La historia de México está marcada por el signo de la brutalidad. Según los indicios las revoluciones no han sido en el sentido de una transformación social, y sí en el sentido de una gradual regresión e involución democrática. De la brutalidad del imperio mexica pasamos a la brutalidad de los conquistadores y los encomenderos y el clero...Después, la colonia se extendió como un tardío medioevo, mientras Europa transitaba a regímenes más abiertos e ilustrados. El movimiento independentista terminó con el sueño del dominio extraterritorial español, aunque precipitó a la incipiente nación a los brazos de altesas serenísimas vende patrias y porfiriatos vitalicios. En el siglo XX la revolución estalló como el primer movimiento armado de masas, arrancando a campesinos y marginados de los plantíos henequeneros y el trabajo compulsivo de los latifundios. No obstante la intención emancipadora y los 750 mil muertos, las secuelas negativas de la revolución dislocaron el tejido social inmovilizando cualquier iniciativa de reacción opositora y los caciques cubrieron el gran vacío de la ausencia de las masas, sustituyendo a terratenientes, hacendados y aristócratas. Ese sería el caldo de cultivo para la incubación del PRI y sus seis lustros de dictadura imperfecta. En el siglo XXI entramos a un proceso de transición acelerado y mayor participación ciudadana, sin que ello implique una mayor organización ni un frente de verdadera oposición a los poderes de facto ni la mínima representación del gobierno pretendidamente democrático. El fin del régimen unipartidista nos lanzó al arribo de la derecha y su guerra despiadada, que es una fachada de neutralización y polarización social. Otra vez la brutalidad y el terror como instrumentos de control social. La historia de una nación sin ciudadanos, sin un genuino gobierno democrático: Estado fallido con vacíos jurídicos que abonan la distancia y el desequilibrio y la violencia de las élites y la permanencia de la corrupción a todo trapo. En síntesis, la enchilada perpetua al pueblo por distintos actores abusivos y prepotentes. En términos reales la celebración bi centenaria es el auto elogio de la enchilada nacional y la estafa. ¿O no?
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
12 DE ENERO DE 2011
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