JEAN 'TOOTS' THIELEMANS
LA VOZ DEL DEMONIO AZUL DENTRO DE UNA HARMÓNICA MÁGICA
JORGE ANTONIO DÍAZ MIRANDA
(MÉXICO, 2007)
I
Curioseando en un estante de discos de una tienda de música de segundo uso, una tarde lluviosa de junio, encontré un disco extraño, de un músico insólito, de una casa editorial que en raras ocasiones como ésta se encuentra disponible. Capas de polvo almacenadas, un lugar inaccesible, y decenas de discos encima ocultaban éste tesoro discográfico, de un músico que esta cumpliendo cincuenta años de carrera artística dentro de la música Jazz.
Los adjetivos extraño, insólito y raro están plenamente justificados:
- Verve es una casa editorial que no tiene mucha difusión en el mercado de latinoamerica y llegan a éste muy pocos discos del amplio catalogo músical del extraodinario sello discográfico estadounidense especializado en la música Jazz de la primera mitad del siglo XX.
- Jean 'Toots' Thieleman es un músico insólito, que, ostenta de orígen un connubio de cualidades aparentemente paradójicas, nace en la ciudad de Bruselas Bélgica el año de 1922, posee una sólida formación musical clásica y romántica, y, sin embargo se decantó hacia el jazz con el dominio de un instrumento que primero y antes que nada es emblemático de la musica folk y principalmente de la música blues del sur profundo de los Estados Unidos (aunque su presencia es universal): la harmónica.
- One More Of The Road (Verve, 2006) es un disco sin precedentes por la variedad de estilos dentro del Jazz que nos muestra y por el hecho de que los artistas ahí reunidos son en su mayoría de orígen nórdico (V. Gr. Silje Nergaard, Trijntje Oosterhuis, Till Brônner, y el mismo Thielemans); que interpretan la música del no muy conocido compositor Harold Arlen, al que se asocian canciones que en su momento pusieron en voga gente como Frank Sinatra, Nat 'King' Cole o Judy Garland, pero justamente por este hecho la autoría de estas canciones sólo era conocido, en sentido estricto, en los circulos especializados artítiscos o académicos.
II
Los Kenningjaar constituyen el núcleo de la ríquisima mitología nórdica, donde los dioses del bosque, el relámpago y la oscuridad combaten por el control de los hombres, y el campo de batalla es el alma o los objetos que poseen esos hombres. En Auvernia los cronistas del siglo X describen los dioses que habitaban las armas, los yelmos, los escudos y los estándartes; y la música sútil que se alza en medio de la guerra, desde la tierra hasta el cielo, generada por los espíritus, seres sobrenaturales que dominan cuando los vientos de la tragedia soplan sobre los campos o las ciudades. Ataraxxia es la palabra que designa estados oscuros inducidos por la desesperación de los espíritus que ven con pesadumbre como se olvidan las épocas de su antiguo esplendor, melancolía en azul de la muerte y la sombra tenebrosa que se alza con voz triunfante sobre la derrota de los hombres.
Curioseando en un estante de discos de una tienda de música de segundo uso, una tarde lluviosa de junio, encontré un disco extraño, de un músico insólito, de una casa editorial que en raras ocasiones como ésta se encuentra disponible. Capas de polvo almacenadas, un lugar inaccesible, y decenas de discos encima ocultaban éste tesoro discográfico, de un músico que esta cumpliendo cincuenta años de carrera artística dentro de la música Jazz.
Los adjetivos extraño, insólito y raro están plenamente justificados:
- Verve es una casa editorial que no tiene mucha difusión en el mercado de latinoamerica y llegan a éste muy pocos discos del amplio catalogo músical del extraodinario sello discográfico estadounidense especializado en la música Jazz de la primera mitad del siglo XX.
- Jean 'Toots' Thieleman es un músico insólito, que, ostenta de orígen un connubio de cualidades aparentemente paradójicas, nace en la ciudad de Bruselas Bélgica el año de 1922, posee una sólida formación musical clásica y romántica, y, sin embargo se decantó hacia el jazz con el dominio de un instrumento que primero y antes que nada es emblemático de la musica folk y principalmente de la música blues del sur profundo de los Estados Unidos (aunque su presencia es universal): la harmónica.
- One More Of The Road (Verve, 2006) es un disco sin precedentes por la variedad de estilos dentro del Jazz que nos muestra y por el hecho de que los artistas ahí reunidos son en su mayoría de orígen nórdico (V. Gr. Silje Nergaard, Trijntje Oosterhuis, Till Brônner, y el mismo Thielemans); que interpretan la música del no muy conocido compositor Harold Arlen, al que se asocian canciones que en su momento pusieron en voga gente como Frank Sinatra, Nat 'King' Cole o Judy Garland, pero justamente por este hecho la autoría de estas canciones sólo era conocido, en sentido estricto, en los circulos especializados artítiscos o académicos.
II
Los Kenningjaar constituyen el núcleo de la ríquisima mitología nórdica, donde los dioses del bosque, el relámpago y la oscuridad combaten por el control de los hombres, y el campo de batalla es el alma o los objetos que poseen esos hombres. En Auvernia los cronistas del siglo X describen los dioses que habitaban las armas, los yelmos, los escudos y los estándartes; y la música sútil que se alza en medio de la guerra, desde la tierra hasta el cielo, generada por los espíritus, seres sobrenaturales que dominan cuando los vientos de la tragedia soplan sobre los campos o las ciudades. Ataraxxia es la palabra que designa estados oscuros inducidos por la desesperación de los espíritus que ven con pesadumbre como se olvidan las épocas de su antiguo esplendor, melancolía en azul de la muerte y la sombra tenebrosa que se alza con voz triunfante sobre la derrota de los hombres.
Sin duda, entre las contribuciones más importantes llegadas desde los países nórdicos a la música Jazz, es la introducción de la Harmónica como instrumento preeminente, y todo el honor de esta contribución se debe a Thielemans, poseedor de un estilo profundo, emotivo, y reflexivo, que se despliega sobre el trasfondo de una paleta multicolor donde dominan la sobriedad y la sutileza, la sensualidad controlada, la expresión precisa, la tonalidad exacta que profundiza la experiencia de quien escucha: un demonio habita la harmónica de Jean, el demonio azul, la melancolía, así, el sonido que emerge, parece el mismo que hace el viento al rozar colinas inaccesibles, el de los murmullos de casas deshabitadas en medio de la desolación de pueblos abandonados, la plegaria de monjes contritos en rústicas iglesias visigodas, el ruido a media voz de amantes que se entregan en medio de la noche flotando sobre mares de sábanas al ritmo de la dulce brisa de abril, o, la llegada del viento del norte y el rugir apagado del Maelstrôm a los litorales y fiordos...
III
En todas las interpretaciones que conforman One More Of The Road hay una intención manifiesta: actualizar el sentido de canciones que surgieron en otro momento histórico a la luz de nuevos hallazgos y orientaciones, de artistas de la nueva generación que no desmerecen frente al gran Thielemans que los lleva de la mano en su tormenta controlada de afectos. Música que proviene de las décadas de posguerra, los 50`s, tristes tiempos en que la utopía de la paz perpetua diseñada por los aliados en Yalta es erradicada por la guerra fría y las sombras radiactivas que revolotean como buitres sobre las ciudades del mundo, que, por primera vez se enfrenta a la incertidumbre y la realidad de un exterminio total y definitivo de la especie humana. Esté lúgubre antecedente se proyecta en todas las naciones y su reflejo artístico es obstinadamente depresivo. Tal vez ninguna disquera como Verve ha reunido tantos registros de esa época oscura (a la postre, tal vez Motown con sus artistas negros de soul que conjuntan reverencia religiosa con la sexualidad explícita), en que el Jazz se vuelve caótico, desesperanzado y a la vez diverso y hermoso. En One More Of The Road hay nostalgia por esa época que se ha esfumado; ronda entre sus tonos y voces la desilusión y el desencanto de los Jazzmen a finales de los 50`s, cuando la escena en la que se desenvuelven comienza a decaer, tal y como lo retrata Julio Cortázar en su cuento El Perseguidor; ronda la desesperación y el alcoholismo, la bohemia desmesurada, el arte y la locura, el cabaret, los amores imposibles y el desconsuelo a la altura de una Dina Washington, una Sara Vaughan, una Ella Fitzgerald o bien el canto estridente de un Joe 'papa' Turner.
IV
Last Night When We Were Young, es por mucho la canción que logra armonizar la esplendida voz de Siljee Nergaard y la harmónica de Thielemans, con el acompañamiento a cargo de un elegante y punteado piano cuya ejecución corresponde a Hans Vroomans, y, el bajo, ligero y terso de Ruud Jacobs. El motif de la composición tiene reminiscencia heraclíteana y no por pedantería sino más bien para subrayar la angustia por el paso del tiempo y las huellas que deja su paso en el alma y la piel. Cada noche se lleva consigo la magia de la música, del amor, de la pasión, de las ilusiones; y a la mañana siguiente–lamenta Nergaard- el mundo será viejo y gris. La resonancia por la felicidad que se marcha tiene un dejo de desdicha, de inquietud, de algo siniestro que silenciosamente se aproxima. Una sensación perenne de veleidad y furores al límite es lo que resta después de la celebración hedonista, pero el peso de su posterior ausencia será perdurable, algo de nosotros se ha ido con eso que se fue y por eso somos de algún modo menos dichosos. En este punto la harmónica de Tielemans, con sus tonalidades agudas y prolongadas hace eco del dolor por el paso de la vida, o el fin de los mejores años, el cambio de épocas en que se gradualmente se van desechando las utopías. Se trata de una composición de pura nostalgia. Tal vez la intención de Harold Arlen era mostrar su extravío ante una época que cambió vertiginosamente presionada por el progreso, la guerra y la tecnología; tal vez nos quiso hablar de esa sensación de malestar posmoderno después de que toda una generación de posguerra perdió su naturalidad y sus creencias: last night when we were young/ Love was a star…/Life was so new, so real so right/ Ages ago last night.
Last Night When We Were Young, es por mucho la canción que logra armonizar la esplendida voz de Siljee Nergaard y la harmónica de Thielemans, con el acompañamiento a cargo de un elegante y punteado piano cuya ejecución corresponde a Hans Vroomans, y, el bajo, ligero y terso de Ruud Jacobs. El motif de la composición tiene reminiscencia heraclíteana y no por pedantería sino más bien para subrayar la angustia por el paso del tiempo y las huellas que deja su paso en el alma y la piel. Cada noche se lleva consigo la magia de la música, del amor, de la pasión, de las ilusiones; y a la mañana siguiente–lamenta Nergaard- el mundo será viejo y gris. La resonancia por la felicidad que se marcha tiene un dejo de desdicha, de inquietud, de algo siniestro que silenciosamente se aproxima. Una sensación perenne de veleidad y furores al límite es lo que resta después de la celebración hedonista, pero el peso de su posterior ausencia será perdurable, algo de nosotros se ha ido con eso que se fue y por eso somos de algún modo menos dichosos. En este punto la harmónica de Tielemans, con sus tonalidades agudas y prolongadas hace eco del dolor por el paso de la vida, o el fin de los mejores años, el cambio de épocas en que se gradualmente se van desechando las utopías. Se trata de una composición de pura nostalgia. Tal vez la intención de Harold Arlen era mostrar su extravío ante una época que cambió vertiginosamente presionada por el progreso, la guerra y la tecnología; tal vez nos quiso hablar de esa sensación de malestar posmoderno después de que toda una generación de posguerra perdió su naturalidad y sus creencias: last night when we were young/ Love was a star…/Life was so new, so real so right/ Ages ago last night.
Jorge Antonio Díaz Miranda
México, junio de 2007.
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