BY JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
16 de julio de 2009
Un fantasma recorre México. Es el fantasma del jurásico tardío. Todas las fuerzas vivas del capital se han unido para des conjurar su simulado letargo. Los polizontes televisivos, la iglesia, los empresaurios y hasta los señores de la droga han despertado al viejo prinosaurio para que termine la gran obra privatizadora que inició el salinato. La sucesión que viene no es una sucesión, es la continuación de la dictadura perfecta por los medios de la guerra y el latrocinio. Y hasta la mujer camaleón Elba Esther Gordillo está lista para cambiar su vieja apariencia y subirse en la cresta de la imparable marea roja. Así las cosas, las añejas y envilecidas suripantas, complacientes señoras democracia y justicia, se desperezan sensuales y ardientes ante los nuevos amantes que llegan, cuya apariencia es de impólutas gaviotas encopetadas pero cuya naturaleza real pertenece al de aves de rapiña. México, la tierra del nunca jamás se mira frente al espejo y despierta aterrorizada, se estremece y espanta porque después de 200 años de historia -dizque- independiente, sigue repitiéndose el perverso retorno de los fósiles a costa de la eterna desmemoria. Ni la izquierda institucional ni la derecha persignada pudieron hacer para detener el retorno de los muertos más vivos de los que se tenga memoria. La sociedad civil urbana sigue en los trece de cobrarse como sea los agravios de los pobre diablos panistas habilitados como políticos de cuarta. La propaganda oficial fue vana ante el peso de la realidad que acusa errores nefastos en la conducción de una guerra sin cuartel del Estado contra el Estado. La sociedad narca se funde con la sociedad de los políticos y corporaciones policíacas para crear una hidra imparable o leviatán cuyo cuerpo putrefacto se nutre de soplones, sicarios, nuevos ricos guanajuateados, zetas, exgafes, tecnocrátas grises, supersecretarios adiposos e ignorantes, arribistas enzotanados, gobernadores preciosos y aquellos sonorenses que siendo de la misma ralea duermen como bebés. Pobre pueblo que ya no sabe donde mirar, ni por que votar, ni cómo sobrevivir, ni hacia dónde hacerse ante el embate de pícaros, pignorantes, defraudadores, malos cómicos y lacras que siguen en lo suyo de parasitar el presupuesto. Y en el centro de ese vórtice de caos la danza de bebés muertos por el fuego, el desfile de 250 mil niños que padecen explotación sexual, la larga fila de 45 millones de méxicanos en la extrema pobreza.
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