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Jorge Antonio Díaz
Miranda
Junio de 2014
El título de estas líneas alude a la alocución que Aristóteles confirió a la tragedia
griega, a esa parte al menos que acuñó Eurípides
y los miembros escolásticos del Ágora,
desde un sentido más fundamentalista e impresionista, con el que configuraron
una estilística particular en la expresión escénica de ese arte aglutinante. La
denominación aristotélica aparece como un tratado extenso en la Poética para caracterizar un lenguaje
intencionadamente expresivo, lleno de tropos metafóricos, míticos, circulares,
evanescentes, oraculares y sibaríticos. Una expresión que contiene formas
múltiples de vehiculizar asociaciones semánticas, a través de una estructura
nítida confeccionada de la forma más hermosamente festonada por el ritmo en la
notación del verso, la armonía en la sucesión de la rima, y, la melodía en la
emergencia impactante de las reminiscencias. Es conveniente recordar que el
canto clásico de la tragedia griega, en lo que respecta a Eurípides y la
concepción clásica, es coral. Se inscribe en la tradición funeraria de
raigambre comunitaria, en que las mujeres de Troya y de todas las ciudades
involucradas en la sangrienta guerra del Peloponeso (431-404 A. C), componen
cantos oscuros que lloran a los muertos, al esplendor extinguido de las
ciudades y a los dioses caídos en desgracia cuando los templos son saqueados.
Es una elegía del destino despiadado que depara a los hombres mortales finales
nefastos.
Con una intención manifiesta de hacer resurgir esta forma de
arte escénica algo extrema, algunos artistas de origen griego se han dado a la
tarea de volver la cara a la antigüedad clásica, y plantear una actualización
de su vigencia y sentido. En este amplio esfuerzo se inscribe Trojan Women de la compositora y
pianista Eleni Karaindrou. En 2002 publica una placa musical
soberbia, que sintetiza sus preliminares tentativas de summa,
basándose en textos originales de Eurípides. Treinta composiciones con
partes intrumentales, coros y vocalizaciones solistas dan cuenta exquisita de
una primera síntesis que ha ido puliéndose a lo largo de los años, ampliándose,
tomando vida propia en festivales internacionales donde ha sido presentada la
obra musical. La sección instrumental incorpora instrumentos antiguos, harpas,
lyras de Constantinopla y sutiles instrumentos de viento. La sección vocal está
a cargo de la soprano Veronika LLiopoulou y el
Chorus of Captive Trojan Women armado con cantantes educadas en las formas
del canto clásico de la Grecia Antigua. Desolación, sacrificio, éxodo y un
destino implacable, circularizan los motivos de la composición y hacen recordar
la tradición musical que hasta nuestros días perdura en la región de los Balcanes.
La historia de la aniquilación de Troya, contextualizado con las anotaciones
históricas de Tucidides, pero
actualizadas con el sentir posmoderno de Karaindrou,
hacen un guiño involuntario a la guerra que se desató tras la desintegración de
Yugoslavia, subrayando que la barbarie de la antigüedad, la aniquilación del
hombre por el hombre, la némesis beligerante, sigue galopando la modernidad con
sus secuelas de exterminio. Vale la pena asomarse a una joya musical engastada
en el desencanto, que no renuncia a la belleza del arte ni a su poder de revelación ontológica.
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