JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
16 DE DICIEMBRE DE 2009
No es por molestar pero la verdad es que un boss del narcotráfico asesinado solo sirve como un trofeo de caza para exhibirse y mandar un mensaje de muerte. Pero nada más. No se demuestra nada más. No significa nada más. Un golpe repentino. Un golpe de suerte. Un golpe muy bien coordinado con el que la Secretaría de Marina Armada de México actualizará su vigencia como fuerza de reacción militar. Un golpe para consumo de las televisoras pues después de todo la sangre vende bien. Pero nada más. No es más que eso. Porque en verdad que la infraestructura empresarial construida por el llamado jefe de jefes seguirá operando. De hecho sigue operando, generando fabulosas ganancias. Una infraestructura en la cual colaboran políticos, empresarios, banqueros, policías y militares.
Por cierto que causa bastantes reservas razonadas lo dicho por las autoridades militares encargadas del operativo, según las cuales, el capo portaba una PC que contenía la nómina de policías estatales y municipales coludidos. Y las reservas de tal afirmación obedecen a la sospecha de que no es la única información almacenada. Quizá aparezca almacenada en la memoria de ese artilugio cibernético la relación de la gente poderosa que estaba dispuesta a inclinarse ante un inversionista que, no obstante su giro criminal, poseía la capacidad de aceitar la alicaída economía de Cuernavaca con algunos millones… de dólares. Así que, con seguridad, la PC personalísima del Beltrán Leyva no sólo incluiría personal de tercer o cuarto nivel, sino también el de poderosos personajes locales dispuestos a torcer la cola al peligro para obtener una porción de la tajada del León.
Pero más allá de este sonado triunfo de la mediocracia elevada a nivel de política de Estado, lo cierto es que la violencia se torna siniestra cuando atrapa a ciudadanos inocentes en su marejada de balas. El enfrentamiento del miércoles 16 de diciembre tuvo como marco calles repletas de civiles a pie o en coche y hospitales saturados de pacientes con sus familiares. El caos, el miedo y la desesperación de gente que no podía salir ni entrar, constituyen factores que muy bien pudieron operar para que la cacería terminara en tragedia colectiva. Una omisión de la cual el gobierno de Marco Adame, es enteramente responsable. En términos de protección civil se trató de una omisión irresponsable que cobró la vida de un civil.
Mientras el cielo de Cuernavaca es sobrevolado por sofisticados helicópteros artillados Black Hawk de la marina armada de México, la imagen que vuelve una y otra vez a la mente de quien esto escribe, como resabio temible de la jornada sangrienta, es la del cuerpo destrozado de Arturo Beltrán Leyva adornado con billetes (Reforma 18/XII/2009), cuidadosamente colocados por los miembros de las fuerzas especiales que lo abatieron y que en son de burla macabra, “envían un mensaje” simbólicamente cifrado a los criminales. Sin embargo, mirando más a fondo, se trata de un mensaje a la nación entera. El mensaje de que la escalada militar del Estado mexicano ahora está contagiada de venganza, de odio, de desesperación, de irascibilidad. Porque, ¿qué otra cosa sino eso significa borrar el cuerpo de un criminal con cincuenta tiros? Se trata pues de un giro peligroso de la lucha anti narco que encabeza el presidente Felipe Calderón, que puede atraer como efecto colateral el tipo de violencia criminal que haga blanco en centros de concentración civil como hospitales, escuelas, supermercados, estadios. ¿Se imaginan un atentado con bombas en el metro de la ciudad de México en las horas pico?.
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