ALEMANIA CAMPEÓN DEL
MUNDO
UNA ESPECIE DE JUSTICIA
DEL SENTIDO COMÚN
(CONCLUSIÓN)
JORGE ANTONIO DÍAZ
MIRANDA
13 DE JULIO 2014
Una consecuencia natural del esfuerzo, que casi nunca acontece
en estos tiempos, en qué circunstancias inesperadas –vinculadas a oscuros
intereses- tuercen el curso lógico de los acontecimientos para premiar la
mediocridad. Alemania se coronó campeón el mundo y esto favorece, desde nuestro
punto de vista, la evolución moderna del fútbol púes premia la competencia y agranda
el interés por este deporte, que hacía un buen rato que no emocionaba tanto. En
la esquina opuesta, lo único que se puede decir de la Argentina es que fue un
digno oponente. Pero ni ese hecho le podía merecer el título de campeón. Los
once de Sabella se pasaron el mundial haciendo pre temporada. Al llamado
“fenómeno” Lionel Messi, parece no interesarle ganar con su selección, o si es
lo contrario jamás lo sabremos. Se perfila
como el mejor jugador del mundo que –tal vez- no logrará en su carrera
ese nivel, que tantos otros han logrado como Maradona. Desde luego que eso no
le resta nada a su grandeza como futbolista, como genio, como figura, como divo...
Pero si establece una abismal diferencia con el irrepetible diez que creció humildemente
en los lodazales de Villa Fiorito para consagrarse en la aldea global: una considerable
distancia entre un dios y un simple titan, poniéndonos síbariticos.
Pero volviendo a Alemania, tal vez ninguno de los once de
Joachim Löwe tenga pizca divina, pero vaya que saben el humilde oficio de operar
una maquinaria comunitaria para destripar mitologías. La grandeza de la
futbolística alemana es que sus hombres juegan como los novatos del año,
siempre aguerridos, esforzados, entregados a fondo, disciplinados, austeros,
estoicos, y con todo, alegres, animados, festivos, juveniles, estivales,
emotivos, creativos, fortaleciendo en cada minuto su posesión de balón, y lo
más importante, aunque pierdan una vez nunca dejan de intentar. La sinapsis
entre las líneas, desde la contención hasta la ofensiva, parte del orden y el
traslado económico del balón, sin desesperarse por retenerlo, buscando siempre
las mejores opciones y cambiando la celeridad del juego en un momento
inesperado para conectar hacia un delantero que resuelve el juego con una
jugada contundente, elegante y técnicamente pulcra. La estrategia alemana de
ofensiva, se compone de una serie de tentativas previas que van probando
todas las posibilidades, para decantarse al final por la mejor. El impulso y la
tempestad germana, se dosifican en oleadas cada vez más incisivas. Por eso los
alemanes son enemigos temibles. Por eso son campeones el mundo. Por eso se han
constituido como una escuela moderna de fútbol de la que todos los países
debieran aprender. No sólo es la formación deportiva, además está la formación
humana, el sentido comunitario de la asociación, su identidad
nacional, su disciplina de trabajo y los beneficios que cuidan al
deportista con estímulos para su superación. Alemania es hoy por hoy el mejor
país para formar futbolistas, si no, que lo digan Boateng (de origen ghanés), Klose
(de origen polaco) u Ötzil (de origen turco). Todas las nacionalidades tienen
un espacio en la Alemania tolerante de hoy siempre y cuando esté de por medio
el talento. En mis recuerdos personales de la copa mundial de fútbol Brasil
2014, me quedó con el rostro bañado en lágrimas y sangre de Bastian Schweinteiger como símbolo de la perseverancia
y el esfuerzo, de la competencia y la dedicación, de una vida entregada a
enaltecer este deporte de dignidad y trabajo colectivo. Me quedo con las
palabras del técnico Löwe que se expresó espléndidamente de dar continuidad al
crecimiento del fútbol de Alemania a pesar de –hipotéticamente- no lograr el
campeonato mundial. Me quedó con las muestras emotivas de compañerismo y
cordialidad entre los miembros de la onceava alemana, que no pararon de
abrazarse y felicitarse. Por último, me quedó con la estatura germana que nunca
perdió el piso, ni siquiera cuando se sabían campeones del mundo, para saludar
a la afición de mano, de igual a igual, sin un gesto de desdén o distancia como lo hizo el egotista Messi.
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