BY JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Jueves 11 de junio de 2009
Como era de esperarse la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró el día de hoy la fase 6 de alerta sanitaria*, la cual caracteriza el brote de influenza humana H1N1, como Pandemia. Dos hechos llaman inmediatamente la atención. El primero es el retraso de esta declaración pues todas las evidencias científicas del comportamiento de la enfermedad indicaban contagio sostenido de humano a humano, focos regionales de infección, identificación de grupos de edad como el de 30-50 años donde la enfermedad es mortal. El segundo es que la OMS reconoce la incidencia de la enfermedad en un grupo de edad específico de menores de 25 años ubicados en los estratos sociales marginados o con escases de recursos patrimoniales o alimentarios. Este patrón es igual para países desarrollados y subdesarrollados, por lo que la correlación pobreza-enfermedad es plausible, con 30 000 casos confirmados en 74 países. La OMS señala que es altamente probable que esta enfermedad se vuelva un padecimiento crónico en el 85% de países con ingresos bajos y medianos, lo que significa su contagio sostenido y por lo tanto su estancia de largo plazo hasta que se desarrollé una vacuna. Desde un punto de visa más global de política sanitaria, la presencia de la enfermedad para México significaría una carga financiera adicional, que en las actuales circunstancias de abandono de la infraestructura hospitalaria - con la reducción presupuestal en términos reales (sin contar los desvíos y el sub ejercicio) - y la ínfima inversión en investigación biomédica; sería insostenible. Desde una perspectiva más global es claro que la crisis financiera que ataca a las economías del mundo repercutirá de forma negativa en aquellos países como México donde el nulo crecimiento se agregará a la crisis permanente del sector salud. Además, las políticas del gobierno de Felipe Calderón, apuesta fuertemente hacia la privatización de los servicios de salud y educación, acelerando la de pauperización de esos sectores. Por otro lado, la declaración de la OMS, derriba el optimismo de las medidas de contención emprendidas por el gobierno mexicano y frenará fuertemente los esfuerzos que este realiza para impulsar al sector turismo, pues la presencia de la pandemia y su potencial poder mutante, obligará a los gobiernos a establecer controles migratorios más severos restringiendo el acceso y desanimando a sus conciudadanos. Es muy posible también que la presencia de A/H1N1, genere en cada país, reacciones xenófobas, discriminatorias o de exclusión social. En este sentido los gobiernos de esos países tendrán que realizar esfuerzos adicionales para mejorar la educación de sus ciudadanos e informar adecuadamente.
En México las tareas concernientes a este respecto tendrán que aspirar a una sistematización desde el conocimiento (que es abundante pero no se da a conocer) y la participación democrática desde la auto gestión. Para ello el Estado mexicano debe renunciar al centralismo, la burocratización y la corrupción, fortaleciendo su responsabilidad social de representación democrática, gestionando al mismo tiempo la participación efectiva de la ciudadanía. No obstante lo anterior, lo más probable es que el Presidente FCH siga en sus trece como si nada, y haga caso omiso de las advertencias de la OMS, al cabo que es una enfermedad asociada a un grupo social inviable (sectores pobres), tal como lo sugirió recientemente su Secretario de Hacienda y Crédito Público, el impresentable Agustín Carstens.
Un riesgo serio lo representa la iatrogenia que trae consigo el latrocinio de la politiquería electoral, porque habla mucho, promete todo y acaba por hacer todo para que nada cambie. Ya lo hemos padecido en el pasado y lo seguimos padeciendo, los partidos políticos sólo son sensibles a las necesidades la patria cuando necesitan ganar sillas legislativas y curules, y el partido en el poder no anda a la saga de este cínico tráfico de promesas. Aunque la clase política se ha quedado ya sin el circo del fútbol y el tapabocas ideológico que se reveló ineficaz. Y ni siquiera la fatua verborrea de los escándalos televisivos y las acusaciones, podrán ya servir como parapetos contra la realidad del desbordante malestar que se vive en México.
Notas
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