Las voces íntimas de la desolación
en Ojos Negros de Dino Saluzzi & Anja Lechner[1]
en Ojos Negros de Dino Saluzzi & Anja Lechner[1]
Jorge Antonio Díaz Miranda
2008
2008
Dice Facundo Cabral que la desesperanza es privilegio del Tango. Hace mucho tiempo que esta música no producía efecto alguno tras ponerse de moda Aztor Piazzola y una cauda de seguidores que supuestamente salvaron el barco de su naufragio, pero en realidad se montaron en un cascajo adornado con oropeles, terciopelo, glamour y hedonismo[2]. Nada que ver pues con la querida y vieja Milonga de aquellos tiempos lejanos, en que, Buenos Aires era, en el peculiar horizonte literario de Borges, la capital de un vasto imperio imaginario. Voces privilegiadas de dos instrumentos que suavemente se fusionan, con el ritmo lento de un extraviado navío decimonónico. Dino Saluzzi recupera para estos tiempos desarraigados la esencia de una música de emigrantes, sujetos que vienen de todos lados con una sensación de eterna tristeza. Los de ahora que ya no somos los de entonces nos abrazamos a la nostalgia del bandoneón dolorido, y la mente desaloja de todos sus intrincados rincones las palabras para abrirse a la totalidad armónica, a un tiempo estructural y minimalista. La música no termina cuando una danza de imágenes permanece por mucho tiempo, como suspendidas en el silencio con el arrullo del claro de luna, a la sombra de bosques patagónicos. Dice Anja Lechner, violonchelista germana y compañera de Dino en este viaje a los orígenes, que le gusta recordar a la República de Argentina con la música de tango compuesta por este músico extraordinario. Dino Saluzzi es el heredero y continuador de la tradición estilística. Saluzzi se erige como una especie de bastión que resiste la tentación de la auto referencia, la sobre representación y los lugares comunes del chovinismo. Ojos Negros resuelve de una forma magistral el dilema de la falsa modernidad porque complementa el pasado y el presente. Conciliando ambos instantes hacía el futuro. Es polifacético, cosmopolita, pannacional, pero sin desdibujar la frontera de su feudo. Un sentimiento que se expande a lo largo de poco más de cincuenta minutos con la calidad excepcional acústica que caracteriza los registros de ECM. Y es que una vez más Manfred Eicher produce un plato insólito, rico en hallazgos, valeroso por las citas que no oculta y las rupturas necesarias que actualizan el sentido del Tango y le devuelven legítimamente su vigencia. Como ocurre típicamente los acordes son ecos del barrio que ha desaparecido, de las gentes que se han ido con él, de los “viejos” que ya no andan a la luz del mundo, de los amores no realizados, de los deseos que se murieron por los efectos de la edad. Toda la desolación que nos ofrece el bandoneón se combina bien con las líneas oscuras del violonchelo, produciendo tesituras que al liberarse sacuden el alma. No obstante la oscuridad, en ciertos momentos hay pequeñas inflexiones de luz, quizá, la esperanza del consuelo y la redención que siempre llegan mientras uno esté vivo. El Tango en el estado más puro de desolación, sí, pero con todo, luminoso, como un barco que sobrevive a la tempestad nocturna de un mar furioso, emergiendo triunfante de las sombras, como el sol naciente, deslizándose ligero sobre las aguas azules, movido por el viento, al fin liberado del abismo. La canción que da el nombre a esta grabación, Ojos negros, fue compuesta por el bandoneonísta argentino Vicente Greco (1888-1924), se trata de una bella pieza que tiene la forma estructural de una sonata. En la misma podemos apreciar un buena síntesis de la metalistería forjada por los dos artífices Saluzzi & Lechner: improvisación, feeling, cadencia, sensualidad, expresión, intimidad y espiritualidad. Pura reactividad creativa, poesía instrumental con voces celestiales, redención del alma, el reposo después de andar por la vida, un instante para volver y otro para irnos sin prisa, esa es la propuesta de esta música hechizada. Un retorno no perverso a los orígenes con la suave brisa del viento y la tensión deliciosa de unas cuerdas que anuncian, cuando se les brinda una delicada caricia, el devenir del paraíso. Ω
Notas
[1] Dino Saluzzi & Anja Lechner (2007) Ojos Negros. Producido por Manfred Eicher para ECM.
Alemanía 2007.
[2] Escúchese si no el barroquismo innecesario del Quinteto Buenos Aires con los arreglos pomposos de Jorge Calandrelli; la aburrida licuadora de arpegios reblandecidos del guitarrista Al Di Meola; el empalagoso virtuosismo del chelista Yo Yo Ma; la exageración de cuerdas en que incurre Kronos Quarter con todo y Aztor Piazzolla en el bandoneón; y por último, el aburrido retruco instrumental del entrañable maestro Daniel Baremboin. En este recuento de agravios se salva con creces Gidón Kremmer que perfeccionó con una profundidad báltica la melancolía del Tango.