PRIMER INFORME DE GOBIERNO
NUEVE MESES DE CACHONDEO DISCURSIVO
Jorge Antonio Díaz Miranda y la Mesa de
Redacción
Martes 03 de septiembre de 2013
Cientos de páginas de superficiales estadísticas. Una colección de
frases desconectadas de lo que aluden esos números en sus proyecciones y
tendencias. Las primeras parecen decirnos que no hay rumbo posible ni salida de
la crisis de la dependencia económica. Las segundas tratan de convencernos de lo
contrario, que sí hay rumbo y que “ahí la llevamos”, “ahí vamos”, “en la senda
de un México mejor y más justo”. No cabe duda que el rito es de ellos, los
priístas, para quien este país “ya mejoró”, “ya cambió”, “ya se modernizó”,
aunque las cosas se pueden hacer aún mejor. Otra vez como en los tiempos de
Echeverría “estamos listos para administrar la abundancia”. Es decir, la
esquizofrenia normalizada, el delirio y la mitomanía por excelencia: el
potencial, las oportunidades del mercado, la competitividad, el llamado
internacional para integrarse y los recursos materiales y humanos; están ahí y sólo esperan la visión del
estadista (que se supone es EPN ) para ajustarse estructuralmente y derivar un
efecto conjunto de crecimiento de la gran nación mexicana… bla, bla, bla, ad nauseam de puro rollo sin sustancia
ni contexto, desangelado y desfondado. El informe gris de un burócrata gris que
mira un lugar que el 75% de sus conciudadanos nomás no ven, no viven, no
perciben. Al final, sólo grandilocuencia discursiva, lugares comunes, pobreza conceptual, frases repetitivas,
autoelogios, paja cupular, derivaciones injustificadas del comportamiento de
indicadores macroeconómicos, evasión de los temas críticos, defensa a ultranza
del Pacto por México, de la civilidad, de la estabilidad y la paz social…para
decir nada. Para olvidar absolutamente al
México real, aquel que cotidianamente padecen los (in)felices gobernados a
quien tocó en suerte el retorno de Baby
Face y su camarilla plutocrática tricolor.
En medio del nacionalismo discursivo, los adelantos rituales de las
fiestas patrias, al mejor estilo institucional
¡viva México¡, y, un poco más allá, el reconocimiento de la “política a
la mexicana” (fundada por el PRI), que ata de pies y manos a los otros dos
grandes partidos, PAN y PRD, a una aparente “agenda conciliatoria”, para
formular e instrumentar “las grandes reformas que México necesita para salir
adelante”. Ya está aquí, nos dice EPN, el impulso de acuerdos definitivos que
llevarán a México al concierto de las naciones, al sitial de honor que le
corresponde por derecho “natural”, de acuerdo a su estatura histórica y su
devenir. Los avances legislativos en materia laboral, educativa y energética,
son necesarias porque adelgazan el Estado, liberalizan la economía y acrecientan
la eficiencia… pero nada se dice acerca de que esas reformas han inflamado
tensiones sociales, protestas hasta llevar al país al borde de un estallido
social. Nada dicen de la caída bursátil de la bolsa de valores en las tres
últimas semanas, de la violencia galopante, de la pobreza rampante, del
crecimiento de la desigualdad que hace a una mayoría más pobre y una minoría
más insultantemente rica; de la buti bronca que se despliega a todo trapo en
estados y municipios por las deudas heredadas de las anteriores
administraciones, de la suba crónica de la gasolina, de los desaseos en materia
de desarrollo social, del mediocre sistema de salud, de la paupérrima calidad
educativa… Según el visionario EPN, todo se reduce a una visión de futuro con
sombras fugitivas que anuncian avances hacia una soterrada militarización y el
ejercicio autoritario del poder del Estado, donde “las minorías respeten el
orden institucional y los acuerdos que tienen el apoyo de las mayorías”. Esta
última frase es toda una reminiscencia anacrónica del porfirismo, que se aloja agazapado
en el ideario político de cada miembro de la élite priísta, nietos y bisnietos
de los “cachorros de la revolución”.
Pero, dónde quedaron los temas de la transparencia, la rendición de
cuentas, la lucha contra la corrupción, la eficiencia de la administración
pública, su profesionalización, la austeridad republicana para ejercer el gasto
público, la redistribución equitativa de los ingresos. Dónde está el rumbo y la
visión de los próximos cinco años. Dónde quedó la reforma política, donde está
el desarrollo de la democracia y la más que urgente participación de la
ciudadanía, el fin del monopolio de los partidos políticos. Dónde está la
regulación del Estado y su supervisión para contrarrestar a los monopolios
televisivos, telefónicos; y todos aquellos, nacionales y extranjeros, que
vendrán con la inminente apertura del sector energético.
Es decir más PRI, más ritual, más nacionalismo de cuates, grandes
negocios, reparto del pastel y la separación del ejercicio del gobierno de la
defensa de los derechos básicos de los gobernados, en pro de mantener los
indicadores macroeconómicos y el equilibrio de la balanza del gasto público. El
Estados no debe endeudarse con gasto público improductivo, se debe privilegiar
el ahorro interno y un apoyo decisivo a los sectores empresariales, financieros
y de desarrollo de nuevas tecnologías; para abrir la puerta a la inversión, el
empleo, la economía emergente, el desarrollo de un nuevo rumbo, el progreso y
otra vez bla, bla, bla, hueco y parafernalico. Cleptocracia de verborrea
acrítica, ritual de lo habitual en la república de los balazos, petrodólares
ensangrentados y el México bronco como telón de fondo que no se ve ni se oye.
La hibris de una hidra extractiva que
no para de saquear al país, de devorarlo, de padrotearlo, de explotarlo, de
repartir sus entrañas como un preciado botín.
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