Podemos dejar fuera de toda discusión seria las exageraciones, supuestamente neogóticas, permitidas por Tim Burton respecto de los efectos especiales o la sobreproducción de su más reciente opus cinematográfico Alice in Wonderland...pero desgraciadamente éste es justamente el centro del desencanto que nos ofrece su versión del mundo onírico-fantástico creado originalmente por Lewis Carroll. Exageración que arrastra casi todo hacia la impostación, la simplificación y la historia trillada del bien contra el mal. Casi todo, sí, menos la actuación del sombrerero loco que fue recreado con maestría por Johny Depp.
La regla dice que el cine nunca es fiel a la literatura, pero en este caso lo es menos aún pues la complejidad de la historia original es sacrificada por el marketing del lugar común, el sentimentalismo y la acumulación del absurdo. Además, ¿Quién fue el idiota que dijo que la historia de Carroll es para niños? porque ni siquiera bajo éste conveniente pretexto infantilizador, la superficialidad de Burton se justifica. LO que en sus anteriores cintas, El Extraño Mundo de Jack y El Cádaver de la Novia, es novedoso y extrañamente divertido, en Alice...suena a repetición y redundancia.
No es el sinsentido lo que Carroll ilustra en la historia de Alicia, sino más bien el contrasentido, es decir, una lógica que se escapa de los sistemas, escalas o límites convencionales para proponer realidades paralelas que cohexisten incluso contradicéndose: Alicia es Alicia por lo que és, pero también es por todo eso que no es. Alicia es Alicia más lo que no es Alicia, agregando la suma de las infinitas posibilidades de cómo puede ser Alicia y las infinitas posibilidades de cómo no ser Alicia. Ésta es justamente la parte que Burton amputa para construir su versión cinematográfica, y centrarse en un aspecto que para Carroll es incidental, sin importancia: la contraposición del bien contra el mal. Desde aquí Burton propone un acercamiento superficial a las paradojas que enfrenta Alicia desde el otro lado del espejo, saturando el vacío creativo con hiperestecias anacrónicas, efectos 3D y flema insabora.
Jorge Antonio Díaz Miranda
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