viernes, mayo 07, 2010

EVOCACIONES Y DIVAGACIONES

En un dulce sueño se me revela la poderosa música de Wagner, Die Walküre (1852), y a través de esta sinfonía estremecedora veo a Nietzsche atrapado en su histérica tormenta de hielo...luego la imagen de ese rostro atormentado se diluye poco a poco para dar paso a un paisaje marino azotado por violentas olas que cubren un rojo sol naciente. Debajo de ese sol comienzan a aparecer formaciones de helicópteros Huey y sin más se desencadena la impresionante secuencia del ataque aéreo que filmó Francis Ford Coppola en su película Apocalipsis Now. Una voz en medio de la charla terrible de las artillerías pesadas, somos los hombres con cabeza de paja, aferrados apenas con un palmo a planes terribles que contemplan de frente la locura y la aniquilación. Desde la impenetrabilidad del humo blanco de las explosiones emerge un Cristo con la piel derretida pronunciando la terrible sentencia de Jean Paul: No hay Dios. Sigfrido danza con los nibelungos en cada cervecería de Karlsruhe y anuncia la proximidad de la peste. Mi corazón estalla saturado por adrenalina que se mueve en vértigos y espasmos por mis vasos sanguíneos. La clepsidra se ha detenido en el hechizo de un campo de estramonios que no se extinguirá en el fuego del Armagedón. Siempre estoy persiguiendo la sombra de lo que fue y lo que pudo haber sido de otra manera si hubiese contado con mayor determinación. Ante la certeza del fin lo único que cuenta es una voluntad de actuar. Todo ocurre en un minúsculo segmento del tiempo, como una sensación fugitiva que se nos escapa de las manos como arena marina. El mar domina mi perspectiva. El fuego, el viento y la tierra se desvanecen ante la fuerza del agua, su movimiento perpetuo, su impacto masivo. Aunque el mar mismo sea vulnerable a los venenos de la modernidad. Sueño que se agita, que se aleja, que se acerca, como el mar, y como el mar murmura, rompe, abraza e impone tensión a la vida. La sinfonía de Wagner es un ocaso y un despertar junto a las puertas del averno, para el héroe Sigfrido no hay salvación sólo auto sacrificio por nada... Cada Atisbo hacia el abismo conlleva un crecimiento y la aceptación de una prohibición total, hacia el arte rotundo de la tragedia. Miro un espejo de humo en el que se refleja un rostro con gesto de extravío, y experimento una sensación de extrañeza y desconocimiento: corazones humanos arrojados a la piedra del sacrificio por la codicia ajena de sangre y vísceras. En el suplicio de Judas, se ilustra con crudeza el destino de la expiación: la soledad de la muerte más cruel con el vientre abierto en canal y expuesto a la mirada burlona de la hipocresía ajena… La música es el arte total, lo monstruoso, la belleza más allá de nuestra percepción.






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