I.
Ante las imágenes estamos desamparados y sometidos a la tiranía del artista. En La originalidad y la vanguardia, Rosalind Krauss nos dice que, el artista tiene la libertad de segregar los remanentes de la totalidad para encontrar en la sinécdoque resultante la mejor expresión de su personalidad. Mientras que, su contraparte, es decir el espectador, debe de consolarse, en el mejor de los casos, con la pobre versión que elabora sobre algo que no entiende y la información que por sustitución sensorial le restituye su propia curiosidad o su desconcierto, y ello porque sus facultades perceptivas lo llevan hacia la conclusión figurativa (Gestalt) justo en la dirección opuesta del artista que primero y antes que nada ha desensamblado el puzzle y organizado sus piezas de una forma tal que una parte distintiva de ese todo aglutina los referentes más significativos O Qualia[2]: tonalidades, sombras, contornos y formas.
II.
No existe nada semejante a la ubicuidad de las imágenes, ni tampoco un contagio de la realidad a favor del predominio de la imagen. Ambas negaciones proponen una ruta contraria a lo que Jean Baudrillard pensaba respecto de la cultura moderna, más aún, la modernidad no existe más que como una noción sugestiva que separa (es un decir), la historia pre-tecnológica de la más reciente (que inicia en 1859) donde predomina la tecnología de los artefactos. La fotografía es un arte tecnológico que cristaliza con precisión la intersección bidimensional tiempo-espacio, y este logro se debe en particular a un refinamiento cualitativo en la comprensión del fenómeno perceptivo. El instante visual funde en un mismo plano al observador y al objeto, constituyéndose así en un evento con carácter semiótico, es decir, que posee en si mismo todos los atributos de un mensaje cifrado. Según Roland Barthes (1961) la fotografía se podría definir por su perfección analógica pues reproduce en todos sus detalles las interferencias del acto perceptivo y la elección racional sobre la luz y la ausencia, reconciliadas arbitrariamente en la estructura de la imagen.
III.
Un oscuro matemático decimonónico, Bernhard Riemann, describió la geometría fantástica de un espacio donde las trayectorias más cortas para unir puntos serían representadas por líneas curvas. Se trata de un modelo de distribución geométrico-referencial con el cual podemos realizar mediciones en un espacio de cualquier curvatura y de un número cualquiera de dimensiones; se le denomina el Espacio Libre de Riemann. En otras palabras, se trata de una contribución no euclidiana a la geometría de n dimensiones, donde toda superficie o espacio puede trazarse por medio de distintas redes de curvas de referencia, y estas a su vez se podrían representar con un sistema simplificado de ecuaciones. Riemann, sin quererlo, acuñó para las ciencias y el arte los conceptos de complejidad, multi dimensionalidad, red, autocontención, configuración, composición y oblicuidad., todos ellos ahora en uso por su utilidad en la comprensión sistémica de los procesos biológicos, sociales, cuánticos, electrónicos, comunicación, climáticos, etc.
[1] El término fue propuesto por Thomas Nagel en su maravilloso artículo “What is it like to be a bat? (¿Qué es ser un murciélago?)”, es utilizado para indicar características subjetivas de la experiencia mental.
1 comentario:
¿Cómo negar la complejidad, la multi-dimensionalidad, las configuraciones, composiciones y oblicuidades de las artes visuales, pictóricas, figurativas y abstractas? Para comprender el proceso sistémico de los signos y sus usos, debemos interponer las percepciones estéticas. Y es a este universo de imágenes a las que nos referimos cada vez que usamos un lenguaje, tal como lo intentas tú.
El arte, a pesar de entrar también en las expresiones codificadas del espíritu humano, no pretende ser comprendida por nadie.
¿Cómo negar la complejidad, la multi dimensionalidad, las configuraciones, composiciones y oblicuidades de las artes visuales?
Me gustaría invertir el papel de las artes en general respecto de la comprensión...
¿no sería infinitamente superior tratar de entender las cosas desde las artes y las percepciones estéticas, en lugar de dejarnos inexorablemente llevar por la materia inerte y la fría racionalidad de las cosas comunes?
Por ejemplo para comprender el papel de los signos y sus usos, no deberíamos interponer las percepciones estéticas...antes de la lógica?
Quizás sea éste el eslabón perdido de la misión reservada al ser humano.
Pero me temo, que estamos lejos años luz de esta posibilidad...
La distancia entre la representación artística y el lenguaje no es una cuestión de distintos planes de expresión, sino de dependencia, la primera se nutre del segundo y viceversa. Los dos están en el topus huranus, y nosotros ínfimos seres humanoides, sólo somos instrumentos efímeros y perecederos que tocan por un breve instante su devenir.
Mar Jonio (Il mare della mia terrra nel Sud Italia)
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