viernes, marzo 14, 2008

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE: LA GUERRA SÍ CONTINUA (5)

E. FRIEDRICH, KRIEG DEM KRIEGE¡, Zweitaussendein, Frankfurt, 1980



EL ROSTRO DE LA GUERRA


JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA

(2008)
La fuerza de las imágenes no requiere la mediación del lenguaje para hacer ostensible su significado. El peplum es en todo momento una réticula que hace saltar desde todos los ángulos lo que la imagen es y no lo que Usted pueda interpretar y menos lo que pueda desear. La fotografía está bajo el dominio de la técnica, más aún, es la rúbrica del artefacto técnico, nace con él y guarda un poderoso vínculo para contrastar sus efectos. La emergencia de la Guerra Total requiere de instrumentos precisos de observación y registro, evidencias de su paso, indicadores visibles del impacto, mecanismos de visión a través de los cuales se revele todo el espectro del realismo bélico. Así, la fotografìa ayuda a documentar y evocar la experiencia del frente de batalla, a la par de desalojar cualquier pretención ideológica de romanticismo o de pura experiencia intelectual. La primera y la segunda guerra mundial aportaron una inmensa galería del horror militar con su poco más de seis millones de heridos graves, los cuales presentaban desde laceraciones, quemaduras masivas hasta mutilaciones, heridas expuestas, músculos deformados, huesos rotos, y rostros terriblemente castigados por balas, municiones, explosivos o fuego. El rostro de la guerra sobrepasa cualquier límite permisible de tolerancia humana al presentar cuadros sobrecogedores, dantescos, monstruosos, terroríficos, que violaban cualquier convención, superaban todos los tabúes y rebasan la línea del sufrimiento y de lo visible. Tal vez, sin querer, la técnica hizo surgir nuevas necesidades, nuevas formas de simbolización consistente en un ver todo sin sufrir, sostenidos tan sólo en la plataforma psicológica del morbo: la saturación de imágenes se emplaza como un edificio donde el cálculo racional y la lógica del conflicto requieren frialdad y objetividad.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero te hablaré de las impresiones subjetivas de tus escritos, luego atenderé a la parte objetiva y neutral:

1) Me causan consternación y aversión no sólo las imágenes, sino también lo que escribes y cómo describes el tema de la guerra. Debe ser que este tema surte un efecto distinto en cada uno de nosotros. Creo que ello tiene que ver con la experiencia cultural y personal que del concepto “guerra” nos hemos formado en nuestra mente y en nuestra experiencia de vida. Antes que nada, me parece oportuno señalarte que no se puede objetivar esta funesta palabra, a menos que no tengamos ninguna memoria físico-corporal de ella, y es justo lo que tú puedes hacer en la forma en cómo lo relatas.

Me explico: no tienen la misma significación las imágenes que tú exhibes para alguien que haya vivido o que vive (p.ej. un iraquí) directamente en un clima de guerra, que para alguien que sólo las concibe desde unas fotos o por las noticias recientes o históricas de guerras que al fin y al cabo son lejanas.
La sensación de sobresalto y de inconsciente pánico que tus fotos me provocan, no pienso sea ajena a la memoria que me han transmitido de “su” guerra, mis seres más cercanos (padres y abuelos). Es bastante difícil imaginar que un niño/a de la Europa de la segunda mitad del siglo pasado, no haya soñado “en carne propia” las atrocidades de la 1ª y 2ª guerra, tal como la vivieron en primera persona sus seres más queridos. Me podrías objetar que el no tener un conocimiento directo y tangible de la guerra, no significa no entender sus atrocidades. Y ello es en parte verdadero, pero nunca podremos llegar a tener la misma percepción de la misma, ni lejanamente.

Veamos ahora con cierto desinterés o bien desapasionadamente lo que escribes y visualizas.

2) Creo entender que las fotos que tú escoges tienen un propósito preciso: horrorizar al individuo o bien disuadirlo de las infamias de la guerra.
Sin embargo, prefiero ahora remitirme a lo que dice Walter Benjamin sobre la reproducción y apreciación estética de las fotos y a dejar para después el diálogo que deriva de estas reflexiones:

“En la fotografía, el valor exhibitivo comienza a reprimir en toda la línea al valor cultural. Pero éste no cede sin resistencia. Ocupa una última trinchera que es el rostro humano. En modo alguno es casual que en los albores de la fotografía el retrato ocupe un puesto central. El valor cultural de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable. Pero cuando el hombre se retira de la fotografía, se opone entonces, superándolo, el valor exhibitivo al cultural. Atget es sumamente importante por haber localizado este proceso al retener hacia 1900 las calles de París en aspectos vacíos de gente. Con mucha razón se ha dicho de él que las fotografió como si fuesen el lugar del crimen. Porque también éste está vacío y se le fotografía a causa de los indicios. Con Atget comienzan las placas fotográficas a convertirse en pruebas en el proceso histórico. Y así es como se forma su secreta significación histórica. Exigen una recepción en un sentido determinado. La contemplación de vuelos propios no resulta muy adecuada. Puesto que inquietan hasta tal punto a quien las mira, que para ir hacia ellas siente tener que buscar un determinado camino”. [Benjamín, Walter. “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” en Discurso interrumpidos I, Ed. Taurus, Madrid, 1973].

La recepción de tus fotos exigen un sentido, ¿cuál es tu propósito al estetizar la guerra de la forma en la cual lo haces? Una respuesta tuya puede ser esta: “Tal vez, sin querer, la técnica hizo surgir nuevas necesidades, nuevas formas de simbolización consistente en un ver todo sin sufrir, sostenidos tan sólo en la plataforma psicológica del morbo: la saturación de imágenes se emplaza como un edificio donde el cálculo racional y la lógica del conflicto requieren frialdad y objetividad”.

Desde aquí debemos enriquecer tu reseña sobre la guerra. Por un lado, ubicar el “lugar del crimen”, al estilo Atget, por el otro, denunciar los “indicios” o bien la prueba fotográfica del proceso histórico de la guerra y su significación.

Anónimo dijo...

Sigo con la misma reflexión sobre las imágenes que empecé arriba... Tú dices:
“El lenguaje de las imágenes no requiere la mediación del lenguaje para hacer ostensible su significado. El peplum es en todo momento una retícula que hace saltar desde todos los ángulos lo que la imagen es y no lo que Usted pueda interpretar y menos lo que pueda desear”.

Pero justo a partir de esta cita, te quiero sugerir algo que se viene dando desde la explosión de los mass-media visuales: la puesta en tela de juicio de su interpretación y significación, amen de su in-efectividad. Toda vez que estas aterradoras evidencias visuales ya empezaron a no tener ni significación, ni sentido, y su interpretación deja mucho margen a la sobre-interpretación morbosa y esteticista. A ver, recordemos el World Trade Center Attacks del 11 de sep. 2001, las escenas del shock devastador de los kamikazes musulmanes se repitió incesantemente por días enteros, y poco a poco se fue des-virtualizando la atrocidad del evento. Seguramente habrá sido distinta la percepción de la explosión por aquellos que se lanzaron al mortal vacío con tal de evitar ser quemados vivos…y luego habría que preguntar a algún supérstite o familiar de los muertos qué impresión tiene del evento.
Esto nos puede hacer reflexionar sobre las distintas interpretaciones de las significaciones de un mismo suceso. ¿Crees que algunos de los sobrevivientes del 11 de sep. 2001, podrían ver sin sobresaltos y pánico (en el mejor de los casos) esta saturación visual de un hecho increíblemente pavoroso?

Me viene a la mente el Manifiesto futurista, de Filippo Tommaso Marinetti: “Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo—el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer”. (1909). Esta exaltación irracional por la guerra y sus tecnologías, responde a un llamado de la vanguardia fascista italiana (inspirada en el poeta Gabriela D’Annunzio y la aristocracia intelectual y nacionalista de aquellos años).
Este “Fiat ars, pereat mundus", o bien el movimiento “Arte pour l’arte” esperaba de la guerra y sus técnicas una satisfacción artística y un embriagamiento de la percepción sensorial. Dice Benjamín en la “la obra de arte…”: “La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna…”.

Esta cita de Benjamin—la debemos de considerar realmente profética, y estoy segura que tanto los futuristas como Benjamin no hubieran podido ni lejanamente sospechar los alcances de la tecnología en el rubro “industria de la guerra”. Entonces el llamado de una reseña como la tuya, sobre las infamias de la guerra, debe determinar el sentido de sus críticas para adquirir real sentido.

Espero quieras seguir dialogando sobre la guerra con estos tintes…

Una vez más, mis obsequios,
Marina Julia.

DUNCAN dijo...

Dios mío, cuántas cosas me dices, cuántos matices se han desencadenado, toda esa catarata de datos que aportas enriquecerán sin duda las distintas versiones que pueden sucitarse a partir de este intercambio fecundo de puntos de vista. Walter Benjamin es un estéta grande, quizá el más lúcido en lo que se refiere al vinculo de la técnica y la imagen, el analista por excelencia de los nuevos símbolos culturales que emergen del accidentado siglo XX. La profundidad de Benjamin es indiscutible y deviene de ser uno de los testigos directos del derrumabmiento cultural de Europa y de las mejores y más sólidas tradiciones alojadas en Alemania y Austria. Sin querer pensé en él y en Jünguer para armar esta viñeta y tratar de fusionar los planos desde los cuales estos pensadores ven el fénomeno de la guerra. Fíjate que yo no considero en un plano de superioridad a Jünguer por haber participado directamente en la Guerra, y menos creo que Benjamin sólo haya tenido impresiones lejanas y distantes por el hecho de que él y otros como Norber Elías o Thomas Mann salieran de Alemania y se refugiaran en paraísos donde la guerra sólo era un eco. Pienso sí que sus observaciones son oportunas aunque deban colocarse en su adecuado contexto. Estoy de acuerdo en que son distintas impresiones para la gente que padece la guerra de otros que la observamos desde cuarteles lejanos. No creo que haya sido mi propósito estetizar la guerra por lo menos no en este apartado, más bien mi intención fue presentar la vinculación del artefacto fotográfico con la emergencia de una nueva "racionalidad bélica" cuya emplazamiento no tiene parangon en la historia moderna o antigua: la guerra masiva de exterminio total sólo pertenece al siglo XX y no hay ni habrá registros anteriores de conflictos con estas magnitudes. Ese era mi propósito recordar la emergencia de un nuevo tipo de guerra que requiere ser ostentada en el realismo heroíco. Gracias mil por tu aportación.

DUNCAN dijo...

Sin duda el tratamiento mediático de las imágenes tien un poderoso efecto de atenuación y amortiguamiento, donde la "cosa" se hace lejana, y pasa por el lenguaje aséptico de lectores de noticias cuya intención es hacer pasar lo siniestro a lo cotidiano. Sin embargo creo como Humberto Eco (Apocalipticos e Integrados)que para devolver un plano circunsatncial a la imagen "habrá que desencajarla de la forma y devolverla a su fondo", mediante una operación de ubicación temporal-histórica y espacial-sociológica, porque de esta manera la memoria no se convierte en nostalgia ni su rescate en un ejercicio de memorabilia sino en una reflexión sobre sus implicaciones de sentido y de significado. Por otro lado si te fijas los Media lo que hacen es ir retirando del espectro público las zonas oscuras y los meandros sinuosos para mostrar en una perspectiva encimada una realidad plana, edulcolorada. Sin embargo las imágenes del 11 de septiembre no han perdido su fuerza, su significado ni las terribhles implicaciones que representan: la debilidad de una potencia supermilitar que no puede enfrentar riesgos simples. Seguimos en la reflexión. Gracias.

Anónimo dijo...

Es cierto,
Benjamin no participó directamente en la guerra, no lo hubiera podido hacer, por su condición de judío y además su sensibilidad lo paralizó y no pudo luchar con su funesta depresión a raíz de la fuga de Alemania.
El fue una subrepticia víctima de la 2a gran guerra, el suicidio fue el único escape a la humiliación infligida a su dignidad, y no pudo, ni quiso soportar más allá su agonía. Planeó su suicidio en una solitaria pensión de Port Bou, al final de la Costa Brava, en la frontera entre Francia y España.
Estube ahí en el 2000 con mi hermana NADA, ella no sabía porque tenía tanto interés en ver de cerca este pequeño pueblo marino. No le dije nada, porque ella no conoce W. Benjamin, ni le enteresaría conocerlo. Así, me quedé sola con mis pensamiento vueltos hacia el único esteta y filósofo que ha llegado a mi alma y ha inspirado mis estudios.

Hasta pronto...

Marina Julia con la estima de siempre.