jueves, junio 15, 2006

UNA DÉCIMA DE SEGUNDO

UNA DÉCIMA DE SEGUNDO Las últimas noticias habían dejado a Marcela en un estado lamentable, una molesta cadena de irritación-enojo-desolación-impotencia y estupor. Y No era para menos, sus largos encuentros con Damasio le habían dejado como secuelas los estigmas que deja el amor, sobre todo ese tipo que se considera inalcanzable, conocido bajo el evanescente eufemismo de platónico. Todo comenzó una soleada tarde de otoño, dónde suelen iniciar las historias de tufo escolar: en la cafetería. Primero charlas insustanciales, luego un clima de confianza que la dejo lista para abrirse completamente y ser receptiva a cualquier tipo de proposición, finalmente el asalto repentino en que el corazón de una mujer de 20 años, cede no obstante las evidencias en contra, las razones o las advertencias que propios y extraños le dispensaron sobre el riesgo de relacionarse con un hombre 30 años mayor, divorciado y con un carácter tan en extremo intolerante, que sus estudiantes lo describían como un “erizo siempre dispuesto a saltar a la cara”. Una relación tórrida y fulgurante pero de un ir y venir siempre aprisa, una sensación de vacío después del estallido de la pasión, un dejarse ir sin sentido, muchas confesiones en la oscuridad de la alcoba de moteles sombríos, la celebración del pasado como rito; provocaban en ella una sensación de fragilidad, escisión y despersonalización. Por supuesto, todo esto fue la reflexión postrera que la experiencia pasada dejo a Marcela cuando en el presente de espigas, el vendaval de su –ahora- fallida relación con su profesor de economía había entrado en un estado de franca extinción. Pero escucha –insistió su amiga Alessandra- es mejor así, una persona tan rígida, acartonada y solemne no es más que alguien artificial, un edificio en ruinas, una casa abandonada… todos, excepto tú, sabíamos de su decadente modo de vivir, y todos te advertimos que nada bueno podías esperar, ¿sabes?, no hay nada peor que un hombre saturado de imposturas, de contradicciones, un perdedor que en el mejor de los casos, lo único que podría dejarte -si consiguiera una verdadera erección- sería un hijo sin nada más, bueno sí, talvez algo más, su soberbia y la estúpida explicación de siempre: “yo no quería eso, comprende que soy un hombre con una vida complicada, etc, etc”; razones que, mientras abrieras las piernas o le dieras las nalgas, no vendrían al caso. Entiende Marcela, por favor, no se trataba de nada más que acostarse contigo, y me cuesta trabajo que alguien como tú haya caído…pero en fin, no te juzgo, sólo tienes que mirar adelante y seguir. Pero Marcela lejos de escuchar se internaba cada vez más en un largo túnel de miseria y desesperación, no estaba de humor para ser racional, comprensiva o inteligente, quería deshacerse de su amiga que le empezaba a fastidiar porque todo lo que veía en su crítica, todo lo que le recordaba incluso, era la sombra de su madre quien siempre estaba dispuesta a enlistar el conjunto de defectos de cualquier hombre que se le acercara.. Pese a esto, Marcela se dijo para sí que Ale era diferente, pero no le concedió más crédito que a su madre. El problema principal que ella encaraba no era sólo el peso de una decisión equivocada y sus previsibles consecuencias, sino más bien las motivaciones que le llevaron a iniciar una relación con un hombre que desde el principio mostró un talento inusitado para que ella le hiciera caso pese al desapego, el desinterés y la falta de compromiso. Recordaba como, desde el principio, él dejó muy claro con execrable franqueza que no tenía tiempo para relaciones de “largo plazo”. Esa clase de cinismo la impresionó profundamente y la dejó sin defensa ante el embate posterior en el asedio de su “ciudadela virtuosa”, en una escalada imparable de liviandades y lugares comunes con la que aquel “hombre maduro” hizo blanco en aquella mente en apariencia- pare él- ingenua. Se preguntó, cómo era posible que ella se había unido a una persona con la que cualquier futuro era algo menos que impensable, no era que esto le interesara mucho, pero había una distancia entre su interés y lo que se había planteado desde el principio, además, dijo para sí, yo no esperaba que todo esto se precipitará a un desenlace tan inesperado y poco amable de su parte, una cosa era aceptar la situación y otra cosa era admitir como agregado la descortesía de baja estofa. Y por si fuera poco sin oportunidad de responder directamente cada uno de los agravios que ese estúpido le había propinado sin razón alguna. El accidente fue un golpe del destino, una especie de redención inmerecida para la gris memoria de ese farsante a quien sus colegas docentes lo describían como un personaje enfrascado en una lucha moral por ser decente. Las primeras noticias recibidas fueron en el tenor de un derrame cerebral que lo dejó sin comprensión del lenguaje y con la percepción visual deteriorada, incapacidad que ella sabía, le dejaría incapacitado para sentir o percibir a cualquiera en un entorno de intercambio sentimental, en todo caso, se dijo burlándose de sí, una incapacidad que lo dejaría igual que siempre sólo que con un atenuante fisiológico de más. Una décima de segundo tardó su cerebro en comprender el sino de su desesperación, no era decepción, era impotencia, estupor por una mala jugada del destino que le impedía devolver golpe tras golpe el trato recibido por su innoble mentor. Era otra vez el vacío pero ahora distinto, el vació de una bomba que no alcanzó a hacer ignición. Sin justicia, sin redención, sabiendo que, hasta el final, la frustración no pararía de multiplicar su desolación, igual que componer una música hermosa sin instrumentos ni papel y la desesperación subsiguiente al no recordar ni una de sus notas. Al menos esto significa envejecer 20 años de golpe, se dijo consternada al tiempo que una ráfaga de aire frío atenazaba sus venas, sin poder oír, sin poder encontrar solución, en los márgenes de un hubiera que no alcanzó a ser. En conjunto, la terrible sensación de ser el peón en un juego de mortal ajedrez, conducida con despiadada eficiencia por un oscuro destino. JORGE ANTONIO DIAZ MIRANDA DICIEMBRE 2006

CECILIA

CECILIA Sin duda aquel día era de rutina y tedio habitual para Berenice, claro con un ingrediente inusual en el círculo de reuniones y juntas que día a día celebraba con todo tipo de gente pues en verdad las relaciones públicas eran su oficio con el que hacía prosperar su negocio. Ella era una mujer madura a la que la vida no le había regalado nada; cada cosa que poseía se la había ganado en el fragor de un esfuerzo diario, en el marco de un intercambio desigual y el todo en contra de una realidad que, prepotente y tirana, parecía estar pendiente para oponer al obstinado tesón de esta mujer una muralla y el abismo. Esperaba desde hace rato, ver aparecer en el umbral de su departamento lujoso, a Fabio, un pibe morocho y recio al que ella había invitado para corresponder a las atenciones de él cuando preguntó acerca de una cuestión académica. Sentada cómodamente en su sillón favorito estilo Luis XVI, chapa de caoba y corazón de sauce, recordaba la grata impresión que le dejó el joven con la respuesta prudente e informada que le brindó días antes, pero más aún le agradó la actitud solícita y cortés que él le manifestó. Una cálida sensación degustó en su interior, la de no sentir subterfugios en las palabras de él, que siempre sabía, contenían la sombra aborrecible de una indecorosa alusión oculta y maliciosa, con la que otros atendían sus preguntas. Recordó además, que tampoco pudo ver en la mirada de aquel muchacho el “asedio masculino” del cual era cliente habitual, en cambio, encontró un mensaje directo, una voz armoniosa y sobre todo un dejo de transparencia y fragilidad en la mirada sostenida y firme con la que él la miró. Cierto que ya lo había visto hacia un par de meses, pero nada en él revelaba algo significativo, además, recordó: --En ese momento, yo estaba finiquitando una relación accidentada con mi no menos accidentado novio inglés. Eso, más los exámenes de fin de semestre me tenían corriendo todo el tiempo, y bueno, qué mas da. Sólo es una comida con un chico agradable que no trascenderá del saludo y el beso, la charla insustancial y el vuelo de veleidades que los chavos de ahora saben decir, ¿qué más? II. Al fin llegó. Un rostro apacible, un cuerpo menudo pero robusto, equilibrado y proporcionado que manifestaba un halo de suficiencia, y discreto pero desafiante aire de decisión; vestido con ropa informal cómo el de un chico adolescente que no era pero que no le sentaba mal. Al ver a Berenice avanzó a la mesa y a diez pasos se detuvo, hizo una discreta reverencia en señal de respeto, se acercó lentamente, le preguntó como estaba y acto seguido depositó en la mejilla fresca y tersa de ella, un tierno beso, húmedo y cálido, afable como una caricia, profundo y atento en una inusitada muestra de ternura. --Encantador, buen manejo del escenario, equilibrio y mesura…y pensar que sólo tiene 20 años, pensó ella en su interior. Minutos más tarde, la sensación de grata sorpresa se trocó en franca admiración, la voz modulada y los comentarios de éste chico exigieron de ella una atención que ninguno de sus amigos le habría merecido, sobre todo por la habilidad de Fabio para hablar desapasionadamente de cualquier tema, presentarlo coherentemente y persuadir al oyente de que todo lo que decía no era más que ideas dispersas, expresadas de forma dubitativa pero con un dejo de no tomarse en serio, y no por la falta de justeza discursiva, precisamente por ella. Fabio presentó su punto de vista sobre diversos temas. En su argumentación se adivinaba una cierta distancia, conocimiento elemental pero pertinente y sobriedad. Luego, Berenice expresó también sus propias ideas sobre los tópicos que Fabio aludió. Primero, admiró con palabras prudentes las proposiciones del joven, en segundo lugar, preguntó amablemente si él había considerado la experiencia y los factores involucrados para que las cosas fueran de cierta manera y no de otra. --Con los años -afirmó sin afán de ofender pero subrayando su experiencia-, he comprendido que el considerar un solo ángulo de visión en las relaciones humanas es lo mismo que renunciar a la objetividad o por lo menos a considerar sólo lo que es visible y superficial, toma el ejemplo del amor, ¿por que la gente se enamora?. En el fondo hay una plataforma de necesidad sobre la cual se emplaza todo el tinglado de sentimientos, afectos, ilusiones o planes. Sin embargo es el contacto directo lo que en definitiva demuestra o no la fuerza de un compromiso…todo esto por supuesto es, si tu quieres, una idea impregnada de lo que yo he vivido, de cómo me ha ido, o bien de lo que he encontrado con los hombres. Hablo, claro está, desde mi posición de mujer, pero creo que hay cosas que se aplican a todos los casos: el compromiso, la responsabilidad, el intercambio. --Pero espera un momento -replicó Fabio- me parece que en todo lo que has dicho, tu soslayas algo que para mi es importante considerar: tus opiniones son reflexiones derivadas de “agua pasada”, pero ¿qué hay del momento mismo en que vives una experiencia?, perdóname, pero creo que en ese momento es muy difícil escindirte y tener de una vez por todas una visión global de todo lo que esta en juego, de lo que das y te dan, de lo que dejas y dejan en ti. Francamente no veo cómo, tu puedas tener la menor oportunidad de escindirte en dos realidades, una de las cuales es tu propio involucramiento sentimental y otra la racionalidad fría con la que analizarás el significado de lo que esta pasando. Sucede que no veo claro que esto que planteas sea posible “en la situación”…y mucho me temo que lo aprendido en una relación no sea aplicable a otra, por más que lo consideres seriamente. No tengo tu experiencia es cierto, pero al respecto, ¿cuantas mujeres necesito para que me concedas el mismo nivel de experiencia que tienes tú, o bien, es necesario llegar a tu edad para ser objetivo?, cualquiera de las dos modalidades interrogativas que prefieras. Yo sólo tengo mi sentido común, ¿sabes?, el me mantiene alerta para responder a situaciones en lo inmediato, ahora bien, si la suma de estas experiencias resulta significativa para un futuro, será porque ya no existe la situación cómo tal. Sólo quiero decirte, que no pretendo descartar lo que dices, ni cuestionar, ni siquiera ponerlo en duda, sólo deseo mostrarte lo que a mi me parece, lo que me indica mi experiencia, lo que se siente a mi edad. Berenice guardo silencio, un comentario tan coherente sobre las distancias generacionales la había tomado por sorpresa y no era que concediera toda la razón al muchacho, pero el punto de vista que había expuesto con tanta firmeza no era para tomarse a la ligera. Esperó a que la corriente eléctrica del inicial desagrado que había sentido, fluyera desde su cerebro a la periferia. Sorbió de su taza el café con un gesto reflexivo, tomo delicadamente de su bolso la cajetilla de cigarrillos y extrajo un rubio con filtro con la majestad de una mujer de mundo que se sabe el centro de la atención. Sí, pero de una atención sostenida y selectiva, sensible y cerebral, profunda y analítica, apreció. No era cuestión de apresurarse y contestar con lo primero que le viniera a su pensamiento, porque la mente ágil de su acompañante contestaría implacablemente. --Además –consideró- no tengo por qué convencer a este joven que a leguas se ve, no tiene una compañera o en la veleidad de los colmos una amante, ¿o si?, pero si eso fuera cierto, entonces ¿por qué estaría aquí?. No obstante las consideraciones anteriores pregunto lo primero que le vino a la cabeza: --¿tienes novia? --No, fue la respuesta escueta que escuchó. Ante semejante respuesta una inexplicable sensación de plenitud la invadió, su gesto se compuso, su mirada se agudizó y el brillo de sus ojos se hizo más intenso. Respiro profundamente, porque no quería que él se diera cuenta a primera vista del sentimiento de suficiencia que coloreaba su visión. A una pausa de silencio siguió un irse del lugar para llevar su mirada de una mesa a otra, antes de volver a los ojos de su incisivo interlocutor. Mientras tanto él había clavado sus ojos en Berenice y espero pacientemente que ella descendiera de los sitiales a los que se había elevado. Fabio sabía que sus palabras habían dado en un blanco impreciso, sin embargo no sabía en qué había acertado y en que había fallado. Una sola cosa era evidente, que ella no se había quedado indiferente a sus palabras. Se dio cuenta que la mujer de nuevo lo miraba y dejó que ella lo evaluará otra vez . Un cierto aire de familiaridad emergió entonces, un leve temblor de ambos, una trémula sensación súbita, y emergió una murmullo de respiración entrecortada; de pronto se dio cuenta que el espacio entre los dos vibraba y no se sorprendió cuando sintió su cintura prisionera de las manos de ella, ni sus labios atenazados por los labios de ella. Tampoco se resistió cuando ella atrajo su mano derecha a la hendidura de sus senos. En su mente una voz sibilina comenzó a martillear con aquello de que ninguna mujer hermosa e inteligente tiene dueño, y entre las piernas sintió el ascenso de una columna de fuego y su olfato a percibir un cierto olor que le recordaba el aliento del mar. Su mano izquierda experimentaba la sensación de tocar espuma liviana, superficie de ámbar, piel firme, formas compactas y torneadas, todo proveniente del muslo de su compañera. Ella susurró con voz entrecortada que no podía más… Fabio aventuró metáforas y analogías, algo como sentirse vivo ante la belleza del jardín perfumado que descubría en cada centímetro de piel que recorrían sus dedos; el sabor de oasis que emergía en cada perla de sudor colectado en los poros excitados de ella. Ella suplicó y el concedió, él se quedo quieto y ella se concentró en el horizonte…. Al sentir llegar una nueva calma tras la escaramuza húmeda de pantanal caribeño que acababa de experimentar, Berenice dijo susurrando: --Gracias, por tu respuesta. La mujer que se haga tu novia se sentirá muy feliz, eres un hombre apasionado…. -- A esto me refería -replicó el muchacho-, el amor es súbito, es química que nace o no, un drama de amores imposibles, por eso es posible esta agitación. En mis brazos –agregó Fabio- fuiste la promesa que esperaba con ardiente paciencia, y con ella penetré en ciudades ignotas, al primer círculo de tus secretos. Tú eres tan diva, tan arrogante, tan de nadie como yo, una Venus en llamas, una duda desnuda, un racimo de seda. Pupele mía, rayito de sombra, palermo y gran día, un sueño, la locura, mi obsesión que despertaste desde el lado oscuro de mi corazón. Ella tan sólo respondió con la elocuencia de su silencio y la consulta de su reloj, que había parado de contar los minutos desde hacía dos horas, en el justo momento en que Fabio llegó. --Encantador… y sólo tiene 20 años, pensó ella en su interior. Jorge Antonio Díaz Miranda 16/Dic/2005

miércoles, junio 14, 2006

EL BLUES DE LA VIDA: REAL DE CATORCE EN UACM

EL BLUES DE LA VIDA: REAL DE CATORCE EN UACM Jorge Antonio Díaz Miranda 2006 Cd. de México, 18 de abril de 2006. En la víspera del concierto, recorriendo la regia metrópoli de los palacios, cuatro de la tarde, a la vista, esta urbe torturante, agotadora, irritante, recalcitrante. Vieja ciudad de hierro (Rokdrigo González, dixit), cada vez más deteriorada y olorosa, sucia, sobrepoblada de automotores y gente, famélica y sedienta. Esta ciudad que a principios del siglo XX, aún era la más transparente, ésta, la vieja-nueva ciudad, con todas sus miserias cotidianas, tragedias apocalípticas y su gente sicalíptica, sigue viva, gracias a Dios, sigue en pie y sigue siendo el corazón cosmopolita de México. Lo de siempre en la metrópoli de asfalto, su artereoesclerosis crónica por el tráfico de sus arterias, la dificultad de transitar de sur a norte, la imprudencia y el agandalle de los automovilistas, el Tourette de los insultos que saltan de un lado a otro; no obstante, nada suprime la sensación estimulante que me sigue provocando esta ciudad, el vértigo, la fascinación, sobre todo por la intensa vida cultural y las sedes esplendidas con que las que cuenta para las distintas expresiones artísticas: teatros, librerías, cafés con música en vivo, talleres de actuación, salas de cine, universidades, academias de música, de danza, de plástica, de artes visuales, restaurantes. Si lo anterior no fuera suficiente, ahí están sus plazas y mercados, sus músicos callejeros, poetas y locos, sus bares y fondas, sus calles oscuras, la Lagunilla, Tepito, la Merced con su vía roja nutrido de chicas y chicos que se hacen pasar por chicas, las calles históricas que siempre me hacen recordar los versos de Juan Dios Peza reunidos en su maravilloso libro Leyendas de las Calles de México, publicado hace poco más de 50 años. Es tarde ya, para llegar puntual a la cita, pero como se verá líneas más adelante, en mi país, siempre habrá tiempo dentro del tiempo para esperar un poco más. En el trayecto hacia el plantel del Valle de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), que cedió su espacio para realizar el concierto, los amigos y yo charlamos emocionados sobre las expectativas que tenemos de ver una vez más a éste grupo potosino, que tanto nos ha emocionado en poco más de 15 años que lo venimos siguiendo. Para mi, aún esta fresco el recuerdo de sus presentaciones en Cuernavaca, primero en la Casa Azul (1997) y luego en el local del ex cine Olimpia (1998), donde demostraron lo que B.B. King declaró recientemente en una entrevista, concedida al canal 4 nacional: “La buena música la sientes, la entiendes […] Si te dice algo, si te sacude, si algo mueve en ti, si te habla de las cosas de la vida, entonces, sin importar su estilo, habrá cumplido su cometido. La esencia del blues es hablar directamente de las cosas de la vida, provocar en la gente una respuesta emocional.” La poética del espacio. Por fin llegamos a las aulas de la UACM. Me sorprende el tamaño reducido de las instalaciones de éste campus, pero más me sorprende que, en pocos metros, los arquitectos hayan proporcionado a los usuarios de este plantel, la sensación de espacio, de luz, de paisaje, de frescura, de horizonte: edificios sobrios que alojan las aulas, muros con troneras para mantener dentro de estas una temperatura agradable, ventanales y pinturas murales de algún artista moderno. Por fin un espacio ergonómico que para nada recuerda el diseño carcelario y opresivo de otras instituciones, y en el que parece subrayarse el lema que define a la UACM, Nada humano me es ajeno, un espacio pensado por humanos para seres humanos, nada más pero nada menos. Viacrucis políticamente correcto. Llegamos a tiempo pese a todo el retrazo, lo malo es que el presentador se detiene por más de 20 minutos en una arenga partidista (recordemos que la universidad se abrió por iniciativa de los gobiernos perredistas, además, estamos en tiempos de campaña, ¡joder¡), mientras tanto, me defiendo del sopor con una cerveza que me sabe a gloria, no me importa que el tipo esté en pasón ideológico y menos aún, su jerga ceceachera. La cerveza se escurre en mi garganta y eso amortigua el dolor de los oídos ante ese torrente de fatua verborrea. Si he de hablar con la verdad reconozco que estas próximas elecciones me tienen sin cuidado. De acuerdo, es un momento épico, participaré y daré mi voto a favor de AMLO, pero no se me escapa que los tres candidatos principales, incluyendo al aludido, son mediocres para México, así como las grandes televisoras y los empresarios y los banqueros, y algunos de nosotros que nos hemos estacionado en la última fila de los espectadores sin hacer nada más. Aquí no pienso demorarme en las biografías de los integrantes, ni en el recuento musical de su obra fecunda, ni en el lugar común de los elogios, ni en la mención de los muchos premios que han recibido en Estados Unidos en el marco de festivales tan importantes como el Buddy Guy´s Legend donde se reconoció la genuina vena bluesera que posee el grupo. Mejor componer una interpretación de lo sucedido en este, su más reciente concierto a partir de una muestra significativa de canciones, donde el grupo logra, en opinión de quien esto escribe, articular coherentemente, música, pasión, inteligencia y poesía. El concierto. Ahí están, José Cruz, compositor bohemio, vocalista principal, para mi el Kurt Weil revival, líder de la banda, flanqueado por el entrañable baterista Fernando Ábrego, matemático del sonido, el jazz-fonqui-blues-rock man experimentado, el bajista a quien no reconozco y, Julio Zea, guitarrista sensible, intuitivo, digno sustituto de José Iglesias pese a su corta edad, pues su estilo fresco aporta a la música de Real de Catorce, densidad, intensidad, profundidad y angustia, o sea más blues. Las cuerdas tensas, el golpe inicial de la batería, el bajo preciso, el grito desgarrado, la narración con acento de cementerio. El tempo, la armonía y los arpegios oscuros de una guitarra, amplifican la desesperanza de ciudades tristes, botellas de mar que andan a la deriva portando letras desesperadas de un hombre de paja: En mi calle vive el príncipe del cáncer la dama venérea y un viejo que hace blues cada puerta es como un bálsamo bendito para el miedo: el amor y la piedad. La sorpresa de la noche, lo que no podía faltar, un plus instrumental de metales nostálgico, armónica sibilante y un piano que nos concede un breve respiro no obstante su tristeza. La armonía, la melodía y el ritmo, de esta música, ponen de manifiesto que el adjetivo blues se refiere a la melancolía, más aún, en el imaginario de la población afroamericana, asentada en los Estados Unidos y creadores de este estilo musical, la melancolía es un demonio y el infierno esta en la tierra porque esta vinculado al sufrimiento continuo, a la pobreza, a la enfermedad, a la muerte. Pese al diario morir y la condena que se encierra, José Cruz también nos recuerda en Radio morir, que una mujer desnuda posee el sortilegio del dulce olvido, la razón de seguir, el paraíso en la tierra donde vale la pena estar mientras estemos vivos: Me dio a probar la luna tibia en una taza y me dejó ardiendo de la piel se derrumbó un polvo de silencio en el metal desnudo de su ser. Sigue la evocación de una carrera fecunda, buque fantasma, stultifera navis, que se detiene brevemente en algunas playas agitadas de 10 distintos puertos, cada uno de éstos con un nombre que tiene la estridencia de las sombras, Real de Catorce (1987), Tiempos Obscuros (1988), Mis amigos muertos (1989), Voces interiores (1992), Contraley (1994), Azul (1997), Rojo (1997), Cicatrices (1998), Nueve (2000), Voy a Morir (2002). Por cierto, nadie ha pagado su renta. La pregunta en tono amable del líder y alma poética del grupo, cae en los asistentes como una provocación, un presagio de lo que viene, la celebración, la orgía: asistimos morbosos al dialogo íntimo entre la guitarra y la armónica con nuestro silencio cómplice, asistimos a la desolación de un tipo que paga su renta con un poco de blues cuya mente extraviada y delirante esta angustiada porque no sabe quien mató a la noche, o porque esta poblada de las imágenes de amigos perdidos anclados al mundo con una botella de ron…perdido como mucha gente entre el aburrimiento, la desolación, la soledad y la falta de sentido. No obstante todo estalla en el éxtasis, en el orgasmo, en el nihilismo inverso que niega la muerte y reafirma la vida. Descanso. Tensión-distensión, notas suaves de un sax tenor, sobrio, mesurado, fino, ligero, desenfadado, y sin embargo predominante en toda su ejecución. Sus notas son el fondo preciso que circunscribe la resignación poco después de la desesperación, la plegaria elevada por alguien que sabe que ya no tiene salvación pero si la fuerza para pedir por lo menos el consuelo de un placebo: Consígueme esa medicina que me ayude a vivir porque me muero día a día y no me quiero morir dame de esa ración ven y siéntate aquí ponme las venas del color de la olas del mar Pero la batería no se olvida de la tragedia, la guitarra irrumpe en un crescendo que nota tras nota se va amplificando, la reverberación de la sala del concierto juega también su papel…lo que enloquece no es la duda, sino la certeza. Dosis más adelante, la celebración reaparece, otra vez más, benditas mujeres que caen en nuestras redes, diciendo que sí, que sí, que no, que sí, saliéndose de si con su proximidad húmeda, mostrándose deliciosamente vulnerables, calientes, excitantes, sin decir nada, con la pura insinuación que se adivina en sus graciosos movimientos, en los signos que se leen es sus cuerpos, con sus curvas y sus hendiduras, con sus gestos, con sus besos húmedos; las palabras fluyen lentamente, susurrantes, ven, escucha esto: Esa liviandad, esa ligereza con que das calor con que te desvistes y luego ese lunar como corazón guiando a la cadera y la boca dulce para el mal sabor de las despedidas La batería se decanta, enmudece la armónica, la guitarra eléctrica vuelve por su fuero con notas amplificadas, ahora sí, en inconfundible estilo del blues de Chicago, y el cantante dota a su voz de un matiz de dulzura cuyo efecto al escucha es estremecedor: Cuando dices Sí cuando caes del cielo a mi realidad a mi sufrimiento rompes el ritual de mi soledad y su hechicería y me dan las ganas de deshacer la cama de mis temores Parafraeando una vez más al primer rupestre del país, el blues urbano es blues humano: la fiesta termina en Moto por carretera, un diálogo lúdico de la guitarra a lo Chuck Berry y la batería en contrapunto, el final adecuado para rebobinar la realidad y salir electrificados para afrontar la aventura que nos depara la noche. Real de Catorce sabe como inducirnos al viaje. Todos nos dejamos llevar, las parejas que no han dejado de besarse, la chica que se quitó la blusa y le mostró a los músicos como justo homenaje sus turgentes pechos, mis amigos y quien esto escribe. Todos sabemos que la vida es una mezcla de alegría y tristeza, pero siempre será mejor estar vivos a estar inertes en un fría tumba, quizá, éste sea el mensaje principal de la música blues, de ahí su énfasis en la sensualidad, el dolor, la sexualidad, la desesperanza, el amor y los afectos; luchar por sobrevivir mientras el telón no caiga y vivir intensamente hasta el último minuto. Jorge Antonio Díaz Miranda Ciudad de México 18 de abril de 2006

viernes, junio 09, 2006

HERMAN BROCH:EL DESESPERANZADO Y CONTRADICTORIO SENTIMIENTO ASHKENAZI

HERMAN BROCH:EL DESESPERANZADO Y CONTRADICTORIO SENTIMIENTO ASHKENAZI JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA [MÉXICO:2006] Viena, 29 de julio de 1938. Quizá sea peor hoy que en los tiempos de Babel donde lo único confuso eran las lenguas. La lengua común de la modernidad está vacía de sentido, blanqueada de contenido, es plana y obtusa, no dice nada, sólo refleja una y otra vez angustia, indiferencia, esquizofrenia, como si Babel estuviera deconstruyéndose al revés. La sombra esta cerca, la guerra se cierne, las voces histéricas estallan anunciando el Ansch-luss que viene. Ante los portales de un nuevo exilio, Broch se siente perdido, como hace 20 años cuando enfrentado a su padre: perseguido, vigilado, humillado, como una presa acorralada, paralizada por el terror, a merced de sus captor. En esta noche de sangre y humo, de camiones militares, de insignias y fanatismos, Austria se hunde en su balbuceante agonía aderezada de vals, aderezada de superficialidad. No hay nada que hacer, sentenció Broch renunciando con ello a cualquier partida heroica, asumiendo para si el rol del más débil entre los débiles, él, el sonámbulo entre sonámbulos, él, el más inocente de los inocentes. En esta babel apocalíptica la autobiografía no tiene la menor importancia, como si el juicio lapidatorio de Ernest Mach tuviera vida propia, en contra, incluso, de la pretensión de su autor, para quien el yo es una hipótesis inútil, por tanto, los actos humanos individuales no poseen la menor relevancia para la historia, así, el único territorio deontológico donde la individualidad tiene cabida, es el de un sujeto subrogado a los problemas de su época. Broch parece estar de acuerdo, piensa que lo único que se puede decir de figuras como él o sus coetáneos Kafka y Musil, es que han vivido y han escrito y eso es todo. Sin embargo las reminiscencias de su infancia vuelven una y otra vez como suaves olas de un mar de nostalgia en un eterno retorno de sensaciones funestas: la presencia de lo siniestro, el hiriente sarcasmo, la desesperanza ante un destino que no redime, que no expía, que no brinda posibilidad alguna de revancha. los celos casi me matan, las fantasías de suicidio aparecieron desde mi niñez…desde entonces huyo. He aquí el fundamento pesimista de la visión brochiana, su mirada retrospectiva, su expresión más sombría, el sentir del artista entrampado por las mistificaciones freudianas anhelando nacer otra vez; Broch encarnando el papel del eterno judío errante que no puede morir. Esta sensibilidad “desquiciada” es también el sello personal del nihilista por antonomasia, Hugenau, el arquetipo del hombre moderno sin atributos, atrapado y extraviado en el realismo de un cambio de épocas, vacío, desnaturalizado, el perfecto asesino al que no incomoda el evidente ascenso del mal gusto (Kitsch) encarnado en los pontífices del momento: Hitler, Kart Lueguer y Guillermo II. El eje argumental de la obra brochiana, en su conjunto, es el de la identidad perdida de los individuos, el derrumbe del vetusto edificio de la civilización europea, pero eso no es todo, es también la denuncia en tercera persona de los procesos de exclusión y marginación que utiliza una sociedad decadente, la cual destruye todo lo que no es capaz de incorporar y asimilar. Obsesionado con la degradación social de los valores, disgustado con la historia, Broch adquiere la altura del demiurgo profeta que sabe leer correctamente y por anticipado los signos que anuncian hundimiento de Europa: la perdida de los valores fundamentales de la sociedad mitteleuropea, la supresión de la reflexión a favor de la racionalidad artificial, la negación de la vida humana, y la imposición de la muerte a través de la monopolización estatal de la violencia. Para contrarrestar los efectos insalubres del miasma recurrente de la decadencia, Broch prescribe al enfermo - y éste es justamente el alegato temático que define el tercer volumen de Los Sonámbulos-, la asunción de un valor ético, absoluto y trascendente, es decir un nuevo imperativo categórico donde la vida humana posee una dimensión única y donde el asesinato significa la negación de este valor. En el Tractatus del primer Wittgenstein, Broch encuentra una certeza: el arte y la literatura son los espacios donde el tema central de la filosofía, es decir la vida y sus múltiples sentidos, puede y debe aclararse legítimamente. Pese a tanto desencanto, Broch se propone atesorar la memoria, la continuidad de la cultura europea y el rescate de sus mejore momentos: el renacimiento, la Ilustración, el siglo de las luces, la revolución industrial. El sustento de su pensamiento político es la historia, y la historia como quehacer inmanente de las sociedades modernas es una reflexión sobre la relación entre la justicia y el poder. La fundación de una sociedad nueva requiere de la demolición de las falsas incertidumbres ideológicas, y la emergencia de un orden horizontal donde los sujetos posean una participación activa, abierta, inteligente, sensible, para asumir como un bien común la democracia y el bienestar. El riesgo de esta conversión es derivar a otro tipo de sociedad cerrada, dictatorial y opresora, en otras palabras la inversión de los fines de la razón, trasmutada en un instrumento de opresión, emplazada sólo para reducir o ocultar la realidad, como lo planteaba Freud en su ensayo el malestar de la cultura. Pero no es el mero avance del conocimiento, ni la prosperidad económica de las naciones, ni el parlamento, los que por su mera existencia traerán bienestar, libertad o democracia, para ello habría primero que definir un marco de ideas tomando como base la Ética. Pero la reflexión ética no deviene de la especulación filosófica, por lo menos no de lo que a finales del siglo XIX y principios del XX se entiende como doxa filosofica, más bien se genera de la praxis artística, de esta manera Broch propone el campo de las artes como espacio propicio, neutral y objetivo para discutir con legitimidad los problemas de las sociedades, sus valores, su cambio. Renunciar a la capitulación, la repetición o la mera imitación es profundizar en la sensibilidad, ampliar los horizontes de la creación, es discernir entre el la forma y el fondo. Se cierra así el cinturón de su propuesta, toda practica literaria esta orientada a la reflexión filosófica, la creación artística es la creación de nuevos valores, el arte es la conversión de la realidad en imágenes, el arte es el espacio objetivo para la generación e intercambio de ideas, en este espacio ideal ejemplo del paraíso en la tierra las letras son la piedra filosofal de la cultura. Estas ideas ilustran en lo general las preocupaciones de Broch a principios del siglo XX y deben entenderse como una crítica y una disensión con la sociedad de su tiempo, tiempo de pedante eclecticismo, de falso barroco, de falso renacimiento, de falso gótico. Sin duda esta posición radical esta dirigida contra la cultura oficial del imperio, contra Viena, su capital política, considerada la del vacío de los valores. Este vacío es el signo revelador de la perdida de la realidad por parte de una sociedad que cada vez se encierra más entre las murallas de un castillo. Para Broch no hay inocentes, ni ingenuos, la mediana burguesía, pusilánime, gris de ideas y lenta de pensamiento hace posible el asenso de personajes como Adolf Hitler. Jorge Antonio Díaz Miranda 08 de junio de 2006

martes, junio 06, 2006

Il caffé San Marco: risorgimento de la mitteleuropa habsbúrgica

Il caffé San Marco: risorgimento de la mitteleuropa habsbúrgica Jorge Antonio Díaz Miranda 2006 [Cuernavaca Morelos, México] Trieste, 2006. Vuelve la nostalgia del antiguo imperio y su cultura. El mito no muere por la mera pretensión de enterrarlo. La nostalgia es reminiscencia y revelación, la sombra fantasmagórica de algo que desaparecido en los hechos no acaba de hundirse en el olvido. 40 años después de proponerse desmitificar el mito, el catedrático de literatura en lengua alemana en la Universidad de Trieste, Profesor Claudio Magris, prestigioso catedrático, germanista y traductor, se envuelve en el tal vez definitivo de un itinerario intelectual que no se irá nunca más de su sentido estético. Porque el caos organizado, aunque bien administrado, del último gran imperio europeo, parece mantener su sorprendente actualidad, o por lo menos, la magia de los prejuicios del entonces joven germanista se han evaporado en la mente posmoderna del hombre maduro, y lo que ha permanecido, lo que ha sobrevivido, a su propia deconstrucción, es su profundo enamoramiento. En este incipiente siglo, cuando el desconsuelo se acumula, cuando las desgracias vienen acompañadas de un eco universal, como en su momento la música de Wagner, las actitudes irónicas, escépticas, acorazadas, superfluas, hedonistas y humanamente paradójicas de la aurea mediocritas que es el núcleo de la cultura cosmopolita de la Viena austrohúngara, demuestran su encanto en la estridencia de la mayor derrota intelectual a manos de los pontífices de la imagen que trafican con la moneda espuria de la autoreferencia. Lo que queda después de la revolución truncada, de la burocracia planificadora, del capitalismo tardío, de las experiencias sangrientas de la voluntad de acción y de la tanto inútil como estéril participación en la historia, Il profesor se ha embarcado una vez más en su anacrónico barco decimonónico, y viaja con sus fantasmas por la rivera del Danubio hasta el último puerto, resquicio vienés en territorio extraño, Caffé San Marco. Los lugares del desencanto. Qué hay más decadente que una mesa de mármol, un expresso, un cigarrillo, el humo desperdigado, y las voces en distintos idiomas de gente que discute una y otra vez la lista de agravios pasados y actuales de sus respectivas naciones. Un coro estridente y en cierto sentido indiferente, castrado de individualidad, renuente a la actualidad policultural e inmigrante de la nueva Europa, y sin embargo abierto en canal por las muchas heridas que todavía sangran: Kosovo, Albania, Belgrado, Serbia, Bosnia Herzegovina, Chipre, Macedonia, Dalmacia; los Balcanes en la versión más reciente de su pulso convulsivo y los ríos de sangre fluyendo hacia el Adriático, opacando el brillo de Dubrovnik la ciudad perla del Mar de Adriano. La gesta aventurera y caritativa ha quedado en el pasado, no hay honor, la guerra moderna no requiere de protagonistas, sólo de una masa intelectualmete inoperante, tal como lo predijera Elías Cannetti en 1932, albacea de la cultura habsbúrgica. A pesar de este prontuario de miserias, siempre tendrá sentido hurgar en la historia, interrogar al pasado, recordar para no olvidar, remontar los nacimientos y repasar cada una de las etapas que llevaron a los pueblos a su respectiva encrucijada. No hay nada más vienés que un café asentado en Trieste y éste hecho sencillo no esta saturado de agravio pese a la presencia perenne de las unidades aeronavales de la NATO. Y con razón. La Viena decimonónica era la capital de un gran Imperio, desde esta ciudad se gobernaba la vida de 50 millones de personas, más de diez etnias cada una con lenguaje distinto, eslavos, magiares, hungaros, eslovenos, checos, y alemanes; una pluralidad cobijada bajo un manto delicado de desencuentros. El profesor Magris esta de acuerdo en que el trasfondo de la revolución cultural fue sustentado por una clase intelectual que con sus ideas y sobre todo, con su actitud combativa, derribaron los estamentos ideológicos de la ficticia kakania, profundizando en problemas diversos vinculados con la filosofía, la expresión literaria, la música y la arquitectura. La convivencia difícil de un imperio estropeado por su automarginación y su adicción al anquilosamiento pomposo, y la revolución cultural en ciernes en su capital neurálgica, recuerdan una y otra vez la arquitectura del Caffé Central de Viena, abierto y cerrado, un castillo horadado y en ruinas con una sola entrada, con una sola salida, como una cripta rumana, como una tumba valaca, de la que no se puede escapar cuando todo se derrumba. Llueve fuego sobre el trono del emperador. En Sarajevo, el pesado barco imperial conoció su primer presagio de naufragio, el archiduque Francisco Fernando es asesinado, último eslabón de una estirpe real condenada a un destino despiadado. Todo se rompió, la guerra fue desencadenada. El saldo de una cadena de decisiones equivocada es un imperio desintegrado, largas filas de soldados malheridos que vuelven desde las lejanas fronteras vulneradas para encontrar el caos…intelectuales perseguidos por los censores, el tejido social fracturado en diversos frentes, los radicalismos reforzados, pangermanistas y sionistas histéricos. El paralelo siniestro es la desaparición o huida de los cerebros más lúcidos de la época: Joseph Roth perdido en su alcoholismo, Herman Broch inicia su penoso exilio, Wittgenstein se marcha a Cambridge invitado por Rusell y Moore, Karl Krauss no tuvo tiempo de ver la caída del odiado imperio austrohúngaro que el mismo predijo, Franz Kafka renuncia a su judaísmo para hundirse en el anonimato de una obra y la obsesión por la autoaniquilación, entre otros muchos casos. En esta vorágine de desencuentros áulicos la mente del profesor Magris se concentra. Las máscaras venecianas en lo alto , sobre el mostrador de madera negra tallada del Caffé San Marco, son una colección de expresiones teatrales propicias para acompañar esta evocación de ausencia, y sin embargo, éste sitio, es como una arca de Noé en donde todavía hay lugar para rebobinar el pasado y volverse a enamorar, pese a las miserias, pese a las derrotas, pese al desengaño. Ahí, en el café, se elevan las voces sobre las murallas derruidas entremezcladas con los ecos de las risotadas; pero las olas sonoras se alejan como los círculos de humo, porque el mundo preserva las voces en los estantes de esta academia platónica donde se aprende la formula más directa para sobrellevar la vida y el desencanto. En este lugar el desencanto escampa, donde ya se sabe como termina el cómic de horrores de falsas verdades o mentiras invertidas, donde no se ha perdido el gusto de asistir a su final, ni la indulgencia ante los errores garrafales de los actores…en este café triestino de reminiscencia mitteleuropea, no hay lugar para falsos maestros que seducen con promesas lúbricas de redención, ni para aquellos que necesitan esa redención de forma gratuita, fácil e inmediata, besando anillos libidinosos en la mano de sus verdugos. Jorge Antonio Díaz Miranda 2006 [Cuernavaca Morelos, México]