Atrapado por el fuego de las tullerías, Klimt se hunde en la obsesión del cuerpo feménino y su reflejo polícromo de perversos deseos... la juventud lo obsesiona como un signo de pureza y al mismo tiempo de tentación. Torturado por oscuras emociones recorre los burdeles de Viena para entender la económia de los placeres en su dinámica de intercambio y uso. No pasará mucho tiempo en que su intuición artística se decante hacia el naturalismo de los colores y la condensación, cediendo con ello, un sitial estético en las artes plásticas a los cuerpos lúbricos.
Jorge Antonio Díaz Miranda.
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