Dejad que los niños se acerquen a mi... la cita biblíca se antoja hiriente cuando uno toma en cuenta la hipocresía y sobre todo el abuso de poder ejercido por ministros católicos, prelados seglares y clérigos, en contra de 10 mil niños en Europa y por lo menos una población cinco veces mayor en el continente americano. Pero la cifra total a nivel mundial puede incrementarse en los próximos días cuando se sume a lo anterior la población infantil afectada en Asia, África y Oceanía. Más allá de ser un suceso de escándalo, la gravedad de las violaciones y sus devastadoras consecuencias aún no se manifiestan en toda su extensión, aunque lo conocido hoy alcanza para ilustrar el desamparo de las minorías frente a instituciones empoderadas, como de hecho lo es la Iglesia Católica. La presión diplomática del Estado vaticano para que los gobiernos callen y no lleven a sacerdotes a las cortes judiciales no ha sido suficiente para encubrir el hecho y sus dimensiones, poniéndo de manifiesto la corrupción de la alta jerarquía que lejos de ordenar una investigación de fondo se ha encargado de solapar, encubrir y callar. Desde el Papa Benedicto XVI y con él cardenales y obispos, han incurrido en omisiones intencionales y por tanto culposas al sostener y encubrir los abusos y violaciones en contra de niños y jóvenes. El malestar social se incrementa cada dia más al acumularse las disculpas, las solicitudes de perdón, los actos de contrición, la exhibición de las debilidades, etc., sin que hasta el momento eso se haya traducido en penalidades efectivas, destituciones, enjuiciamientos, indemnizaciones, protección de las víctimas. Las redes de corrupción alcanzan en su extensión al propio Benedicto XVI en su oscura complicidad -no desmentida- con depredadores pedófilos como Bernard Law o Marcial Maciel. Como puntualiza una mujer católica citada por Lisa Miller (Newsweek, 25 de marzo de 2010): la furia no es suficiente para describir el estado de ánimo predominante en la gente, después de las golpizas, torturas y violaciones perpetradas por sacerdotes, que debían proteger a los niños que supuestamente serían iniciados en la enseñanzas de Cristo". Ya no hay lugar para esconderse o disimular, o para negarse a entender la gravedad de lo ocurrido...la sed de justicia cala hondo en la conciencia de cada padre de familia cuyos hijos pueden ser golpeados por la depredación de varones que practican el célibato sólo de forma simbólica pero que hoy se revela como una profunda patología de personalidad.
Jorge Antonio Díaz Miranda
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