De cada flor, de cada higuera,
de cada línea silvestre de tu cuerpo
nace un doble verso de amor y deseo,
como manantial inagotable,
como un coro polifónico de alas y de trinos
desde el corazón de viñedos y mares
forjados en la rosa ígnea de tu pubis,
Cantando alegre tras la turbulencia de tus caricias
celebro la espuma blanca de tu piel
el perfume de cedros de Líbano de tu cabello ondulado
y el nido de estramonios
alojados sobre tus senos en su torrente de miel...
Así vivo la ilusión de una visión eterna
más allá de lo fugaz y de lo que no ha de volver…
más allá del rompimiento de la piedra,
y la muerte de los ríos…
Hasta ese día luminoso
donde otros vendrán
pisando sin miedo la tierra tenebrosa
de nuestro triste sepulcro
para sembrar nuevas rosas y viñedos y cardos
con la tibia primavera de un nuevo despertar.
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