VERSIÓN X DE LA MUERTE DE PABLO ESCOBAR GAVIRIA
COLOMBIA, 1993
UN CASO DE GUERRA NO DECLARADA
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(2008)
A Pablo Emilio Escobar Gaviria (1949-1993), no lo mató el ejército colombiano, lo mato el ejército de los Estados Unidos de Norteamérica. Esta afirmación no demerita ni subestima las capacidades de la milicia de Colombia, pues posee una experiencia sustancial, adquirida en la lucha contra la guerrilla, el terrorismo y el narcotráfico. Además la asesoría técnica y el apoyo financiero del gobierno de los Estados Unidos han dotado a la milicia colombiana de facultades extraordinarias, como lo es el contar con cuerpos de élite, como el comando de respuesta área, las brigadas de fuerzas especiales contra el narcotráfico, el grupo de reacción inmediata contra actos terroristas, el cuerpo de fuerzas especiales de desembarco anfibio y los servicios de inteligencia; que, constituyen una estructura unificada capaz. Sin embargo, hay un factor político que gravita negativamente y resta fuerza a esta formidable estructura militar: la corrupción.
En efecto: en la larga lucha contra los cárteles, los grupos paramilitares y la guerrilla, las negociaciones de los grupos de poder económico, la traición y la corrupción, siempre han saboteado los esfuerzos de los cuerpos de seguridad del Estado Colombiano. Pero en 1992 el gobierno de César Gaviria es presionado por el gobierno estadounidense para tomar una decisión en cuanto a su compromiso de combatir a Pablo Escobar. Sin embargo, el presidente de Colombia sabe que una decisión precipitada puede acabar muy mal, se tienen que ponderar todas las variables, incluso aquellas inconmensurables: los asesores de César Gaviria informan que los principales obstáculos provienen de su propio gabinete, de los magistrados, de las fuerzas de seguridad, de algunos sectores oscuros del ejército… además del inquietante papel de la guerrilla en cuyas zonas de control se encuentran laboratorios de extracción de cocaína. Todo lo anterior sin contar la astucia del narcotraficante más poderoso del planeta al que se le atribuyen más de 10 mil asesinatos, en los que se incluyen a empresarios, magistrados y políticos. Y por si lo anterior fuera poco, el presidente Gaviria sabe que la economía de Colombia es sostenida y dinamizada por el multimillonario negocio del tráfico de coca. Así, cualquier escenario donde las fuerzas de seguridad de Colombia golpearan directamente al narcotraficante, generaría un sismo social de una magnitud equivalente a una guerra civil.
Sería hasta mayo de 2003 cuando el presidente colombiano se decide a solicitar apoyo logístico del gobierno norteamericano y en junio de ese mismo año logra vencer las reticencias de su homologo norteamericano para instrumentar una acción conjunta, la única condición de los estadounidenses es que sus acciones operativas en territorio colombiano se mantengan en el más absoluto secreto. Hacía mediados de julio un equipo especializado llega al aeropuerto internacional de Bogotá y despliega inmediatamente una logística triple: detección, ubicación y seguimiento. Para ello cuenta con un sistema único denominado AWACS que triangula intercomunicaciones marítimas, áreas y terrestre con el propósito de posicionar a la familia de Pablo Escobar y a él mismo. El sistema posee también una poderosa computadora que puede analizar hasta 15 mil señales de teléfonos - fijos o móviles- por segundo y una interface IBM de identificación de voz denominado VOT (Voice Onset Time). La otra parte del equipo lo conforma un comando de la Delta Force especializado en infiltración y destrucción de organizaciones criminales, con un par de francotiradores del cuerpo de marines que pueden aniquilar a una persona desplazándose a máxima velocidad (30 km x hora).
Después de registros minuciosos de las actividades de Pablo y su familia, consignados en una bitácora operativa inmensa, y el intercambio de información con el Bloque de Seguimiento de la policía de Colombia, el personal estadounidense establece por fin varios hechos capitales para sus propósitos: Escobar se encuentra en Medellín (1), se mantiene en comunicación permanente con su esposa e hijos (2), utiliza al menos 10 teléfonos móviles y cinco fijos (3), y con frecuencia se aloja en un barrio de clase media a las afueras de Medellín. Con estos datos se instrumentan algunas estrategias de presión, sobre todo en la parte más débil de Escobar, es decir su familia. El gobierno de los Estados Unidos presiona a Alemania Occidental para negar residencia a la esposa e hijos de Escobar y obliga al gobierno de Bonn a regresarlos inmediatamente a Colombia. En pánico, Escobar llama una y otra vez a su familia los días 2 y 3 de diciembre, esta insistencia permite ubicarlo en su departamento de las afueras de Medellín y el equipo AWACS proporciona las coordenadas precisas al Delta Force, entonces el cerrojo se cierra, la policía colombiana establece de forma furtiva un perímetro de seguridad y permite que las unidades del Bloque de Seguimiento provoque a la presa para que salga de su madriguera. Tal como lo imaginaba la inteligencia colombiana, Escobar tenía planes alternativos de escape pero su desesperación lo llevó directamente a las fauces de hierro de los francotiradores: primero un tiro certero y mortal a la cabeza que le destrozó la caja craneal y que le produjo una muerte instantánea, luego, dos disparos de maquillaje que hirieron su hombro y su pierna, con los que se intentaría a la postre, borrar premeditadamente la verdadera autoría del asesinato.
Por supuesto ahí no terminó la cosa: la estructura del cártel se fragmentó en cientos, tal vez miles de células, todas en pugna en una loca carrera por concentrar el poder, los sicarios (jóvenes entre 14 y 17 años) se enfrascaron en una guerra sorda y cruel de ajuste de cuentas que produciría en Colombia unas un millón de asesinatos en los cinco años posteriores a la muerte del narcotraficante, pero nunca más ninguna de esta facciones enfrentadas tendría el poder que en su día llegó a concentrar Pablo Escobar.
La desaparición del narcotráficante no ha detenido el tráfico de Cocaína, Colombia sigue siendo el principal exportador, el pobrerío sigue tan pobre como en los tiempos de gloria de Escobar y los problemas para subsistir son cada día más y más, los muertos sigue poniéndolos Colombia, mientras que los ciudadanos estadounidenses ignoran el horror que su gobierno provoca cada vez que presiona al Estado colombiano para que contenga a los narcotráficantes. Todavía en el año 2008 continúa en los suburbios de las ciudades de Cali, Medellín, Bogotá y Antioquía un estado de guerra no declarada, el cual forma parte del Plan Colombia-Pánama.
1 comentario:
Surge una pregunta tras la lectura de este escrito: ¿De qué sirvió el despliegue inmenso de fuerzas capacitadas y efectiva en contra del narcotráfico colombiano, si como dices al final, la presión ejercida por los EUA sirvió sólo para empobrecer más al país, para aumentar el número de las víctimas, y para insensibilizar cada día más la opinión pública? Y, como si esto no fuera suficiente, para seguir dejando impune los responsables directos de tales estragos?, es decir, “los dillers y los consumidores masivos de EUA”.
¿Para qué se preparan a unos jóvenes en la fuerza de élite, si ellos sirven sólo de carnada para encubrir los intereses reales de este movimiento?
Todo esto me parece tan descabellado e irracional que incluso se ha vuelto “aburrido” y ha cesado de ser noticia todo lo referente a las muertes “no accidentales” de millares de personas culpables o inocentes que están involucradas en esta “guerra sucia”. Se ha vuelto un macabro estereotipo que finalmente no nos concierne “aparentemente” de cerca.
Yo, empiezo a dudar si no estamos dando, desde nuestra despreciable impasibilidad, una contribución subrepticia y sustancial a estos movimientos, con nuestra imperturbable actitud de “si no me toca no me importa”.
Y dudo también de la buena fe, “aparente” de los medios masivos, que sólo pretenden ganar una noticia más para la audiencia. Si lo pensamos dos veces, esto se ha vuelto una asquerosidad, que debería turbar nuestra dignidad de seres HUMANOS, (¿de verdad lo somos?).
Esta imperturbable indiferencia quizás sea la clave de respuesta a este sórdido conflicto de países como Colombia y México. La opinión pública ya está completamente neutralizada, insensible, desmotivada y adormecida, para no usar palabrotas que describan el estado actual de las cosas. Tampoco se salva el periodismo “comprometido”, que sólo se compromete a señalar pero no a motivar una real acción de fuerza.
Sí, definitivamente, yo me siento de alguna forma responsables de que las cosas sigan como están, aunque no sabría bien a bien qué hacer para detener esta “máquina infernal” que es el sistema, hecho a la medida del poder monetario, capitalista y reaccionario. PUAH!!!
La falta de responsabilidad se manifiesta en una negación sistemática a poner las cosas en su justa medida, es decir , hay fuertes resistencias a dar un llamado radical a la opinión pública, a las escuelas, los hospitales, las oficinas públicas y privadas, los comercios multinacionales. Se necesitan movimientos de gran escala, para que se intervenga de forma contundente y masiva para detener esta "máquina de poder".
Recuerdo la operación "mani pulite" en Italia. Tuvieron que morir una docena de jueces inocentes y sus familias y un centenar de “caribinieri” en atentados perjudiciales y mortíferos, para que se sacudiera la masa inerte, y finalmente, tras varias manifestaciones y huelgas GENERALES, encrudecidas y radicales, se puso fin a las matanzas seriales.
Esto no significa tampoco que no sigan actuando en otro ámbito estas mismas mafias, pero ¿qué tal si en todos los países en dónde se consuman o se producen drogas hubiera acciones realmente consistentes y comprometidas con la sociedad?
Me dirás que es una utopía, y te doy la razón, ¿quién estaría dispuesto a ser el blanco de venganzas anónimas, cuando se puede ver como se matan “entre ellos”, estando cómodamente sentados en casa?
Esta es una invitación para que tu informada, fehaciente y sobresaliente reseña, trascienda “la privacidad de tu blog” y se ponga a disposición de una exacerbada sacudida de grandes resonancias. Bastará sólo cambiar un poco los tonos de la nota.
O bien seguiremos en estos mono-diálogos, entre los quien —a pesar de estar concientes— nos contentamos y resignamos con un comentario, si bien nos va.
PS: Espero tu respuesta por supuesto…
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