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lunes, octubre 14, 2013

AURA SNOW ESCRIBÍO ESTA CARTA PARA SU HIJO (QUE ESTÁ ESPERANDO), EXPLICANDO LAS RAZONES QUE LE HICIERON TRABAJAR EN EL CINE ERÓTICO. LA CARTA ESTÁ ESCRITA EN UN ESTILO DIRECTO, SINCERO, SIN AUTOINCULPACIONES NI REMORDIMIENTOS, CON LA FIRMEZA Y CONVICCIÓN DE UNA MUJER QUE PULSÓ EL BOTÓN EYECTOR PARA DARLE UN GIRO RADICAL A LA VIDA...

 
 
Hijo mío,
Mientras escribo esto, todavía no llegaste al mundo, no debés nacer hasta mediados de diciembre. En el momento de leer esto serás lo suficientemente mayor como para navegar por Internet y tendrás la edad suficiente para que te gusten las niñas y también para saber el nombre de Aurora Snow. Temí este día desde hace muchos años y mi esperanza es que encuentres este artículo antes de tropezar accidentalmente con las fotos o videos que muestran a tu madre de una manera que nunca quise que vieras. Me explico.
Tu madre creció muy, muy pobre. A principios de 2000, iba a la escuela en la UC Irvine, y aunque en el instituto yo era una estudiante de matrícula de honor, que sacaba buenas notas en los exámenes, y pasaba semana tras semana rellenando solicitudes, me estaba ahogando por los préstamos universitarios. Me sentía frustrada y sentía que mi oportunidad de tener una educación superior se desvanecía, así que respondí a un anuncio en el periódico Orange County Register.
La letra negrita grande me llamó la atención: Modelos de desnudos femeninos: gana 2.000 dólares al día.
No tenía vergüenza y necesitaba el dinero. Sabía a ciencia cierta que no quería una familia propia. Fue antes de que todo y todos estuvieran en Internet, y pensé que podía esconderlo de mi madre, de mi padre y de mis hermanos. ¿Qué tenía que perder? Pensaba dedicarme a eso durante un año, pagar mi deuda y pasar la página sin mirar atrás. No funcionó de esa manera.
La atención me hacía sentir bien. El dinero era increíble. Pero incluso con la atención nunca me sentí guapa. Yo pensaba que, en cualquier momento, se darían cuenta de que habían cometido un error y me pedirían que me fuera a casa y traerían una chica bonita al estudio. Nunca lo hicieron. Y el trabajo de posar desnuda pronto dio lugar a que alguien me preguntara si quería tener sexo delante de la cámara por dinero. Aun más dinero. Le dije que sí, y esa decisión me arrastró por el ajetreado y colorido camino del cine adulto.
Por razones que se escapan a mi comprensión, me siguieron pidiendo que hiciera películas. Pronto estaba en las carátulas, en pósters e incluso en programas convencionales de televisión. Tu bisabuela fue la primera en descubrir mi profesión secreta (ella me vio en una cinta VHS en casa de su amigo), y rápidamente informó a tu abuela y a tus tíos. Pese a estar decepcionados con mi elección, nunca dejaron de amarme y permanecieron a mi lado en todo momento.
Tu abuela pensó que debía hacer algo con mi mente y no mi cuerpo. Se preocupaba mucho por mí y siempre esperaba que encontrara mi camino. Aunque nunca hablé directamente con tus tíos, la cuestión siempre estuvo en el ambiente. Tu abuelo vivía en otro estado, y se enteró de lo que estaba haciendo cuando me vio en el programa de televisión de Howard Stern. En retrospectiva, estoy muy agradecida de haber sido una de las pocas chicas en el programa que conservó la ropa puesta. Mantenía mi sentido del decoro cuando no estaba en el estudio.
En este punto de tu vida, espero haberte enseñado la importancia de la honestidad, así que voy a ser honesta contigo. Hice casi todo lo imaginable en mi carrera de actriz de cine adulto y si escarbaras suficiente encontrarías cosas que considerarías terribles. Honestamente puedo decir que me acerqué al cine de adultos como un trabajo y, al igual que cualquier tipo de trabajo que tuve, lo consideré importante y lo hice lo mejor posible. A veces hacer bien mi trabajo significaba hacer cosas muy graves. Espero que nunca las veas.
El 20 de febrero de 2009 hubo un cambio radical en mi vida. Tu tío Keith tuvo un accidente de moto y se rompió el cuello, y sus dos hijos pequeños quedaron a mi cargo. No tenía ni idea de qué hacer con los niños, pero me vi obligada a aprender mientras cuidaba de tus primos durante dos años, mientras tu tío Keith se recuperaba. Durante ese tiempo, algo cambió. Sentí que algo poderoso cambiaba en mí cuando uno de mis sobrinos me abrazó, confiándome su vida y dándome su amor incondicional. De repente me di cuenta: “Mierda, quiero una familia propia”.
Nunca creí en el amor y estaba muerta de miedo de que nadie se comprometiera conmigo. Yo era un espíritu libre que podía escoger qué hacer en cada instante, pero esos sentimientos se desvanecieron cuando me di cuenta de lo que me estaba perdiendo.
Mis prioridades cambiaron. Ya no era la chica dispuesta a hacer cualquier cosa, y, en lugar de eso, me convertí en una mujer con un objetivo. Quería una familia, pero primero tenía que encontrar a alguien con quien crearla. No era una tarea fácil. Un buen amigo mío me presentó a un buen granjero del medio oeste, que también trabajaba en el sector del entretenimiento y la producción de programas de televisión. Él era cálido, encantador y muy orientado a la familia.
A pesar de que yo quería salir del mundo del cine adulto, es difícil cambiar después de dedicar una década de tu vida a tu carrera, sin importar cuál sea la carrera. Tu padre se dio cuenta del bucle en el que estaba atrapada y dijo: “Basta con pulsar el botón de eyección”. Fue un consejo que estaba lista para escuchar. Por primera vez tuve la motivación y el coraje de dejar el negocio.
Hijo, espero que este artículo te ayude a entender y te prevenga de hacer clic en mis videos pornográficos. Las decisiones que tomamos pueden cambiar nuestro camino para siempre de una manera que no podemos entender en ese momento. Tomé decisiones que me llevaron por un camino que muchas personas desaprueban. A pesar de lo que pensé entonces, estas son las decisiones que ahora estoy explicando a mi propio hijo. Todo se reduce a las elecciones. Si hubiera sabido que cambiaría un día mi mente y querría una familia propia, hubiera tomado otras decisiones. No puedo decir que hubiera sido mejor, porque cada decisión que tomé me llevó a este punto y no me retracto. Cuando tenés 18 años es fácil ver el futuro y ver exactamente lo que querés y lo que no, pero sólo 10 años después esa visión desaparece.
Así que recuerda, cuando tomes grandes decisiones en la vida, pensá en el futuro y preguntate, “¿podré vivir con eso?”. Mi respuesta está en esta carta que espero que hable por sí misma.
Con amor,
Mamá

Fuente: La Vanguardia.

miércoles, septiembre 25, 2013

WELCOME TO COMALA



Welcome to Comala
PACO GÓMEZ NADAL
Septiembre_2013

Acapulco (Guerrero) es la metáfora de México: primero como paraíso del Sur para millonarios y actores ociosos, lugar para observar los cuerpos Danone de los clavadistas exhibicionistas, casino flotante al borde del Pacífico; después, lugar peligroso sin leyes ni treguas, territorio de narcos del que huyen los turistas extranjeros para dejar espacio a la clase media golpeada del país; ahora centro de atención por ser la zona cero mediática del desastre causado por Emmanuel e Ingrid, que ya se sabe que precisamos humanizar las iras de la naturaleza para mirarlas a los ojos.

Pero como buena metáfora, contiene la ecuación de exclusión e invisibilidad que aqueja a la mayoría del país. Acapulco no ha sido el único sitio afectado por las lluvias, los vientos, las inundaciones. De hecho, era el lugar más robusto para aguantar la arremetida natural. El Estado de Guerrero, la segunda entidad federativa más pobre de México después de Chiapas, está anegado, clamando ayuda a un Gobierno sordo, inútil y clasista y oculto al mundo porque las cámaras sólo han sabido llegar hasta la playa de moda en los años cincuenta del pasado siglo…

Hay comunidades enteras desaparecidas, otras desplazadas en busca de algo que comer, de agua potable, de cobijo… Ni México ni el resto del mundo parece verlo. Quizá sea porque antes de los huracanes ya no existían. Como un Comala real, estos seres están muertos aunque hablen, aunque sufran , aunque luchen. Están muertos porque la brutal matriz de exclusión del México que sí importa los hace innecesarios, desechos humanos que o malviven en sus perdidos pueblos o se mueren cuando el agua saca a la superficie sus miserias. Pinche vida esta, pinche Acapulco que no tiene la culpa de nada de esto que cuento, pinche locura de planeta con vagones de primera para los menos y pateras de tercera para los nadie. Pinche comentario para seguir nadando en aguas tan inmundas.


Acapulco (Guerrero) es la metáfora de México: primero como paraíso del Sur para millonarios y actores ociosos, lugar para observar los cuerpos Danone de los clavadistas exhibicionistas, casino flotante al borde del Pacífico; después, lugar peligroso sin leyes ni treguas, territorio de narcos del que huyen los turistas extranjeros para dejar espacio a la clase media golpeada del país; ahora centro de atención por ser la zona cero mediática del desastre causado por Emmanuel e Ingrid, que ya se sabe que precisamos humanizar las iras de la naturaleza para mirarlas a los ojos.

Pero como buena metáfora, contiene la ecuación de exclusión e invisibilidad que aqueja a la mayoría del país. Acapulco no ha sido el único sitio afectado por las lluvias, los vientos, las inundaciones. De hecho, era el lugar más robusto para aguantar la arremetida natural. El Estado de Guerrero, la segunda entidad federativa más pobre de México después de Chiapas, está anegado, clamando ayuda a un Gobierno sordo, inútil y clasista y oculto al mundo porque las cámaras sólo han sabido llegar hasta la playa de moda en los años cincuenta del pasado siglo…


Hay comunidades enteras desaparecidas, otras desplazadas en busca de algo que comer, de agua potable, de cobijo… Ni México ni el resto del mundo parece verlo. Quizá sea porque antes de los huracanes ya no existían. Como un Comala real, estos seres están muertos aunque hablen, aunque sufran , aunque luchen. Están muertos porque la brutal matriz de exclusión del México que sí importa los hace innecesarios, desechos humanos que o malviven en sus perdidos pueblos o se mueren cuando el agua saca a la superficie sus miserias. Pinche vida esta, pinche Acapulco que no tiene la culpa de nada de esto que cuento, pinche locura de planeta con vagones de primera para los menos y pateras de tercera para los nadie. Pinche comentario para seguir nadando en aguas tan inmundas.

From To: Revista Digital Frontera D


jueves, abril 18, 2013

EL HAMBRE DE ROSARIO ROBLES

 

 El hambre de Rosario Robles

 
 
 
abril 15 de 2013 - 0:00
 
La historia de Rosario Robles está llena de ambición desmedida y traición. No es extraño que forme parte de un gabinete marcado por la sospecha del fraude, la compra masiva de votos, el clientelismo y los delitos electorales solapados por un IFE corrupto y corruptor.
 
Es Rosario Robles. La misma que vendió su alma al diablo; la misma cuyo amor “incondicional” por Carlos Ahumada la convirtió en la “villana favorita” del sistema; la misma que ofreció en bandeja de plata, la cabeza de sus compañeros de partido por sed de venganza; la misma que oferta sus “principios” al mejor postor; la misma simuladora de siempre.
 
Si alguien esperaba algo bueno de esta señora en la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), se equivocó. Nada bueno puede venir de una mujer acostumbrada a nadar en la suciedad del poder; una mujer capaz de adaptarse de manera camaleónica a la inmunda cloaca de las complicidades y corruptelas del gobierno en turno.
 
Por eso la Cruzada Nacional Contra el Hambre encabezada por Robles Berlanga es un fiasco, un grotesco ejercicio de desprecio a los seres humanos, un insulto a la dignidad de los mexicanos, una canallada disfrazada de obra de caridad.
 
La pobreza extrema en México tiene niveles de auténtica catástrofe humanitaria. Hay 75 millones de pobres, de los cuales la mitad no tiene qué comer.
 
La señora Robles quiere mitigar el devastador panorama con algunas medidas creativas surgidas de su noble espíritu y generosidad. Para empezar, ha convocado a todos los mexicanos a un concierto en el Auditorio Nacional el 30 de abril, al que se podrá acceder a cambio de entregar un kilo de algún alimento. Maravillosa propuesta que seguramente terminará con el hambre de un puñado de pobres en un día.
 
Otra brillante idea de la señora Robles: impulsar en redes sociales su particular cruzada contra el hambre y por cada “like” en su página de Facebook, una empresa donara botellas de leche. Esta estupenda medida seguramente terminará con la desnutrición de millones de bebés y niños en etapa lactante. En México todavía mueren niños por desnutrición crónica e incluso por una simple diarrea.
 
Pero la señora Robles ha encontrado el hilo negro: para mitigar el hambre de la infancia se le ha ocurrido una original idea: equipar con cámaras fotográficas a niños en los 400 municipios donde operará la Cruzada Contra el Hambre para que registren los cambios que observen en sus lugares de origen a partir de la entrada en vigor del programa peñanietista. Y lo más importante: ¡ha convocado a un concurso de fotografía!…
 
Y falta lo más importante: gracias a la creatividad de la señora Robles, los niños hambrientos de esos 400 municipios disfrutarán de 100 proyecciones de películas al aire libre con el generoso y altruista apoyo de la Fundación Cinépolis.
 
Y gracias a la filantropía de algunos comerciantes, la señora Robles firmará convenios con la Central de Abastos y bancos de alimentos para obtener la donación de víveres.
 
En realidad, lo que la señora Robles quiere es privatizar la cruzada contra el hambre a cambio de intereses inconfesables y por eso ha invitado a importantes multinacionales como PepsiCo. para alimentar a los pobres con Pepsi y un producto enriquecido a base de avena a fin de “solucionar las necesidades nutricionales de los menores, las embarazadas y en lactancia.” PepsiCo., que tiene como socia a Magdalena Robles, la hermana de Rosario Robles, ya anunció de manera loable la creación de dos productos a “precio accesible” de atole y galleta, para “contribuir a cubrir todas las necesidades diarias de nutrición de la población materno-infantil que sufre desnutrición crónica”.
 
La filantropía de las enriquecidas multinacionales a base de la explotación laboral de los trabajadores mexicanos, no tiene desperdicio. Por ejemplo, Nestlé México, se comprometió a impartir más de 200 mil horas de educación en nutrición y cursos de autoempleo en los 400 municipios más pobres. ¡Vaya generosidad desmedida!.
 
Y lo más altruista de Nestlé: ofrecerá “Mi dulce negocio”, un programa de capacitación empresarial culinario destinado a por lo menos 15 mil mujeres “emprendedoras” para abrir su propio negocio y así se conviertan nada menos que en “microempresarias”.
 
Semejantes iniciativas más bien parecen una burla ante el sufrimiento de la población en situación de pobreza. De hecho, la cruzada del hambre de Rosario Robles sólo incluye a 7.4 millones de personas que viven en esos 400 lugares elegidos. ¿Y el resto? ¿Qué hacemos con los 68 millones de pobres restantes?…
 
La sensibilidad de la señora Robles va más allá de cifras e instalará un comité de expertos con personajes destacados en investigación sobre hambre y pobreza y lo más importante ha invitado al ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva el 19 de abril, para que la ilumine con sus métodos exitosos a fin de reducir la pobreza.
 
Qué fácil es hablar de hambre cuando se tiene el estómago lleno como el de la señora Robles. Qué fácil es ofrecer cámaras fotográficas a los niños empequeñecidos y panzones por la desnutrición crónica. Qué fácil es darles atole y galletas de PepsiCo. a quienes van perdiendo vista y capacidades intelectuales por no comer.
 
Seguramente la señora Robles nunca ha hablado con una madre angustiada del sur de Nuevo León que desde hace meses decidió darles de comer a sus hijos “ratitas” fritas a consecuencia de la sequía voraz que consume territorio, animales y seres humanos; una situación que se repite en cientos de municipios del país.
 
¿Habrá tenido alguna vez hambre Rosario Robles? ¿Sabrá lo que se siente no tener qué comer? ¿Conocerá la desnutrición producto de una dieta a base de fríjoles, atole, chile y tortilla?
 
Si Rosario Robles no conoce el hambre alimenticia, tal vez sí conoce el hambre de dignidad que seguramente quiere mitigar con su cruzada contra el hambre. Con esta iniciativa tan original y conmovedora, nos quiere convencer que ella es un ser humano extraordinario, preocupada por las necesidades de los demás.
 
Lamentablemente su alma está un poco ahumada. ¿No les parece?…

martes, diciembre 18, 2012

Y CUANDO DESPERTÉ, RECORDÉ LO QUE ESTABA POR VOLVER

Y cuando desperté, recordé lo que estaba por volver


CARLOS BRITO*

enfrentamiento
Entonces salí de la cama para confirmar los datos de la convocatoria en Internet. Un día anterior hubo cualquier cantidad de iniciativas. De este lado llamaron al Monumento a la Revolución para dormir ahí e iniciar una marcha a San Lázaro desde las 4 de la mañana. Por acá, a las 8 en el metro Isabel la Católica. De este otro lado, a las 7 y media en el metro Moctezuma.
Había decidido sumarme a donde escuchaba más nombres familiares.
Salí tarde de mi casa. El taxista me advirtió que me llevaría hasta donde fuera posible, porque su “hermano el Peña Nieto” estaría tomando posesión y quizá hubieran cerrado las calles aledañas.
Pensaba que de todas las acciones que había participado en #YoSoy132, esta era la primera en la que no quedaba clara la responsabilidad de logística y seguridad. Organizar una marcha o concentración ya de por sí parecía riesgoso, pero una convocatoria tan abierta a un cerco de casi 5 kilómetros superaba en mucho los números de quienes venían a mi mente. Más aún, ¿habría un medio que pudiera cubrir todo eso?
Me bajé del taxi en Pino Suárez. Seguro de que estaba tarde a la cita y habían partido sin mí, emprendí una marcha por las calles del centro hacia el mercado de La Merced, que me quedaba justo a medio camino de San Lázaro.
La mañana era más cotidiana de lo que me esperaba. Las calles no se sentían bloqueadas: el tránsito de personas y autos era escaso. Lo único que desentonaba en la foto era el operativo de seguridad. Los de verde fosforescente resaltaban entre los de azul y los distintos negros que se confundían con facilidad.
¿Cuántos? De ese lado eran decenas, al menos 5 por cada cuadra recorrida. Todos en grupo y con escudos. Tenían caras de temor unos y sonrisas entremezcladas con cinismo, los otros. Sabían lo que estaba por ocurrir.
Cruzando República de Uruguay y Circunvalación me topé con un tianguis dominical. Se sentía un fuerte aire de contradicción: a lo lejos se notaba un solitario puente con barricadas de metal, y de este lado el bullicio propio del comercio. Entendí que había tomado una ruta equivocada para llegar con los manifestantes y comencé a bajar al sur por la calle Rosario.
Esa zona de la Ciudad siempre está llena de actividad. Mientras caminaba observando a mi izquierda cuadra tras cuadra de calles bloqueadas por el cerco, escuché cómo las conversaciones giraban en torno de lo que estaba ocurriendo frente al Congreso.
–“Ya se puso bien cabrón”, dijo un viejo de gorra sentado en la sombra.
–“Es el pinche Peña Nieto que puso sus mamadas de paredes”, me respondió un vecino cuando le pregunté cómo le hacía para pasar del lado oriente del cerco.
Llegué así a Fray Servando. Me topé con un grupo de manifestantes, unos 250. Una decena de ellos golpeaba las rejas intentando hacer ruido, a manera de protesta, pero se echaron para atrás cuando el grupo de federales apostado en la banqueta se conformó en un nuevo muro humano.
Alcancé a ver entonces lo que me separaba de la Avenida Congreso de la Unión: una capa de federales, una barrera de metal de más de 2 metros, una nueva capa de federales, una capa de Estado Mayor Presidencial, una última capa de rejas metálicas y patrullas pick-up estacionadas como último recurso. Tuve un sentimiento de revelación que paradójicamente nunca supe sobre qué.
Tomé fotos y me puse a revisar Twitter. Me enteré que del lado del metro San Lázaro habían tomado un camión materialista estrellándolo frente a las murallas. Me comuniqué con amigos y me trasladé de inmediato para allá.
Pensé que tendría que correr todos esos kilómetros. Por la información que tenía, las estaciones cercanas estaban cerradas. Un par de amigos que me topé me decían que metro La Merced estaba abierto. Corrimos hasta allá y lo abordamos, también todo ahí parecía en calma.
Nos sorprendimos de ver que metro San Lázaro estaba abierto, el plan original era llagar a la estación Moctezuma, como una de las convocatorias. Sin dudarlo mucho, salimos del vagón y ubicamos unas casetas telefónicas como lugar de reunión, en caso de lo peor.
Por algunos segundos y con el corazón agitado pensé que nos habíamos equivocado. Había comercios abiertos a unos metros de lo que yo imaginaba como una zona de guerra.
Detrás de los manteados de colores, sin embargo, había filas de inmóviles federales apostados sobre el camellón. Justo debajo del puente elevado del metro, de cara a la esquina con Emiliano Zapata, las cosas eran distintas.
Las fotos que ya había visto por Twitter se estaban reproduciendo ante mí con sonido, temperatura y olor. Los rostros que no asomaban miedo por estar cubiertos dejaban ver miradas de conmoción.
Había dos grandes grupos.
Una combi con la bandera de “#YoSoy132 Movimiento a favor de la verdad” se encontraba estacionada cerca del puente peatonal, justo sobre Eduardo Molina (donde termina Ignacio Zaragoza) afuera de la estación San Lázaro. Ahí, se preparaba la lectura de un documento salido de asambleas.
Paradójicamente a quienes alcanzaba a reconocer les desconocía a ratos. Con cada explosión que se escuchaba a unos cuantos metros, al otro lado de la manifestación, veía cómo aumentaba su inquietud por salir de ahí. Los tonos se habían elevado demasiado. Quienes se apartaban del grupo era para refugiarse, alejándose de todo hacia el metro o detrás de la estación de Metrobús.
Habían llegado ahí producto de la convocatoria en metro Moctezuma. Me contaron que al avanzar hacia San Lázaro ya tenían reportes de disturbios al frente, pero también que volver sobre su paso resultaba peligroso, ya habían visto entre los policías federales, detrás de la valla, a gente con cadenas y tubos como listos para recibir órdenes. Se sabían acorralados. Habían quienes les incitaban a continuar hasta donde se encontraba la violencia, también quienes les rogaban no seguir más.
El segundo grupo se mantenía mucho más compacto pero igualmente numeroso. Los que se apartaban de él, lo hacían hacia la muralla de metal con bombas molotov, palos y piedras, seguidos de camarógrafos y fotógrafos.
A veces se mantenían dispersos de forma individual o grupos pequeños, a veces retrocedían y regresaban al núcleo, que se fracturaba de vez en vez cuando avanzaban las agresiones policíacas. Muchos de ellos habían seguido la convocatoria de llegar a esa esquina desde la Acampada Revolución. Varios más llegaron por sus propios medios.
Ambos grupos, igualmente heterogéneos: con jóvenes y viejos, mujeres y hombres. La situación daba poco espacio para saber quien sí y quien no pertenecía a tal o cual organización. Tampoco importaba mucho. Sólo se sabía de un acuerdo de retirarse al norte todos en caso de una escalada en la represión.
Poco fue lo que me pudieron informar en el momento pero viendo las banderas me quedó más clara la previsión. El cerco no se podría hacerse, ni se iba a intentar. Los que estaban por la confrontación y los que no, sin descalificarse, actuarían cada uno por su cuenta.
Del lado de Emiliano Zapata (justo donde termina Artilleros), alcancé a ver muchas formas de organización política: estudiantes, obreros, grupos comunistas y anarquistas.; banderas de México, banderas de hoces y martillos, de la UNAM y banderas negras. Nunca me pude acercar, confieso que por miedo y a pesar de mi curiosidad por ser testigo.
Del lado de Molina, principalmente #YoSoy132 (de todo, “moderados” y “ultras” como se les suele dividir sin matices, además algunas representaciones de estados de la República), periodistas, personas sin manera de identificar su procedencia y algunos reconocibles maestros de la CNTE que se habían replegado desde temprano del frente debido a la violencia, que luego me contaron, fueron atacados sin razón alguna.
Se sentía que poco iba a ocurrir además del aumento de las confrontaciones del lado de Zapata.
Por lo pronto, en la combi 132 se decidió leer el pronunciamiento emanado de asambleas para luego partir a Palacio Nacional y repetir el acto.
Las explosiones continuaban. Algunas sonaban como cohetes de fiesta patronal, pero el aroma te regresaba rápidamente a la realidad.
Explotaron más bombas molotov sobre la muralla. Se lanzaban piedras hacia el Congreso.
Algunos intentaban hacer pintas sobre las barreras metálicas. De regreso venían latas de gas y balas de goma.
El discurso sobre la combi concluía, denunciando el proceso de imposición de Enrique Peña Nieto, que según reportaban en Twitter no había tomado protesta ante el pleno del Congreso todavía.
A los pocos minutos, las explosiones fueron más fuertes y las latas de gas se acercaron más y más al grupo sobre Mollina. La noticia de que alguien había fallecido se esparcía de manera silenciosa. El miedo se apoderó finalmente.
Las noticias sobre el riesgo de volver sobre esa avenida, fueron superadas por la situación.
Desde las bocinas en la combi se llamaba a retirarse de una vez. Alguien dijo que la violencia nos ponía a riesgo a todos y se llamaba a cesar.
Vi llantos desatarse mientras varios jalaban a sus compañeros para salir de ahí. Nadie quería quedarse al último sin asegurarse que sus conocidos no hubieran quedado rezagados.
Retirada de San Lázaro
“#Méxiconotienepresidente Tiene ciudadanía” decía una de las mantas que lideraban el frente del contingente #YoSoy132 que ya avanzaba por Zaragoza, luego por Francisco del Paso y Troncoso. Atrás quedaban las detonaciones.
En Twitter se leía del inicio del cambio de banda presidencial. Al contingente lo comenzaban a rodear policías federales.
Al dar vuelta en Lorenzo Boturini y llegar al cruce con Avenida Congreso de la Unión, se cerró el paso. Llegaron más policías federales a reforzar en autobuses que parecían de empresas turísticas.
La gente de logística, organizada alrededor de la combi entró en crisis. Se sabían acorralados.
El pequeño espacio que las vallas permitían sirvió para avanzar a pie por la banqueta de Congreso de la Unión. La promesa de un cruce en Avenida del Taller era suficiente para continuar a pesar de que cada vez se amasaban más y más efectivos.
Al llegar al cruce, todos los federales dejaron de resguardar las vallas y formaron un nuevo bloqueo con escudos que impedía el paso. Muchos lo tomaron como una provocación. Algunos perdieron la calma. Otros llamaron a conservarla.
Pasaron 3 grupos de aproximadamente 20 camionetas sobre la avenida resguardada. Se llevaron rechiflas y consignas. Finalmente se abrió el paso.
El contingente avanzó sobre el carril confinado hasta San Antonio Abad sin entorpecer el tráfico que se recuperaba del bloqueo federal.
Recibimos la noticia de que el chico no había fallecido pero estaba herido de gravedad. Anexa, información de nuevos heridos y “golpes” en Bellas Artes.
Se acelera el paso para llegar al Zócalo.
Todo marchaba tranquilo de este lado sur del cerco y no como había anunciado Acampada Revolución, que sería la zona de mayores conflictos.
Doblando en San Antonio Abad, luego ya sobre 20 de Noviembre se sentía más expectación. Aunque la idea era manifestarse en la plancha del Zócalo, al frente el operativo policiaco se comenzaba a desplegar diciendo de lejos “de aquí no pasarán”.
La gente en los negocios, como nunca había visto en el DF, comenzaron a cerrar con cadena y bajar las cortinas metálicas. Yo me acerqué entre confundido y curioso, “no hace falta que lo hagan, este contingente es pacífico” les dije. Me veían a los ojos un par de segundos, como si hubiera hablado en otro idioma, luego retiraban la mirada.
Busqué en Twitter y en los grupos de WhatsApp. Ahí la historia era muy distinta, comenzaba a entender la situación. Nos advertían de destrozos, golpes, heridos, bombas en el Centro Histórico.
La bocina llamó al contingente que se doblara sobre Arcos de Belén a la izquierda. “Hay que cumplir con el acuerdo de llegar con las otras organizaciones para entrar al Zócalo juntos”. El punto de reunión sería en “el Caballito”, esquina de Reforma y Bucareli.
A pesar de la reticencia de algunos, así se hizo. Yo devastado por lo que leía en el celular y por las decenas de patrullas y ambulancias que pasaban una y otra vez rumbo al Centro.
Llegamos a Balderas, ya notando el cansancio. Logística comenzó a recibir todavía más noticias de violencia y represión al frente. Se detiene por completo el contingente “en lo que se evalúa la ruta”. Hubo rechiflas por la urgencia, pero muchos se sentaron sobre el piso a esperar.
Pasados quizá 15 minutos, nos movimos hasta el cruce de Morelos y Bucareli, frente al café La Habana. Al llegar ahí nos volvimos a detener. Ya se sabía con seguridad que otras organizaciones sociales habían declarado “falta de condiciones” para entrar.
Como por otros 20 minutos se mantuvo así, inmóvil pero impacientes por respuestas. Hubo fricciones. No se llegaba a un acuerdo.
Finalmente se resolvió que como contingente no se avanzaría más. Se llamó a disolver la manifestación ante las noticias de violencia y represión. Unos lo hicieron ahí, otros regresaron a Balderas.
Un grupo de amigos y yo, sin embargo, decidimos ir a Juárez. Queríamos convencernos de lo que estaba pasando.
Me embargaba una sensación de tristeza y horror por todo, aunque no tenía certeza de lo que estaba pasando. En Twitter acusaban a #YoSoy132 de todo, en particular al conflicto frente a Bellas Artes.
Cuando llegamos a Juárez, ya sin el contingente, estaba a punto de quedarme sin pila. Sólo me dediqué a ser testigo de lo más que pude.
No era tanto los vidrios rotos. Había una sensación de que lo roto era algo más. Quizá la confianza, quizá la esperanza o la seguridad.
De todos los cajeros despedazados, el de Banamex tenía algo distinto: alguien colocó maniquíes dentro de la sucursal, probablemente robados de alguna tienda de ropa cercana. La imagen jugaba entre lo absurdo y el exceso.
Casi frente al Hilton, alcanzada por una alfombra extensísima de pedazos de cristales, había sobre la calle una motocicleta carbonizada con un líquido derramándose por un costado.
El museo de “Memoria y Tolerancia” que había albergado foros de #YoSoy132 sobre el problema de migración y los desplazamientos forzados, tenía una mancha de pintura en su letrero principal, como denunciando el concepto de “tolerancia”.
Más adelante habían sillas de madera rotas sobre la banqueta. Los papeles alrededor eran menús quemados del Wings de en frente. Los gabinetes cercanos a las ventanas estaban negros, las mesas tiradas. Se notaba que habían sido al menos 2 bombas.
Una par de señoras que estaban afuera, en medio de los curiosos, intentaban guardar la calma. Una terminó por decir “¡cálmate ya! hay que pagar la cuenta y vámonos por favor”.
Sobre la calle: más patrullas, más ambulancias. Helicópteros sobrevolando.
Al fondo, sobre Madero, cientos de personas entre policías y civiles
Nos decían algunos que no nos acercáramos, que estaban deteniendo a quienes parecieran manifestantes. Luego un conocido nos dijo que en realidad sólo detenían a quien se metiera en las acciones de “encapsulamiento”.
Alcancé a ver cómo funcionaba eso pues lo hicieron sobre las escaleras de un edificio frente a la Torre Latinoamericana. Los policías actuaban rápido tomando a puñados de civiles en un encierro de escudos.
Y digo “civiles” porque era cada vez menos posible identificar quién se estaba manifestando, quién era violento o pacífico, quién sólo iba pasando, quiénes sólo estaban observando, quiénes protestaban por la violencia policial en el lugar, quién había intentado rescatar a alguien de los abusos, quién había agredido a los policías, quién sólo se defendía, si eran 132, si era anarcos, estudiantes, jóvenes, viejos, nada.
Llegaron más patrullas de la policía del DF pero esta vez vacías. Ambulancias comenzaban a estacionarse a los costados de la acera frente al Sears de Bellas Artes. Una ronda más lista para ser utilizada.
En Twitter y en los medios, nos acusaban de todo esto a nosotros. Incluso la gente que estaba ahí lo decía cuando pasaba, “pinches 132 están cabrones”, escuché.
–“Deberían matarlos a todos”-.
–“Ni los de Morena son así, esos nada más traen machetes”-.
Rebasado y conmovido, pensé que no importaría cuánto documentáramos esto. Habría una herida que ya no podría sanarse nunca.
Me sentí finalmente derrotado. Sintiendo vértigo ante el cambio de época. Confundido, cansado y con el ánimo devastado me fui a mi casa.
De camino me enteré ya de los detenidos, poco a poco iría siendo más claro todo, y a la vez, más preocupante.
En esas seis horas todos salimos siendo distintas personas: llenas de agravios y con buena parte de la confianza perdida.
Seis horas en las que nunca volteé la mirada al reloj.
El traspaso de poderes se llevó a cabo entre el acoso de la policía, la incertidumbre sobre provocadores e infiltrados, la violencia desmedida que venía de todos lados, las detenciones arbitrarias, el fuego, las balas de goma, las bombas molotov, las explosiones; el mensaje que se mandaba a la sociedad civil más que a organizarse era de parálisis. Una trampa.
¿Quién ganaba en todo esto?, ¿quién había buscado que las cosas fueran así?, me seguí preguntando a la vez que recordaba los días de mayo.
No lo sé aún, pero lo voy a saber.
Poner las piezas juntas, es el inicio de la historia.
foto de portada:Cuartoscuro
 
*Carlos Brito es quizá, uno de los más esclarecidos y esclarecedores militante del movimiento YO SOY #132. Se recoge en este escrito una muy sentida descripción de lo que fue aquel día en que Enrique Peña Nieto tomó el poder de manos del panismo decadente mientras en las calles se reprimía a los estudiantes como clara señal de intolerancia oficial. Se reproduce el texto sin afán de lucro, sólo con fines informativos.