GEORGE ENESCU (1881-1955)
LA SAGA POSROMÁNTICA
DE UN COMPOSITOR EXTRAORDINARIO
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA[1]
(MÉXICO, 09 de mayo de 2007)
Dedicó éste trabajo a mi amigo,
el Maestro Modesto Avelino
y su valiosa evocación
del escritor austriaco
Robert Musil.
Brillante violinista, compositor y director, George Enescu, nació el 19 de noviembre del año 1881 en la ciudad de Liveni, Rumania. Desde joven acusó sus habilidades prodigiosas para el dominio de instrumentos de cuerda, Violoncello y Violín principalmente, graduándose a los once años en el Conservatorio de Viena y a los 16 en el conservatorio de París. De ingenio creativo y sutil, Gabriel Faurè lo considera el ejemplo más refinado de lo que debe ser un interprete lúdico. Jules Messenet, Décano del conservatorio de París dirá que el joven Enescu es el creado de la composición de las probabilidades heterofónicas, una técnica de improvisación dentro de una estructura armónica, el hito de una especie de "probabilidad matemática configurada y proyectada en la música". El sentimiento arrebatador de la celebración apolínea aunada a sentimientos impulsivos y pasiones desenfrenadas, reminiscencia sonora in honoris de Hélade, Roma y sus adlatarés visigodos centroeuropeos, y donde la centralidad de la inspiración y el leit motiv recaen en las murallas visigodas que rodean la oscura ciudad de Bucarest.
El artista de corte escoge para sí la lejanía del bienestar áulico, sin embargo la Reina Virgen Magiar de Rumania es implacable a la hora de acogerlo bajo se blasón real. Desde el limbo el corazón del artista alimenta tres pasiones hacia el movimiento del romanticismo tardío germánico, el estilo neoclásico de la escuela musical francesa, y el folklore de Rumania. Por supuesto, tales inclinaciones marcan a buril el ágape de su estilo, que algunos puristas denominan ambigüedad culterana, pero a la postre se verá que la habilidad e ingenio del artista le permitirán forjar desde estos ejes estilísticos un estilo armónico, sobrio y ante todo equilibradamente cromático. Amén de la poesía que se despliega, de las fugas, de los arrebatos, de la evanescencia de sus notas que salen y entran del tinglado provocando un efecto de disposición al odio o al amor.
Inimitable, irrepetible, único, Enescu reclama para sí una gloria que no le puede dar este mundo, lúcido ante esta terrible limitación, diseñará un periplo intelectual tortuoso y volcará cada canon para extraer una forma de componer donde la estructura precede a la probabilidad, la armonía y los tonos iniciaran desde un espacio preciso y terminarán en el vacío[2]. Esto es, según el juicio de Julia Bederova, él núcleo inagotable de su posición sensualista, estética y emocional; la deontología de un espíritu que antes que nadie ha trocado la mágica oscuridad en una fuente perenne de la luz.
Impresionista post romántico con tendencia a la reivindicación de los valores nacionales -que no nacionalistas- será recordado por su más famoso alumno Yehuid Menuhin, como el portador a un mismo tiempo de la vanguardia (el modernismo) y la tradición centroeuropea.
A los 15 años Enescu hace una demostración dramática de su capacidad creativa, escribe el Poema de Rumania Op. 1 y La Rapsodia de Rumania Op. 11, con ambas composiciones se da a conocer como un virtuoso y singular violinista, los alcances de su expresión, el color que tiñe la orfebrería de notas, compases, puntos y contrapuntos; ponen de manifiesto rutas inexploradas, filones vírgenes y horizontes con las que la vulnerabilidad de la vida y la fragilidad humana entran en la música como pilares de expresión artística.
Humano, demasiado humano, esa es la impresión que emerge de la obra del joven Enescu emancipado de barroquismos y adornos innecesarios, y lo que queda, lo que nos ofrece, es la raigambre que define genuinamente porque el hombre es humano: su condición de mortal. Pero no se trata de un sentimiento de derrota, al contrario, la felicidad emerge de una fuente inagotable, triunfante a pesar de la finitud tajante del tiempo y de guadaña de la muerte. Esto se verá más claramente en su composición Octet Op. 29 que finaliza con un movimiento envolvente y dinámico con el que nos trasmite el triunfo de la vitalidad sobre la muerte: la vida sigue a pesar de la muerte; la aparente monotonía del contrapunto se trastoca con la recursividad notativa de los violines que emergen intactos de y desde las sombras, es decir, desde la corrupción del mundo.
Pese a la grandeza postrera del novel compositor, al final de su vida fue acusado injustamente de plagio y marginado por ello, su estilo fue condenado por las comparaciones uxoricidas con que la doxa purista lo querer ridiculizar sin lograrlo, acusándolo de quererse parecer al escritor francés Joris Karl Huysmans o a la pintora rusa Natalia Goncharova, que lograron cada uno en sus respectivas disciplinas conjuntar lo nuevo con la tradición. Argumentaban esos críticos que, en Enescu era inegable su ingenio, sin embargo el resultado de su trabajo era como una especie de eidolum del espejo: singular pero no original, venerable, pero grande no, habilidoso pero no virtuoso, Con luz pero no esplendente.
Durante la primera guerra mundial se queda en Bucarest rodeado de sus alumnos, pues las actividades pedagógicas absorben todo su tiempo. Después de la guerra, continua su actividad dividida entre Rumania y Francia. De ese período han quedado para siempre sus interpretaciones del Poema para violín y orquestra de Ernest Chausson y de las sonatas y las partituras para violín de Johann Sebastian Bach.
Los últimos años de su vida estuvieron bajo el signo de una extraña enfermedad, no obstante le alcanza para promover la educación y los festivales musicales en su natal Rumania, ofrecer conciertos en Estados Unidos (Nueva York, 1950) donde se despide de su carrera ante el quebrantamiento gradual pero implacable de su salud. Presintiendo la muerte expresa su deseo de volver a Liveni y devolver a su tierra el honor y la inspiración. Muere el 4 de mayo de 1955 y en honor a su memoria, la ciudad de Liveni adopta el nombre George Enescu.
Es altamente recomendable la interpretación de algunas de las obras de Enescu, mencionadas en estas notas, que nos ofrece el violinista Gidon Kremer y la Kremerata Baltica (Nonesuch, 2002), donde debemos de poner mucha atención el gesto dramático de chelos y violas, y la contraparte lúdica "andante sostenuto e cantabile", a cargo de los violines.
NOTAS
[1] El correo del autor es jordim888@hotmail.com. Su portal electrónico esta ubicado en
http://duncan-bestiariolugburz.blogspot.com/
[2] La caracterización de éste estilo moderno de crear música se debe a Max Weber quien en 1922 escribe un ensayo extenso y profundo sobre los “Fundamentos Racionales de la Música”. En el mismo describe las tendencias de la música sinfónica moderna que, “…se mueven de modos múltiples en dirección de una desintegración de la tonalidad”. Según el mismo Weber este es el resultado de la conversión característica, en parte romántica-intelectualizada, de nuestro goce por el efecto de lo interesante. En Max Weber (1922) Economía y sociedad. Traducción de J. Medina, J. Roura, E. Imaz, E. García, y J. Ferrater. “Apéndice. Los Fundamentos Racionales de la Música” P.p. 1118-1183.
®Jorge Antonio Díaz Miranda
Cuernavaca Morelos a 9 de mayo de 2007.
1 comentario:
Me pregunto:
¿es posible aparentar tanta "sensibilidad" para describir unas notas y luego ser tan insensato, torpe e oportunista en la cotidianeidad.
¿No serà sólo afectación y cursilería la que priva en algunos sujetos?
Más vale la más grande ignorancia e sencillez frente a la doblez y la simulación...pero uno crea estratagemas y farsas para no sucumbir a su propio encierro de mente y acción.
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