UN
EMPATE MEMORABLE
JORGE
ANTONIO DÍAZ MIRANDA
&
ATENEA DEL BOSQUE (Enviada especial)
Martes
17 de junio 2014
Toda mitología tiene sus
sitios desolados. No cabe duda que la mítica selección brasileña transita por su
desolación más profunda. Brasil es predecible. Brasil es pura fuerza sin inteligencia,
sin contingencia ni atingencia. Brasil es sólo la vibración de un nombre al que
sólo le queda una pizca de la grandeza de su historia. Brasil no lee
correctamente la evolución moderna del fútbol. Brasil es una selección que
amontona cracs que solo en apariencia juegan al fútbol asociación. Brasil
piensa ingenuamente que la localía tiene que hacerle ganar los partidos. Brasil
no convence…
El empate más memorable
del mundial Brasil 2014 acaba de ocurrir.
El de Fortaleza, fue un
cotejo cerrado, sórdido, por momentos destemplado, con líneas de trincheras y corredores
de acantonamiento, con una batalla principal que se ubicó en la media cancha por
la supremacía de la posesión del balón. El acoso del móvil dispositivo
defensivo desplegado por México, redujo eficazmente los fulgores tácticos de la
artillería brasileña, lastrada por su pólvora mojada y su mala suerte. Con esta
formación, el navío sudaca hizo agua por todos lados frente a los once de
Miguel “Piojo” Herrera. Para decirlo brevemente, Brasil no pudo con México. La
dependencia absoluta del equipo hacia sus dos figuras del momento, Neymar y Marcelo, hace ver a la selección
brasileña como un equipo de cabezas de paja, cuya estructura de juego es un cascarón
de dinosaurio, que sólo en el pasado fue temible, pero hoy por hoy, ya no más. El portero Guillermo Ochoa se convierte en el
héroe de la jornada al atajar los goles con que la horda carnavalesca pretendía
mancillar la portería nacional. Pero esta vez, nuestro prócer no se inmoló
lanzándose al vacío con la bandera envolviendo su cuerpo. Su lance fue a la
dirección contraria para acariciar los algodones de la gloria. Por mucho, Guillermo
fue el mejor jugador del partido y tal vez el responsable directo del postrer
incremento en la dosis de medicamentos de desfibrilación coronaria, que muchos cariocas de las clases pudientes se
administrarán para no infartarse por la muina. El empate de México con Brasil,
quizá provoque también daños políticos colaterales que obliguen a la
desprestigiada Dilma Rouseff a renunciar por fin a la presidencia de su país. La
fiesta de Brasil terminó prematuramente para las élites brasileñas y el
gobierno que las representa, pues su marioneta favorita, el penta campeón
brasileiro, ya no es imbatible. Con todo en contra, México pisó fuerte y
dignamente la arena de Castelão. Miguel Herrera dio una exhibición notable de
táctica móvil, con posesión de balón y presión constante a la salida brasileña.
La fiereza de los contención y los defensas mexicanos, hacía pensar en una
jauría territorial de cánidos de caza,
que ágiles y anticipados, detuvieron en seco la samba alegre del álgido Neymar,
quien ciertamente, estuvo a un tris de salvar a su furibundo coach de la
desmesurada lección que le propinaba el “piojo” azteca. Welcome
to reality Felipao. El capitán Rafael
Marquéz dirigió la defensa con el tempo preciso de un gran mariscal de campo, poniendo
hielo, ordenando su línea, controlando los furores de su jauría e iniciando las
salidas con raudas jugadas de traslado, aunque con balón dividido. Andrés Guardado,
en plan de visionario, desbordaba las bandas con incursiones amenazantes intentando proyectar a los centrales con opciones controladas
de conducción. Si bien los nuestros también llegaban a territorio enemigo, en la
última jugada se desinflaba el ímpetu… al menos en el primer tiempo. Pero el
segundo fue otra historia.
En el segundo tiempo, México
dominó a Brasil. México sometió a Brasil. México desordenó a Brasil. México
adelantó líneas arriesgándose a un contragolpe letal. Pero justo eso es lo que
esperaba Brasil. Fue justo lo que hizo Brasil que desplegó las velas para
iniciar asaltos cada vez más insistentes y espectaculares que encontraban
abiertos algunos flancos de la muralla defensiva mexicana. Pero en el fondo había portero, y
suerte, y coraje, y el Maza que más de una vez pegó carreras de campeonato
olímpico o se multiplicaba en sombras feroces que paraban en seco los pruritos
de la tempestad carioca. Los últimos quince minutos fue una inolvidable antología
de evidencias notables, que mostró a los brasileños su propia fragilidad. Golpe
tras golpe ofensivo era devuelto por México y el pasmo brasileño no se hizo
esperar. Vinieron los cambios y Miguel Herrera no se regodeo en la supremacía
en la posesión del balón, reforzó aún más el ataque con dos arietes de refresco
que por poco derriban la atalaya que Tiago Silva y el portero Julio Cesar resguardaban
con tanto celo.
Ahora se ha probado que los
nuestros tienen coraje, tiene pundonor, tiene ceso, y saben atacar con una idea
ofensiva turbo-cargada. México tiene también a un estupendo portero que en los
momentos decisivos, pone el pecho, la pierna y las manos en el lugar adecuado. Guillermo
Ochoa fue para Brasil un dique imbatible que contuvo la –a veces- violenta y
desesperada batucada verde-amarela. Esta
vez Brasil no fue superior en ningún sentido.
Quiero celebrar también la
oportuna mesura de Miguel Herrera, para atemperar la emoción, el júbilo y la
exageración mediática: “Un empate sabe a un empate…la definición todavía espera”.
Pero más allá de lo que
venga, esta tensión de alto voltaje que nos ha brindado la selección mexicana,
electriza el corazón. Esta vez la afición mexicana obtuvo justicia y tiene
mucho que celebrar. La devoción y el entusiasmo de siempre que demuestra a su
equipo, no se vio defraudada. Desde temprano estuvieron en el zócalo de la
capital para ver el partido y a pleno rayo de sol esperaban el milagro de ver a
su equipo en plan de gigante. Y esta
vez, nadie se fue con las manos vacías. Esta vez, no tuvimos que conformarnos
con la frase más lapidaria que se formulado jamás, lema oficial de nuestra
perpetua decepción: “jugaron como nunca…y perdieron como siempre”. Es indudable
que se ha trabajado a un nivel físico y mental, tal como lo demuestran el nuevo
esquema de juego y los comentarios mesurados que hicieron los jugadores y el
director técnico. Hoy México dormirá con un buen sabor de boca. Las redes sociales muestran imágenes de Memo
Ochoa como una pared imbatible que no sucumbió a los cañonazos brasileiros.
México contra Croacia,
promete ser un duelo grandioso con laterales desbordadas, líneas adelantadas,
volantes dinámicos y ataques vertiginosos. Esta vez, la aceleración será
definitoria en la balanza estratégica. Miguel Herrera tendrá que optar por una
variante de mayor movilidad, en virtud de que el coraje ya lo tiene. Croacia no
cree en nada ni nadie. Croacia despliega con maestría un fútbol de vanguardia,
con tres toques rápidos y potencia de fuego. México esta vez deberá tener
cuidado del temible oficio con que Croacia explota a su favor las debilidades
de su adversario.
Pero pase lo que pase en
el futuro inmediato, ¡gracias cabrones¡ La afición merecía seriedad y entrega
de parte de ustedes. El empate con Brasil mostró una verdadera carta de
navegación que trascenderá. Esta vez, sí se puede, ya se pudo. ¡Vengan las
garotas de Ipanema, de Copacabana, de Bahía, de Recife¡
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