JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Mayo 2014
Lo que comenzó como una protesta reducida en contra de la suba del transporte público ha desembocado en protestas masivas en las principales ciudades de Brasil, en las que se llevará a cabo la copa mundial de fútbol 2014. Las demandas han subido de tono por los escándalos de corrupción en diferentes sectores del gobierno, lo que ha implicado recortes en salud, educación, estímulos fiscales para la generación de empleos, la brutal represión de la policía militar y el despojo de miles de familias desalojadas de las favelas de Río de Janeiro. El BOPE, las fuerzas especiales de la policía brasileña que combate al crimen organizado, se ha visto involucrada en las acciones represivas que van subiendo de tono en su cota de violencia. Este fin de semana se manifestaron cerca de dos millones de personas, y un millón más en las ciudades del interior. La criminalización de la resistencia social y las medidas de excepción no han detenido la ira de los ocupas cariocas aglutinados en el renovado movimiento de los Sin Tierra. Las protestas no son el único gran problema que enfrenta la presidenta Dilma Roussef, el retraso ostensible en la construcción de los estadios y los desvíos millonarios en los que están involucrados funcionarios de su gobierno, puede crear un cóctel que pone a Brasil al borde del estallido social y la parálisis económica.
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