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EL PROFESIONAL
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
2008
La ópera prima del dramaturgo serbio Dusan Kovacevic (Mrđenovac, julio 12 de 1948), Profesionalac (El Profesional, 2003), constituye un documento cinematográfico selecto sobre la décena trágica 1991-2001 de la ex Yugoslavia en ese horrible despertar a su desintegración después del sueño-pesadilla genocida de la Gran Serbia, envuelta en las llamas de una vorágine de guerra fratricida que cobró al menos la vida de 480 mil personas de las distintas regiones que conformaban el territorio yugoslavo: Bosnia, Eslovenia, Macedonia, Croacia, Montenegro, Kosovo y Sbrenica. La historia se irradia (1) desde el CNI, el temible servicio secreto yugoslavo en poder de los serbios, que lo utilizaron ampliamente para espíar la vida privada de líderes opositores al régimen de Milosevic e infiltrarse en las organizaciones políticas que pugnaban por acciones de resistencia civil. Uno de los miembros del servicio secreto, el jubilado por el nuevo orden separatista, Luka Laban (caracterizado por el experimentado actor Bora Todorovic), gestiona un revival con el protagonista de uno de los casos que más lo ha obsesionado durante el lustro anterior que coincide precisamente con el de la disgregación de Yugoslavia, el inmaduro ex profesor de filosofía de la Universidad de Belgrado Teodor Teja Kraj (Branislav Lecic). Reencuentro de pronóstico por las acciones de sabotaje y tentativas de asesinato que el agente secreto dispensó a su odiado adversario, el académico-líder opositor., y también por la instalación extraña e inusual de un síndrome de Estocolmo al revés, donde nuestro policía se embarca a golpe de nostalgia en una especie de resguardo de sus memorias encarnadas en este enemigo que se ha trocado insólitamente en el último bastión de consuelo por su hija trasterrada en Canadá. El encuentro es presidido por Martha (Natasa Nincovic), amante, secretaria y confidente del ejecutivo editorialista Kraj, en medio de un agitado dia que comienza con un emplazamiento a huelga por parte de los trabajadores de la empresa editora de la que él es Director. La empatía que surge durante el encuentro de estos enemigos radicales matisa gradualmente la situación tensa y el contexto agitado, con una especie de psicodrama que tiende de manera inteligente al realismo y humorismo cínico, pues después de un lustro ambos personajes no han podido liberarse de sus fantasmas y peor aún parecen haber intercambiado los papeles. El policía muestra sin remordimiento y con todas sus letras el resultado de su trabajo: un archivo inmenso que describe los pormenores de los haceres y decires del profesor de filosofía como militante de la oposición en contra del centralismo serbio, y justo para acreditarlo el ex agente secreto le entrega a Kraj tres gruesos volúmenes que contienen registros precisos (fechados y domiciliados) de sus discursos, entrevistas, conversaciones, puntos de vista, etc. Un registro de 10 años que es también parte del espejo de lo que la ex Yugoslavia padeció en medio de la guerra de 1989, el derrocamiento de Milosevic y el bombardeo criminal de la OTAN de 1999 (véanse las notas 2, 3 y 4). Así pues, el Director Dusan Kovacevic nos ofrece una obra testimonial realista y separada de sentimentalismos, una obra cinematográfica que en su dimensión narrativa es equiparable en fuerza y expresividad a lo que en su día Joseph Roth lograría esculpir con su literatura: un epitafio señorial de la tragedia sociopolítica que terminó con el imperio austrohúngaro, tragedia que si se me permite fue reproducida a un nivel micro en la ex-Yugoslavia.
Notas
(1) Aquí utilizo la palabra en el sentido con que Ernest Jünger define su raíz, radiación, es decir, como efecto impredecible provocado por una transformación violenta de estratos profundos.
(2) Bautizada por los mandos militares de Estados Unidos como Operación Ángel Misericordioso (poned atención al matis apocalíptico que encierra semejante denominación), inaugura una de las peores pifias cometidas por un organismo multinacional por suprimir con su acción cualquier posibilidad de detener la guerra en la ex-Yugoslavia, lo cual, marcó las determinantes del genocidio que Milosevic realizó en venganza. Por supuesto luego seguirían la ONU y la Cruz Roja Internacional con un papel nefasto de complicidades que puso de manifiesto su incapacidad operativa y las desacreditó como organismos gestores de soluciones no violentas de conflicto.
(3) Así es, CRIMINAL, y es una adjetivación mesurada ante el tremendo desastre provocado por la OTAN al destruir casi toda la infraestructura no sólo militar sino tambien civil, que casi devolvió a la sociedad multiétnica de la ex-Yugoslavia a la Edad Media. Lo anterior sin mencionar las terribles consecuencias de los bombardeos, que una vez más fueron utilizados por EU como laboratorios reales para probar sus nuevas armas, entre ellas las bombas de uranio empobrecido que causaron lesiones incurables en la población civil, el envenamiento de tierras de cultivo y la contaminación del río Ivar y el fronterizo Danubio.
(4)Una nota adicional de verdadera vergüenza ajena es el papel de la clase interpretante o intelectual en Occidente que con su natural servilismo hacia los países que les facilitan becas de estudios o estancias posdoctorales optan por encubrir los abusos de poder en que incurrieron EU y sus aliados de Europa Occidental. En este rubro baste citar al historiador, político e intelectual Michael Ignatieff quien, en su libro Warrior's Honour: Ethnic War and the Modern Conscience de 1997, realiza una especie de crónica sentimental en categoría turista VIP, de visita en un campo de guerra, sin ápice de seriedad u objetividad para dotar de una dimensión real a los sucesos ocurridos en Yugoslavia, reduciendo la situación a una explicación seudo-sociológica determinista por supuestas falibilidad de juicio y complejidad contextual, sin mencionar ni una vez la responsabilidad histórica de los países de la coalición occidental por guardar silencio ante los abusos estadounidenses que, de nada sirvieron para detener la razzia de los verdugos de Milosevic, con Arkan, Radovan Karadzic y Ratko Mladic, erigidos por el metropolitano serbio como directores de la limpieza étnica.
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