To Erika:
No soy un fan de la nostalgia pero en este caso se justifica todo, hasta el dejo de extrañeza que da encontrar, no sólo a una querida ex compañera preparatoriana, sino al amor platónico de esos -ahora- pálidos días, barruntados de zozobra y felicidad fugitiva. Hoy, distantes de aquella intensidad un tanto fallida, queda la huella de una amistad fundada en la solidaridad y la compañía, de tardes en el Melchor Ocampo en que compartimos en silencio algunas prometedoras miradas, de días enteros de mirarte sin cansarme y de escucharte leyendo lo que escribías, o de ojear los colores tristes de tus oleos... pero no obstante los errores que al paso cometimos y que a la postre nos alejaron en direcciones distintas, habitando espacios y desdoblando nuestras vidas hacia otras circunstancias y nuevos horizontes; los reencuentros verdaderos traen a menudo la recapitulación de historias que se cerraron involuntariamente, y sin afán de volver atrás, nos muestran un atisbo de lo que fuimos y de cómo eso nos proyectó a lo que nos convertimos. En mi caso, el acercamiento a la poesía y al fascinante mundo de la literatura que compartiste, me ha hecho descubrir el brillo de otros amaneceres, en una danza interminable de imágenes decantadas, tonos polícromos y experiencias que, aún palpitan como el corazón líquido de un volcán. Entre las muchas cosas que te debo, aparte del amor de esos días, está un profundo agradecimiento, pues no cabe duda que sin tus escarceos poéticos, jamás hubiese entrado en contacto con Chile y mi maestro Don Pablo Neruda...
Por supuesto amiga y compañera, tengo más cosas que contarte, pero hasta aquí dejo la filigrana engorrosa de este torrente de mensajes, encapsulada en un botella, que está a la deriva en este artificial océano de silicio, fibra óptica, bits, píxeles y hertzios satelitales. Yo también te envío un beso y un abrazo.
atte. JADM
MAYO/2011
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