esta escandalosa como infame constricción de los
derechos ciudadanos dieron sus frutos, entre otras cosas la reinstalación del
cavernario PRI.Si bien el fraude fue un componente de peso a la hora de
inclinar la balanza de los indecisos, el proceso de des ciudadanización de la
política marcó las pautas determinantes de este inmenso retroceso social.
En medio de este
mazacote, el poder -disque acotado- de los medios de comunicación se puso de
manifiesto como una propensión viciada, definiendo el resultado de la elección ex ante
con estrategias de mercadeo e inducción de la opinión pública, jugosos
contratos millonarios y manipuladas encuestas de opinión a cuya cabeza
estuvieron las firmas privadas GEA-ISA y Mitofsky. Pero no terminó ahí la cosa.
El conflicto poselectoral ya tiene desde ahora un resultado predecible: pasaran
sobre el malestar social imponiendo de
facto la opción tricolor dejando de lado el vacío de jure apostado y defendido por las mismas instancias que dicen
detentar el COFIPE.
Nadie hubiese
pensado que, en medio de esta debacle nacional del panismo y la entrega
previsible del poder al gran hermano tricolor, en Morelos ganaría la gubernatura Graco
Rámirez. Pero la verdad es que para que ocurriese tal hecho se conjugaron
diversos factores que operaron en la misma dirección de la imposición nacional.
Para comenzar, en Morelos no existe una
estructura formal del PRD, de modo que los destinos del partido está sujeto a
los caprichos de una dirigencia que ha cooptado todos los recursos provenientes
de la federación. Luego, está el hecho de que Graco no es simpatizante de la
participación ciudadana, de modo que, en la mayoría de los municipios sustituyó
con albazos calculados, los comités ciudadanos del Movimiento de Regeneración
Nacional (MORENA) para instalar a operadores de su confianza. Por último, desplegó
una red clientelar para comprar a líderes y caciques locales con el propósito
específico de captar algunos votos, aprovechando con notable hipocresía simuladora la ola
creciente que arrastró tras de sí Andrés Manuel López Obrador.
Algunos factores
sociales como el malestar de la sociedad en contra del panismo local representado
por el patético Marco Adame, y, el virulento enfrentamiento entre medios
locales de comunicación con el priísmo estatal; fueron capitalizados por Graco
y sus colaboradores. Sin duda el movimiento social más importante en contra de
la estrategia genocida anticrimen del Estado mexicano es el de Javier Sicilia,
que a nivel local exhibió al adamismo como una red burocrática de
enriquecimiento ilícito, autocomplacencia, clientelismo, ineficacia,
corrupción, cinismo y complicidad con los criminales que declaraba combatir. El
Movimiento Social por la Paz con Justicia y Dignidad sacó del pasmo a la
sociedad morelense al ilustrar desde el dolor el tamaño de la tragedia nacional
en poco más de cinco años de política fallida, sacando del olvido institucional
a las víctimas de la violencia, mostrando cómo se fabrican estas desde el
abandono social y la codicia del poder, reuniendo testimonios y evidencias de
la omisión (premeditada, alevosa y con ventaja) de los tres órdenes de
gobierno, federal, estatal y municipal. Recordemos que a Graco Rámirez jamás se le vio en las manifestaciones de las
víctimas y al igual que AMLO, selló con silencio y soberbia cualquier alusión
al problema de la violencia, pero lo que
sí hizo es proponer una república de conciliación y concordia, especie de
utopía amorosa del perdón y la fraternidad, más ni él ni su partido, ni su
corriente chuchista, estuvieron de acuerdo en el empoderamiento de la
ciudadanía ni siquiera para reclamar justicia.
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