jueves, junio 15, 2006

UNA DÉCIMA DE SEGUNDO

UNA DÉCIMA DE SEGUNDO Las últimas noticias habían dejado a Marcela en un estado lamentable, una molesta cadena de irritación-enojo-desolación-impotencia y estupor. Y No era para menos, sus largos encuentros con Damasio le habían dejado como secuelas los estigmas que deja el amor, sobre todo ese tipo que se considera inalcanzable, conocido bajo el evanescente eufemismo de platónico. Todo comenzó una soleada tarde de otoño, dónde suelen iniciar las historias de tufo escolar: en la cafetería. Primero charlas insustanciales, luego un clima de confianza que la dejo lista para abrirse completamente y ser receptiva a cualquier tipo de proposición, finalmente el asalto repentino en que el corazón de una mujer de 20 años, cede no obstante las evidencias en contra, las razones o las advertencias que propios y extraños le dispensaron sobre el riesgo de relacionarse con un hombre 30 años mayor, divorciado y con un carácter tan en extremo intolerante, que sus estudiantes lo describían como un “erizo siempre dispuesto a saltar a la cara”. Una relación tórrida y fulgurante pero de un ir y venir siempre aprisa, una sensación de vacío después del estallido de la pasión, un dejarse ir sin sentido, muchas confesiones en la oscuridad de la alcoba de moteles sombríos, la celebración del pasado como rito; provocaban en ella una sensación de fragilidad, escisión y despersonalización. Por supuesto, todo esto fue la reflexión postrera que la experiencia pasada dejo a Marcela cuando en el presente de espigas, el vendaval de su –ahora- fallida relación con su profesor de economía había entrado en un estado de franca extinción. Pero escucha –insistió su amiga Alessandra- es mejor así, una persona tan rígida, acartonada y solemne no es más que alguien artificial, un edificio en ruinas, una casa abandonada… todos, excepto tú, sabíamos de su decadente modo de vivir, y todos te advertimos que nada bueno podías esperar, ¿sabes?, no hay nada peor que un hombre saturado de imposturas, de contradicciones, un perdedor que en el mejor de los casos, lo único que podría dejarte -si consiguiera una verdadera erección- sería un hijo sin nada más, bueno sí, talvez algo más, su soberbia y la estúpida explicación de siempre: “yo no quería eso, comprende que soy un hombre con una vida complicada, etc, etc”; razones que, mientras abrieras las piernas o le dieras las nalgas, no vendrían al caso. Entiende Marcela, por favor, no se trataba de nada más que acostarse contigo, y me cuesta trabajo que alguien como tú haya caído…pero en fin, no te juzgo, sólo tienes que mirar adelante y seguir. Pero Marcela lejos de escuchar se internaba cada vez más en un largo túnel de miseria y desesperación, no estaba de humor para ser racional, comprensiva o inteligente, quería deshacerse de su amiga que le empezaba a fastidiar porque todo lo que veía en su crítica, todo lo que le recordaba incluso, era la sombra de su madre quien siempre estaba dispuesta a enlistar el conjunto de defectos de cualquier hombre que se le acercara.. Pese a esto, Marcela se dijo para sí que Ale era diferente, pero no le concedió más crédito que a su madre. El problema principal que ella encaraba no era sólo el peso de una decisión equivocada y sus previsibles consecuencias, sino más bien las motivaciones que le llevaron a iniciar una relación con un hombre que desde el principio mostró un talento inusitado para que ella le hiciera caso pese al desapego, el desinterés y la falta de compromiso. Recordaba como, desde el principio, él dejó muy claro con execrable franqueza que no tenía tiempo para relaciones de “largo plazo”. Esa clase de cinismo la impresionó profundamente y la dejó sin defensa ante el embate posterior en el asedio de su “ciudadela virtuosa”, en una escalada imparable de liviandades y lugares comunes con la que aquel “hombre maduro” hizo blanco en aquella mente en apariencia- pare él- ingenua. Se preguntó, cómo era posible que ella se había unido a una persona con la que cualquier futuro era algo menos que impensable, no era que esto le interesara mucho, pero había una distancia entre su interés y lo que se había planteado desde el principio, además, dijo para sí, yo no esperaba que todo esto se precipitará a un desenlace tan inesperado y poco amable de su parte, una cosa era aceptar la situación y otra cosa era admitir como agregado la descortesía de baja estofa. Y por si fuera poco sin oportunidad de responder directamente cada uno de los agravios que ese estúpido le había propinado sin razón alguna. El accidente fue un golpe del destino, una especie de redención inmerecida para la gris memoria de ese farsante a quien sus colegas docentes lo describían como un personaje enfrascado en una lucha moral por ser decente. Las primeras noticias recibidas fueron en el tenor de un derrame cerebral que lo dejó sin comprensión del lenguaje y con la percepción visual deteriorada, incapacidad que ella sabía, le dejaría incapacitado para sentir o percibir a cualquiera en un entorno de intercambio sentimental, en todo caso, se dijo burlándose de sí, una incapacidad que lo dejaría igual que siempre sólo que con un atenuante fisiológico de más. Una décima de segundo tardó su cerebro en comprender el sino de su desesperación, no era decepción, era impotencia, estupor por una mala jugada del destino que le impedía devolver golpe tras golpe el trato recibido por su innoble mentor. Era otra vez el vacío pero ahora distinto, el vació de una bomba que no alcanzó a hacer ignición. Sin justicia, sin redención, sabiendo que, hasta el final, la frustración no pararía de multiplicar su desolación, igual que componer una música hermosa sin instrumentos ni papel y la desesperación subsiguiente al no recordar ni una de sus notas. Al menos esto significa envejecer 20 años de golpe, se dijo consternada al tiempo que una ráfaga de aire frío atenazaba sus venas, sin poder oír, sin poder encontrar solución, en los márgenes de un hubiera que no alcanzó a ser. En conjunto, la terrible sensación de ser el peón en un juego de mortal ajedrez, conducida con despiadada eficiencia por un oscuro destino. JORGE ANTONIO DIAZ MIRANDA DICIEMBRE 2006

2 comentarios:

Cristine dijo...

Siempre pensé que el destino se habre camino,de igual manera que si persistimos en el intento de obtener algo que por "ley" no nos pertenece...el mismo se encarga de arrebatarnoslo incluso antes de hacerlo nuestro.
Realmente me encanto Duncan,la forma de escribir...todo...no esperaba menos de ti.
Un beso con mi cariño
Cristi

DUNCAN dijo...

09/08/06

Análisis:

Una Décima de Segundo
Autor: Jorge A. Díaz Miranda

*Un amor tormentoso, una lucha de poder en el cual el sobreviviente tendrá la victoria, mas no es garantía que salga ileso de heridas que en ocasiones son mortales.

*Una mujer de 20 años que se fija en un hombre mayor para tener un romance con él, conciente que la relación esta destinada al fracaso, primeramente con un sentimiento de idealismo, admiración; sintiéndose cautivada minuto a minuto con la experiencia que a él le dan los años; para dar paso a un amor confundido que refugia un sentimiento ausente de la figura paterna.

Se propone llegar a la parte humana, ondear en el centro mismo de su ser, donde nacen los sentimientos, devolverle la luz a una vida ya sin luz.

Con la rabia que causa el sentirse despreciada, y la mala idea que por el hecho de ser joven se lo merece todo, la falta de atención a su persona la sumerge en una frustración, al pensar en alguien que ni siquiera la satisface sexualmente, en el cual siente que el tiempo empleado fue tiempo perdido.

Un romance que con seguridad lo haría perder a él la razón: una piel joven, una vida que apenas empieza, la frescura de sus años. Un amor tormentoso que duro menos de lo que esperaba.

Algo la confunde, un sentimiento tal vez, su perdida, un contrincante caído antes de la batalla, sin poder extraerle el corazón y levantarlo en símbolo de victoria y saciar así su sed venganza.

Oh será… por que en la intimidad logro rescatar un hilo de humanidad de ese ser tormentoso logro llegar a su corazón joven.

*Un hombre de 50 años con la experiencia de vida, con un fracaso a cuestas, con las heridas latentes que deja un divorcio, intenta proteger su sensibilidad y fragilidad con una coraza de hierro impenetrable que repele a cualquiera que intente acercarse. Pierde su equilibrio y fragmenta su escudo protector por una mujer joven, que lo destruirá si no pone en claro las reglas del juego.

*Miedo, miedo al amor, comprende que con ese ser joven lleno de frescura solo podrá disfrutar el momento como una estrella fugaz sin tener derecho a exigir nada más.

No permitirá que lo dañen nuevamente, sus años le han dado sensatez y si es necesario la lastimará para ahuyentarla, ella puede hacerlo volverse loco y perderlo de la realidad a tal grado que perderá su alma.





*Un aplauso a alesssandra por la descripción perfecta de un hombre en el ocaso de su vida.

*Desenlace tragedia, desolación, remordimiento y muerte.



Con mis atentos saludos Isis María Esquivel