martes, enero 14, 2014

GUERRA Y DESTRUCCIÓN DE MICHOACAN

JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Martes 14 de enero de 2014


Al margen de cualquier hipótesis de tolerancia gubernamental hacia los grupos de autodefensa, la violencia criminal es un hecho incontrovertible en Michoacán, y temporalmente, va más allá del corrupto minimato panista. Aunque es de señalar que la estúpida guerra calderonista sólo empeoró la situación de opresión y asalto hacia los núcleos de población civil. Michoacán es el mejor ejemplo del fracaso gubernamental al instrumentar una política fallida de seguridad y el gobierno de Enrique Peña Nieto no ha tenido empacho en continuar los desaciertos y el abandono. 

justo hoy, se ha revelado la situación màs temida de todas, el escenario gubernamental más imbécil con elementos de tropa ametrallando cínicamente a civiles que en una perspectiva más amplia, manifiestan su malestar ante la inacción del Estado mexicano que los ha dejado a merced de las mafias políticas-empresariales y de los poderes de facto. 



El gobierno de Enrique Peña Nieto ha reaccionado de forma facciosa, irascible y cavernaria, ante la demanda social que surge en primer lugar derivada de la inoperancia del Estado que él encabeza, de la simulación que instrumenta y del abandono intencional que su gobierno ha tenido a bien montar en el tema de la seguridad social para atender otros temas que le son prioritarios a su grupo político en el poder y los intereses económicos que reivindica a mediano y largo plazo. 

La guerra y destrucción en contra del tejido social de Michoacán es el día de hoy una realidad cotidiana que violenta las formas de convivencia, el Derecho, los usos y costumbres de las comunidades indígenas, las actividades productivas, el desarrollo social y educativo, la paz social y los derechos fundamentales de cada miembro de la sociedad de ese estado. El asesinato, el robo, el secuestro, los levantones, la desaparición forzada, la tortura y todo el catálogo de bajezas de la criminalidad ya eran hechos consumados antes de la emergencia de los grupos de autodefensa y una dura realidad en el estado, en el que el poder político y el poder del crimen organizado se unieron en mórbidas nupcias al amparo de la única institución plenipotenciaria que el PRI ha creado desde su llegada al poder hace ya más de siete décadas: la corrupción.



Hoy que la descomposición social es irreversible, la paz social está rota y la injusticia escampa en 208 municipios de la república mexicana (más los que se acumulen esta semana con Morelos a la cabeza en secuestro y violencia en sus municipios de Cuernavaca, Juitepec, Temixco Tepoztlán y Yautepec); justo hoy Enrique Peña Nieto decide mostrar el músculo más autoritario de un estilo de gobierno que es escuela añeja en el PRI. 

Pero la guerra civil en Michoacán es un hecho y el enorme malestar ardiente que viven los ciudadanos de ese estado no podrá ser tapado o borrado con el dedo policial o militar, pues 80 municipios de 113 viven bajo la sombra del crimen, la dictadura feudal de señores de horca y cuchillo, el asalto y despojo de la tierra, la subversión del derecho y la expropiación arbitraria del modo de vida, la cooptación del trabajo y el arrebato del usufructo de las actividades productivas. 

En ese contexto emergen las auto defensas, detentando el hartazgo, poniendo en sus manos lo que al gobierno en todos sus niveles - federal estatal y municipal- le tocaba instrumentar, coordinar, garantizar. Y una vez más mientras se simulaba atender el problema, dialogar o negociar con estos grupos armados, la burbuja de la violencia iba creciendo y en secreto la mirada obtusa del Estado mexicano incluyó en el saco de los Templarios a los grupos de auto defensa, es decir, grupos insurgentes fuera de la ley. Y tal como históricamente ha sucedido el Estado mexicano ha decidido atacar a los más visibles, a la turba desorganizada (aunque armada), menos protegida, al blanco perfecto para reafirmar la menguada "fuerza institucional". Y ahí está otra vez la guerra, la misma lógica absurda de amontonar fuerza bruta institucional para que las cosas no cambien. El patrón de desgobierno que engendra nuevos problemas y profundiza los existentes. Una formidable simulación para no gobernar, sólo declarar bla, bla, bla, en un rollo interminable, auto complaciente, indiferente al destino de las minorías y de conferir privilegio al orden institucional sobre la soberanía constitucional del pueblo. A mediano plazo los grupos de autodefensa serán exterminados, masacrados, borrados del mapa, pues se encuentran en medio de dos fuegos cruzados que se históricamente se han puesto de acuerdo: el crimen y la política. La capacidad de fuego de los criminales y la capacidad de fuego de militares, aplastará en sangre la revuelta social incipiente, con un happy end previsible de intereses cúpulares entrelazados en el reparto de regalías multimillonarias e insultantes fortunas al vapor. La mediocridad del espectral Fausto Vallejo y el tono autoritario del señor Osorio Chong constituyen un guiño de lo peor de la política hacia los poderes de facto para que todo siga igual en la voraz pax peñanietista. Lo siento mucho por Michoacán.                       

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