jueves, mayo 08, 2014

ESCOMBROS DE NADA


ESCOMBROS DE NADA

Jorge Antonio Díaz Miranda
Mayo 2014


Lo que no cuadra es la saña. Alejandro Chao era un tipo que no hubiese puesto en riesgo su vida por cosas materiales. Era un tipo que te hubiese dado las llaves de su casa. Poseía un trato empático con casi todo el mundo, sobre todo sus trabajadores con quienes era amigo o compadre. Estaba siempre dispuesto a ayudarles ante cualquier contingencia financiera. Si bien era quisquilloso en cuanto a lo que él deseaba para ampliar su casa o mejorar aspectos de su estancia, sabía pedir las cosas de la forma más educada y cortes. Nunca fue un funcionario de escritorio ni tampoco un divo en el ejercicio de la educación superior. Podía quedarse más allá de su horario laboral para dedicarles a sus alumnos un tiempo adicional para repasar textos de difícil comprensión y volverlos a explicar de forma sencilla y amena. Siempre tuvo un trato directo con las comunidades rurales e indígenas, y si bien tenía un talento especial para la diplomacia y la política, no incurrió nunca en la ligereza de prometer nada. La autogestión y el trabajo comunitario, decía, es la fuerza de los pueblos, sólo hay que conectar y delegar.


Por eso no cuadran los dichos de la Procuraduría de Justicia del Estado de Morelos. Menos aún, las manifiestas contradicciones de las versiones difundidas por los funcionarios de gobierno. Y aún menos la celeridad y el desaseo con la que se han “encontrado a los responsables”, a partir tan sólo de declaraciones de “testigos” y vecinos, sin dar a conocer pruebas periciales concretas. Todo el mundo sabe cómo la policía ministerial “obtiene” las pruebas testimoniales. La sospecha de torturas flota en el aire. El manoseo informativo perpetrado desde la cúpula del gobierno estatal de Morelos, lo único que presume es una urgencia por disminuir la presión social, desactivando la protesta. Aprovechando el tiempo y la reducida convocatoria que tiene el rector de la UAEM y sus funcionarios quienes tampoco atinan a presentar una postura coherente y articulada. La UAEM no ha podido construir  un frente de presión social firme, sólida, compacta. Por eso el gobernador tiene prisa de “resolver” como sea los asesinatos, antes de que a la UAEM “despierte” y se convierta en un factor de desestabilización social. Lo que no debemos olvidar es que, una vez más, con tal de encubrir la crisis social en Morelos y simular atención institucional,  Graco Ramírez y Jorge Messeguer hacen un manejo político de la situación e inundan los medios con declaraciones como si el caso ya estuviera resuelto. Esta invasión de la jurisdicción del poder judicial estatal arriesga el debido proceso, abriendo la puerta a la tradicional impunidad. Peor aún, la prisa e inexplicable “eficacia”, abona la sospecha de “fabricación” de presuntos culpables.  El uso del linchamiento social a través de los medios de comunicación, también pone al descubierto una postura oficial insultante: la velada contra-acusación hacia el catedrático asesinado, por no haber previsto las inclinaciones delincuenciales de sus propios trabajadores domésticos, siendo -como era- él un psicólogo experto. La sociedad morelense y sobre todo los universitarios, no pueden hacerse los desentendidos del tipo de atención de “ventanilla” burocrática y de opaca barandilla ministerial que Graco Ramírez  ha dispensado para éste caso criminal, porque habla del poco respeto que el gobernador de origen tabasqueño tiene hacia la ciudadanía de esta entidad. En vez de estar en el palacio de gobierno atendiendo las demandas de justicia de los universitarios que tomaron las calles, Graco Ramírez estaba departiendo alegremente con su tapadera favorita, Francisco Navarrete, en el municipio de Tepoztlán, por “la inauguración de obras, carretera y escuela”.





Otra vez, el balance en el manejo de la crisis social, arroja un resultado incómodo para los morelenses: Graco Ramírez no ve ni oye la violencia, no quiere hacerlo, porque de acuerdo a su Nueva Visión, no existe, es tan sólo otro caso de histeria colectiva o percepción social distorsionada.


La dura lección que dejó la protesta universitaria del miércoles 7 de mayo, también es inequívoca: participación no es igual a organización, ni la pura indignación constituye un factor determinante que termine la violencia y la impunidad en Morelos. El que una protesta reúna a algunos cuantos miles de estudiantes, cuyo contingente se disuelve al llegar a la “meta”, lo único     que genera es polarización y enojo en la ciudadanía porque no hay consecuencia alguna. La ambigüedad en la postura del rector y de los funcionarios que fungieron como oradores, exhibieron un enfoque improvisado y superficial, quizá hasta impostado. El argumento de la indignación puede entenderse tan sólo como un prurito doliente que no irá más allá de llorar la desaparición del catedrático y su esposa. La protesta debe ser parte de una acción más amplia, tanto formativa como de intervención directa, integrándose con otros sectores sociales para exigirle al gobierno que cumpla con su trabajo o de plano se vaya. ¿En qué momento se le pidió a la UAEM su parecer sobre la estrategia del Mando Único? Nunca. Pero la UAEM tampoco manifestó su desacuerdo, ni tampoco ha protestado por el hecho de que el gobernador ha mantenido en la opacidad de qué trata la fallida estrategia. En el pasado reciente la UAEM tampoco se manifestó sobre la violencia en la entidad. Tampoco se manifestó sobre la lucha que emprendió Javier Sicilia y otros actores sociales. Y todo lo anterior no es más que el signo de posturas acomodaticias que favorecieron intereses personales de ex funcionario,  pero que dañaron la imagen de la UAEM, reduciendo drástica mente su influencia y devaluando su reconocimiento social.


PD. Seguiré insistiendo en que todas esas cantinas alrededor del campus Chamilpa y la insistente denuncia de estudiantes y padres de familia sobre la perdida constante de clases en preparatorias y facultades; restan fuerza a cualquier propuesta de integración social que provenga de la UAEM.                 


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