sábado, mayo 14, 2011

EL RADICALISMO DESIDEOLOGIZADO (II)


II. Sin duda es un gran triunfo social haber vencido el terror y salir a las calles… pero la historia de las manifestaciones masivas recientes muestra con suficiente elocuencia, algunas lecciones que deben de ponderarse para no caer en el desgaste, el desaliento y en las negociaciones particulares de “altos niveles” que luego se desmarcan de sus exigencias justicia y niegan todo nexo con las bases sociales de las que parten.

Primero. La mayor participación ciudadana no ha significado mayor organización, ni ha mejorado la eficacia de los métodos contestatarios. Dicho de forma directa, con las manifestaciones del cardenismos, del perredismo, ni la del manipulado movimiento Iluminemos México, el lopezobradorismo, etc., no se ha detenido el deterioro de las condiciones de vida de la población, ni la corrupción, ni el nepotismo, ni el doble rasero del sistema judicial mexicano (tolerancia para los ricos y castigo punitivo para los que no tienen padrinos ni dinero), ni la matanza del sexenio felipista.

Segundo. El enfoque de los problemas sociales prioritarios como la pobreza, la salud, la educación o el narcotráfico no puede reducirse a sus efectos indeseables. Pues eso es alinearse con la versión oficial según la cual los problemas sociales están desvinculados de las políticas públicas. De acuerdo al calderonismo el narcotráfico sólo es un problema de militarizar la vida pública, dando golpes mediáticos espectaculares donde se exhibe el músculo pero no la materia gris. El vacío jurídico sobre el que se monta la guerra contra el narcotráfico permite excesos y abusos de poder, pero además permite una instalación de facto de una dictadura irascible y vengativa, que no busca la solución de los problemas sino más bien el reacomodo político y la concentración de más poder.

Tercero. Las perspectivas a medias generan problematizaciones espurias, verdades a medias y acciones con un limitado radio de acción, es decir más política a la mexicana. Es como si enfrentáramos las consecuencias de nuestros actos tal como lo hizo el gobierno de Japón frente al accidente de la planta nuclear con Fukushima Daisi: tratando de apagar el incendio de los reactores con agua de mar, incrementando más los daños ecológicos y encadenando a las futuras generaciones a un drama desgastante de muerte lenta por radiación. Cuando Javier Sicilia declara que García luna debe renunciar y “eso” será tomado por el movimiento que él encabeza, como un gesto de sensibilidad calderonista a las demandas sociales, el escritor muestra demasiada ingenuidad y un retroceso en los alcances potenciales de la protesta social. Porque si bien Genaro García Luna puede ser responsable de esta danza de la muerte en la que bailan desmembrados mas de cuarenta mil ejecutados, el responsable directo es su jefe supremo, es decir, el Presidente de la República, que se ufana de su valor y su temple así como de la sordera que exhibe en cada acto público en el que agravia con sus incróspidas declaraciones el dolor de las familias y la memoria de niños y jóvenes asesinados como daños colateral.

Cuarto. El narcotráfico no es solo un problema de logística militar o combate frontal, es producto de la mercadería de favores y favorcitos que “gente decente y acreditada legalmente” trafica con los giros negros y las empresas fuera de la ley. No es de extrañar que según fuentes estadounidenses el 78% de capital que vehiculizan empresas legalmente establecidas sea de origen oscuro proveniente del tráfico de drogas, armas y humanos. Ahí donde ha faltado el trabajo de inteligencia la corrupción sienta sus reales con una ingeniería de corrupción y delito. Pero no olvidemos que, junto a este inmenso mazacote de relaciones, lealtades, simulaciones, la clase política le debe mucho a la sociedad narca, y ésta finca su sobrevivencia en la demanda de los mercados norteamericanos, europeos y asiáticos.

Quinto. La impunidad caracteriza la auto regeneración de nuestro longevo sistema social, por ello es necesaria una reforma social concensada en el aspecto político y fundamentalmente en el aspecto jurídico. En México la legalidad no tiene nada que ver con la justicia, y ni siquiera es eficiente en la aplicación de la norma. Un ejemplo recalcitrante lo son los cuarenta mil muertos de los que no hay avances ni investigación sería para establecer las causas de su asesinato, solo especulaciones, líneas improductivas de investigación y más impunidad, pues los supuestos indiciados han salido libres en un 78% de los casos investigados.








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