JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
septiembre/2013
Al final el llamado líder moral de la izquierda "progresista" (wetheaver it´s means) reconoce al gobierno de Enrique Peña Nieto como interlocutor válido para "negociar" el respeto al "nacionalismo" petrolero. Esta postura está lejos de ser extraña y forma parte de una estrategia de reposicionamiento del peje, que viene desde el proceso electoral de 2012, para aparecer con una personalidad "negociadora", "flexible", "no violenta" y "respetuosa de las instituciones". El problema es que cada nuevo giro "conciliatorio" lo aleja de la oposición y lo mete al trasiego de concesiones políticas, tráfico de influencias y arreglos partidistas que tanto daño han hecho a México y a la supúesta "representatividad" de los intereses del pueblo, disputado como botín por los tres grandes partidos. El uso discrecional de Morena y de la militancia ciudadana en ese "instituto" no reconocido aún por el oficiliasmo gobernante, pone de manifiesto las taras y la inmovilidad democrática que ya ha mostrado AMLO en anteriores capítulos. Si al final la disputa es por lo que le puede tocar a un lider y a su familia en el reparto de bienes nacionales en venta, controles de poder, curules y puestos burocráticos, entonces, entonces eso significa que no hay una verdadera oposición, ni un interés real por el progreso de México. El viejo líder está perdiendo de vista que el gobierno al estilo PRI concederá sólo lo que no afecte de forma directa sus intereses, que usará la represión para sofocar la participación social, que su enfoque es poner por encima al Estado en lugar de la ciudadanía...entonces, ¿cómo es posible que se pueda "negociar" cualquier cosa con una dictadura con disfraz de democracia?
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