jueves, junio 19, 2008

LA MÚSICA DE ELENI KARAINDROU PARA THE WEEPING MEADOW, LA SUMMA POÉTICA DE THEO ANGELOPOLOUS




LA MÚSICA DE ELENI KARAINDROU PARA THE WEEPING MEADOW

SUMMA POÉTICA CINEMATOGRÁFICA DE THEO ANGELOPOLOUS

JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
2008






La summa poética cinematográfica del siglo XX no puede ignorar los grandes desplazamientos poblacionales y las recomposiciones demográficas, provocados por la terminación del colonialismo (1875-1914), el período de la gran guerra (1914-1945) y el advenimiento de los nacionalismos a partir de 1915. En Europa del Este más que en ningún otro lugar se han experimentado los efectos de semejantes transformaciones cuyo resultado final ha sido un multiculturalismo bajo la égida de un equilibrio sometido a la tensión de las diferencias étnicas de índole social, cultural o económica. Un buen ejemplo de coexistencia multicultural lo constituye la Península de los Balcanes, que, históricamente ha sido el punto de contacto no siempre pacífico entre oriente y occidente, una frontera de guerra, un territorio de nadie y una diseminación de distintas naciones densamente agrupadas en torno de una franja de litoral. Kurdos, dacios, griegos, eslavos, latinos, eslovacos, magiares, turcos, serbios, bosnios, croatas, albanos, kosovares, checos, montenegrinos, eslovenos, macedonios, georgianos, afganos, zíngaros, chinos, etc., entre otros pueblos que conviven inmersos en una geografía tajante de ríos, mares, cadenas montañosas, valles e islas. Una característica explosiva de los Balcanes es la población de refugiados que llegan año con año huyendo de los conflictos de sus respectivas naciones. Esta situación debió ser crítica alrededor de 1919, año en que la primera guerra mundial tocaba a su fin pero los desplazamientos de población era incesante ante el establecimiento del régimen soviético, la fragmentación de los últimos imperios austrohúngaro y otomano, y el enésimo establecimiento de gobiernos dictatoriales que no hacían nada por distender las pugnas nacionalistas. De hecho la primera guerra mundial no fue solo una en los Balcanes, fueron muchas, y en casi todos los casos inútiles.


Pensando en esa complejidad que forma parte de la modernidad europea, Theo Angelopoulos ha configurado una temática peculiar para mostrar a través del cine, en la que se vehiculiza la terrible realidad de los eternos errantes que en tierra extraña serán por siempre y para siempre marginados. Con su famosa trilogía, Angelopoulos pretende constituir una summa poética cinematográfica que acompañe en un largo camino de destierro a hombres, mujeres, ancianos y niños despojados de su identidad, de su nombre, de su historia, de su religión. En la primera parte de esta Trilogía The Weeping Meadow, intitulada Eleni, el punto de inicio se sitúa en un punto impreciso cuando refugiados griegos llegan a Salónica desde Odessa y Smyrna, obligados por la invasión del Ejército Rojo, que, como suele suceder en toda acción punitiva de dominio castrense, impone la cancelación de los derechos y la des territorialidad como demostraciones incontestables de poder e indicadores inequívocos de segregación. Entre la larga fila de refugiados se encuentran dos niños, Alexis y Eleni, huérfana esta última y acogida por la familia de Alexis. También como es característico en esta situación de inmenso desamparo, el grupo de refugiados construye un poblado en una tierra impropia para el asentamiento humano pues año con año el delta cercano anega las riberas con una masa de agua inmensa. Este es el marco de una historia muy elaborada por Angelopoulos, no hay un fin en sí mismo para colocar un argumento o un desenlace coherente, es en todo caso la historia de los fragmentos que cada personaje ha logrado reunir para sí, aunados con las incertidumbres, los impulsos y un deseo desesperado por sobrevivir. La historia termina en New York pero en ningún momento se separa de su intención original que es testificar el significado del exilio, la separación, los desplazamientos, el derrumbamiento de las esperanzas, el abandono de las creencias y la injusticia.


El sound track para una historia estigmatizada por el pathos de lo trashumante no podría partir de una estructura total o definida, tampoco del escarceo estético con un exceso de armonía, o el barroquismo tonal de secuencias perfectas de arquitecturas sonoras preestablecidas, no. Porque no se trata de la música para ilustrar un viaje en el sentido de asociar cada movimiento con la belleza del paisaje o los sentimiento bondadosos que inspira su contacto. El refugiado lleva consigo recuerdos, angustias, miedos, incertidumbre, nostalgia, dolor… la intensidad emocional que emana del contexto esbozado por las imágenes de Angelopoulos requiere para su debida interpretación notas alargadas, tonos duros, cuerdas tensas, metales melancólicos y voces que evoquen el trino desesperado de gorriones. Una música construida de fragmentos, de modo tal que las emociones queden atrapadas y a la deriva en una pleamar de sentimientos contradictorios por las muchas cicatrices abiertas que deja tras de si la devastación. Eleni Karaindrou nos ofrece las composiciones adecuadas para la gran tragedia histórica en la memoria griega moderna que significaron las emigraciones desde Odessa y Smyrna. Nada mejor que los lamentos de un Corno Francés, las agudas notas desesperadas de una Lyra de Constantinopla, la terrible nostalgia que evoca las voces sin esperanza de un Acordeón, la espiritualidad sin Dios del Harpa, la profundidad del Violonchelo, las cuerdas atormentadas de La Camerata, Athens String Orchestra y la tragedia cotidiana que nos evoca el Hellenic Vocal Ensemble. La conjunción de tantos instrumentos musicales sagrados deriva en un leguaje musical metafórico, atemporal, mundano y a la vez místico. La música es un poema en sí misma que nos cuenta una historia que es universal y que de ninguna manera es exclusiva de un territorio, su expresión es una larga perífrasis de la búsqueda perenne de sentido hasta su inescapable final: “pasaste la mano sobre la hierba y cuando la levantaste algunas gotas rodaron hacia abajo, sobre la tierra, como lágrimas condensadas de un gran río de soledad.

Ficha descriptiva
Eleni Karaindrou
The Weeping Meadow
Socratis Sinopoulos constantinople lyra
Vangelis Skouras french horn
Renato Ripo violoncello
Angelos Repapis double-bass
Songs:
The weeping meadow
Theme of the uprooting I
Waiting A
Memories
The tree
Young man’s theme I
The weeping meadow I
Theme of the uprooting II
Waiting B
Theme of the uprooting
PrayerThe tree
On the road
Young man’s theme
Theme of the uprooting III
The weeping meadow II
Recorded April 2003
ECM New Series 1885

1 comentario:

Anónimo dijo...

GENIALE, MERAVIGLIOSA, SPLENDIDA E INEGUAGLIABILE RASSEGNA...

PUOI ESSERE ORGOGLIOSO DI TE STESSO...
ANCORA UNA VOLTA HAI CENTRATO IL NOCCIOLO DELLA QUESTIONE E TI DICO CHE É UN PIACERE LEGGERTI ED ESSERE DALLA TUA PARTE...
COMPLIMENTI,
DALLA TUA PIÚ ASSIDUA AMMIRATRICE,
marina julia, naturalmente...