JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
Octubre 2013
Un día lo
encontraron acostado
con el cuerpo
deshojado y las alas rotas,
una sombra entre
sombras,
como un oscuro sol
que huye hacia el ocaso
del gélido páramo de
la desesperación.
Pobre mesías sin
nadie que le salvara
culposo se retorcía
en los furores de su infierno
las llamas feroces
devoraban sus entrañas
apenas un niño,
apenas un ángel,
drogado y furioso
Todo puede arder
en este mundo
mancillado
en este ocaso
fotoquímico
en que la inocencia
es asesinada
por un destino despiadado…
por un destino despiadado…
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